La reforma eléctrica no promueve el bienestar social

Jesús Antonio del Río Portilla

Hay tantos problemas, tantas situaciones que nos agobian en el día a día y que también nos ensombrecen el futuro, que no nos permiten emitir opiniones y dejar plasmados nuestros pensamientos. Estoy seguro de que quienes leen estas líneas tienen propuestas que podrían compartir para atender estos problemas. También es complicado leer la información que circula y con ella construir soluciones a largo plazo que consideren situaciones específicas en nuestro cotidiano deambular.

En esta ocasión, escogí el tema recurrente en estos textos sobre la energía, en particular, la reforma a la industria eléctrica de México para comentar algunos aspectos que nutren con información las posibles ideas para elaborar propuestas concretas.

Antes me parece necesario indicar que en nuestro país se está volviendo cotidiano el descalificar propuestas solamente por el conocimiento de quien la propone. Desde mi punto de vista, el conocer quién elabora y plantea una propuesta no debe ser el único criterio para evaluarla y entonces aceptarla o rechazarla. De hecho, considero que lo que debe aportar criterios de selección es el análisis a fondo de ellas. Con esto quiero decir que la descalificación de propuestas porque las hizo alguien de la derecha o de la izquierda o del conservadurismo o del neoliberalismo o del comunismo no conduce a construir verdaderas soluciones. La tentación que nos orilla al maniqueísmo es atractiva por su simplicidad: si todo fuera como en las historias de nuestra niñez, una lucha entre buenos y malos, entre la maldad y la bondad, las posibles soluciones serían sencillas: apoyar a la bondad; pero nada más contrario a nuestra realidad que es verdaderamente compleja y donde las mayoría de nuestras acciones tienen vertientes que ayudan individualmente perjudicando a la colectividad u otras que fomentan el bienestar social, pero cuestan en lo individual. Por estas razones, es necesario analizar las propuestas desde diferentes puntos de vista y, de ser posible, contar con datos que sostengan las afirmaciones en lugar de emitir descalificaciones sin información de los posibles desempeños o de datos históricos.

A principios de este siglo la producción petrolera mexicana alcanzó su máximo histórico, con una producción mayor a los cuatro millones de barriles diarios. En esos momentos el ingreso petrolero era abundante y pudo haber sido utilizado para disminuir las desigualdades. Sin embargo, desde 2016 la caída en la producción de petróleo se ha mantenido, independientemente de los esfuerzos que se han realizado.

Es claro, el petróleo se está acabando.

En lo que va del año 2022, la producción petrolera en México es menor a los dos millones de barriles diarios [1] y, desde mi perspectiva, no parece que podamos regresar a la bonanza de hace más de 15 años. Por estas razones, independientemente de las razones que demandan acciones para combatir el cambio climático, el llamado a usar las fuentes renovables es urgente.

Por otro lado, en el mundo se está incrementado de manera sostenida la inversión en fuentes renovables, pasando de cerca de 200 billones de dólares en 2013 a más de 350 billones de dólares en 2021 anuales.

Otro aspecto llamativo es que la inversión en transporte eléctrico, sea público o individual, también está creciendo y ha pasado de menos de 50 mil millones de dólares en 2014 a más de 250 mil millones en 2021 [2]. Con estos datos, es claro que el mundo del dinero gira hacia las renovables y a la electrificación del transporte por diversas razones.

Desde mi perspectiva, por supuesto que el combate al cambio climático es una de estas razones. Con estas acciones las demás personas podemos influir y buscar que las inversiones no solo sean para promover las ganancias monetarias, sino que también sean utilizadas para promover el bienestar social. Es importante que estas inversiones consideren los aspectos sociales y ambientales, para que construyamos una realidad menos desigual. Recordemos que solamente la electrificación de la energía en sí misma no es suficiente. El ejemplo claro es el transporte, donde la movilidad no motorizada es una herramienta que apunta hacia la descarbonización, pero también tiene impactos sustantivos en la salud de las personas y en la construcción de ambientes saludables, tanto para otras especies como para las comunidades de personas.

Desde mi perspectiva, estos son datos que contribuyen a la discusión sobre la reforma eléctrica que no justifican la versión actual de ella, pero que aportan elementos para modificaciones que permitan tener un sistema eléctrico sustentable que disminuya los efectos que hemos causado a la atmósfera, al tiempo que promueva el bienestar social.

La propuesta actual, desde mi punto de vista, no apunta en estas direcciones, que estoy seguro son anhelos que la población mexicana merece disfrutar a la brevedad.

Insisto, no basta con saber quién propone alguna acción para juzgarla, es esencial analizarla y desmenuzarla para poder definir si es adecuada o no. No juzguemos a quien trae el mensaje, analicemos el mensaje para poder juzgarlo adecuadamente. Cada persona tiene la capacidad de hacer estos análisis y nadie debe seguir, sin análisis, a otra persona por más buenas intenciones que se manifiesten.

[1] https://produccion.hidrocarburos.gob.mx/

[2] https://about.bnef.com/energy-transition-investment/

Fuente: delrioantonio.blogspot.com