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La puputov: una arma biológica… y orgánica

Agustin Lopez Munguía

agustin@ibt.unam.mx

¿Qué no llegará a hacer el ser humano manipulando genes y células? Sobre eso reflexionaba mientras escuchaba en la radio la semana pasada que Marielys Valdéz, Inspectora General de Tribunales en Venezuela, en entrevista con una televisora estatal, clasificaba como “armas bioquímicas” a las bombas de excrementos –las llamadas popularmente ‘puputov’- que los manifestantes en Caracas, y en estados del interior del país han dado por lanzar a policías y militares en las protestas contra Nicolás Maduro.

“Es un arma biológica (…) el uso de armas bioquímicas es delito, está completamente tipificado, y tiene penalidades altas”, declaró contundente la experta funcionaria. Y es que como resultado del aumento en las medidas de represión por parte de la fuerza pública, desesperados, los jóvenes han decidido arrojar frascos y bolsas llenos de materia fecal a los miembros de seguridad durante las manifestaciones opositoras a Maduro.

“Ellos nos lanzan gas, nosotros les respondemos con nuestra mierda», reporta en el diario venezolano EL MUNDO, un joven entrevistado que había recién usado un artefacto de fabricación casera, adaptando para el efecto el clásico envase de reconocida empresa fabricante de papilla para bebés. La cara del niño sonriente coincide con los mensajes con los manifestantes cubren el artefacto bioquímico, tales como: “con mucho cariño” o “con todo nuestro esfuerzo”. Como David ante el gigante Goliath, las juventudes están empleando hondas con la inagotable materia prima para sus misiles biológicos contra el poderoso, comenta el diario.

La Inspectora General de Tribunales también señaló que: «… el uso de las armas químicas, en este caso heces humanas y animales, generan consecuencias (…) pueden extenderse a las aguas, contaminar terriblemente. Personas especialmente vulnerables, niños y ancianos, pueden contraer hepatitis o infecciones con bacterias»,.

Dadas las circunstancias actuales uno tendería a pensar que el riesgo de lanzar bacterias fecales no es mayor al que priva en algunas ciudades de nuestro país, como la misma Ciudad de México, donde ya alguien afirmó desde hace años que si la materia fecal fuera fosforescente, podríamos prescindir de iluminación. De hecho muchos manifestantes usan materia fecal disponible en las calles de las zonas de clase media, donde los perros defecan por las mañanas. Ni hablar de los perros callejeros.

En realidad no hay muchos antecedentes sobre el uso de bacterias para fabricar armas biológicas. El caso más conocido es el del uso de las esporas de la bacteria Bacillus anthracis -responsable del Antrax- que empezó a explorarse desde la Segunda Guerra. Aun así, el único ataque documentado con esta bacteria data de 2001, cuando el representante de la mayoría en el Senado de los EUA recibió una carta conteniendo esporas de B.antrhacis, que ocasionaron 5 víctimas. Pero a diferencia del uso de este bacilo, la nueva modalidad de obtención de bacterias esta al alcance de cualquier bolsillo. Y es que si bien B.anthracis debe producirse en fermentadores esterilizados, con medios de cultivo bien definidos y bien agitados, para producir las puputov, el medio de cultivo alimenta al mismo tiempo al fabricante, y no se requiere de mucha energía para obtenerlas: solo un poco de cuidado.

Paradójicamente, hoy sabemos que salud y enfermedad están fuertemente asociadas a una microbiota intestinal deficiente (entendiendo por microbiota al conjunto de microorganismos que pueblan nuestro intestino). En los Estados Unidos está en aumento el número de centros de acopio de materia fecal para trasplantes (http://thepowerofpoop.com), terapia que esta siendo regulada por las instancias de salud (Food and Drug Administration). En efecto, ya existen múltiples protocolos para el tratamiento de infecciones recalcitrantes, problemas asociados con el llamado síndrome metabólico y alergias, basados en el trasplante de materia fecal proveniente (donada) por individuos sanos. Es el caso de las infecciones hospitalarias, donde las muertes por infección con Clostridium difficile alcanzan las 30,000 al año, de aproximadamente medio millón de personas infectadas. Ante la inefectividad de los antibióticos, el problema esta siendo resuelto mediante trasplante de materia fecal, específicamente de Clostridiales, ya que se ha demostrado que cepas de Clostridia, confieren resistencia a este mortal patógeno.

Así, se podría especular que los represores podrían acabar siendo beneficiados al ser rociarlos con una mal-oliente, pero sana microbiota con un adecuado balance de firmicutes (clostridiales) y bacteroidetes. Una bomba rica en bacterias que construya la mucosa intestinal y sirva de barrera contra patógenos y muchas otras asociadas a las dietas ricas en fibra que contienda con al inflamación intestinal; quizás conteniendo también lactobacilos y bifidobacterias, como aquellas con las que somos bombardeados al nacer al atravesar el tracto vaginal de nuestra madre.

Si, es obvio que exagero. En realidad, se trata de un acto triste y deprimente. Si bien la genómica ha venido a reivindicar a nuestra microbiota intestinal como un elemento central en nuestra salud, la mierda sigue siendo eso. Y la desesperación ante abusos e injusticia, lamentablemente, ha hecho voltear a la juventud hacia la materia fecal, no como una parte esencial de su organismo, reflejo de su estado de salud, sino como lo más sucio a su alcance para mostrar su desesperación y desprecio a las fuerzas represoras del régimen de Maduro.

Fuente: Y sin embargo se mueve…