La ciencia, un antídoto contra los conflictos sociales sin fin
Cesar Pulgarin
Es profesor emérito del École Polytechnique Fédérale de Lausanne, en Suiza; Miembro Honorario de la Academia Colombiana de la Ciencia y Premio Nacional de La Obra Integral en Ciencia 2022.
El miércoles 17 de este mes he tenido el honor de recibir el Premio Nacional a la Obra Integral en Ciencia, otorgado por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia. Con este reconocimiento asumo también la responsabilidad de seguir promoviendo, con dedicación, la educación y la investigación que son los cimientos de una economía de valor agregado intelectual y, consecuentemente, de la riqueza del país.
Me gusta citar a Albert Einstein, quien fue Profesor en nuestra sede madre de Zúrich y quien dijo: “no hay ciencia sin conciencia”. ¿Y cómo no tener la conciencia en alerta cuando la pobreza es el cotidiano de 40% de nuestra población con sus efectos de hambre, inseguridad, ilegalidad y confrontaciones sociales y militares?
Para aliviar estos males, que prevalecen después de más de dos siglos de vida republicana, urge focalizar la inteligencia de los colombianos en actividades como: tecnologías de producción social y ambientalmente sostenibles, bioeconomía, energías limpias, farmacéutica, materiales, informática, inteligencia artificial, seguridad electrónica, genética, telecomunicaciones, robótica, ingeniería espacial, materiales, ciencias de la vida, ingeniería financiera y otros tipos de tecnologías y de servicios sofisticados….Y todo lo anterior con el insumo fundamental de enseñanza e investigación masificadas en ciencias de base sin lo cual no hay desarrollos ni emprendimientos tecnológicos exitosos.
Sin duda, la sociedad colombiana debe empezar a transitar hacia una economía del conocimiento, con una población educada a todos los niveles. También necesitamos universidades de investigación y centros nacionales de alto nivel en sectores vitales del desarrollo y la seguridad nacional; por ejemplo, en farmacéutica, energía, alimentos…
Solo en los países que favorecen una economía basada en el conocimiento, se hacen posibles políticas de equidad y repartición de la riqueza en forma de salarios y altos ingresos fiscales, con su corolario de inversión social masiva. En la abundancia, la reparación social se arbitra siempre de manera más serena y constructiva en el juego democrático pues es más fácil distribuir la riqueza que la pobreza. Y nosotros, podemos inspirarnos y emular estos países sin tener que reinventar “el agua tibia”
Aunque es importante y necesario que los gobernantes y legisladores actuales combatan la corrupción, los privilegios no merecidos y encuentren nuevos nichos de impuestos indispensables para aliviar la terrible situación de los más frágiles de nuestros compatriotas, también tendrán inevitablemente que empezar a construir los pilares de una economía del conocimiento. De otra manera, el gobierno actual, y los siguientes, estarán condenados a administrar la precariedad, generando frustración y descontento en la población que son caldos de cultivo para conflictos sin fin.
El presupuesto actual de Minciencias es de 300.000 millones de pesos, 70 millones de dólares de EE. UU., que es inferior al presupuesto de una sección de mi universidad en Suiza. Si esta suma se multiplicase por diez, alcanzaríamos 700 millones de dólares que es un monto inferior al del presupuesto total de mi universidad que acoge 9000 estudiantes de pregrado y 5000 de posgrado. Aún con un presupuesto de Minciencias multiplicado por 10, lo que es casi un sueño para los científicos colombianos como yo, seguiríamos repartiendo la precariedad.
Para generar riqueza, con el ingenio de sus habitantes, como lo han hecho otros países, la implementación progresiva de una economía del conocimiento, basada en la masificación de la educación accesible a todos y una investigación de calidad, son ineludibles. El camino por recorrer es largo y por ello mismo hay que empezar mañana temprano. En efecto, en Colombia generamos 5 a 7 veces menos riqueza por hora trabajada que en la mayoría de los países europeos.
La consolidación de políticas de educación, ciencia e innovación, para alcanzar una productividad más alta y poder así asumir el gasto social, necesita de tiempos más largos que un periodo gubernamental. En efecto, cuando el punto de partida es tan incipiente, las experiencias de otros países muestran que se requiere, como mínimo, una generación. Por ello es vital un pacto nacional, de 12-16 años, entre los partidos con la misión de empezar a construir la sociedad de conocimiento que prometió el Presidente Petro en todos sus discursos de campaña. Sólo con la voluntad política de sus líderes más visionarios, Colombia dejará progresivamente de ser un país “atractivo” por proveer mano de obra barata dentro y fuera del país, extraer y vender materia bruta no transformada, permitir prácticas ambientales y sociales más “elásticas” o servir de eje en la producción y tráfico de estupefacientes.
Los invito a repetir, sin descanso, a los oídos de los más visionarios de todas las instancias nacionales, que la educación y la investigación científica de calidad deben ser rúbricas bien dotadas y sagradas durante 3-4 legislaturas. Seamos optimistas en que nuestro llamado será recibido por algunos de ellos que, con valentía, tomarán medidas que surtirán su efecto solo dentro de años. La riqueza durable, acumulada con la inteligencia colectiva de un pueblo, nos permitirá entonces avanzar en la construcción de un país más digno para todos y volver cierto lo de la “segunda oportunidad sobre la tierra”. ¡Qué bella oportunidad para nuestros dirigentes de hacer Historia!
Fuente: elespectador.com