La amibiasis, una enfermedad antigua en México que la OMS ha destinado para ser erradicada
“El agente productor de la amibiasis es capaz de destruir el hígado y casi cualquier tejido como la piel e incluso parte de los huesos”, enfatizo Adolfo Martínez Palomo
“La amibiasis es una enfermedad muy frecuente en México, está presente desde hace siglos como una de las principales enfermedades infecciosas. Incluso, forma parte de un conjunto de padecimientos que la Organización Mundial de la Salud ha marcado para ser erradicadas”, sostuvo Adolfo Martínez Palomo, miembro de El Colegio Nacional, en la mesa Amibiasis: las causas del daño.
La sexta sesión del ciclo Bajo el microscopio, coordinado por el colegiado, contó con la participación de Patricia Talamás Rohana, profesora en el Departamento de Infectómica y Patogénesis molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), Talamás Rohana destacó que aún se sabe muy poco sobre las causas y los procesos involucrados en la amibiasis, una enfermedad que afecta el intestino y otros órganos.
De acuerdo con Martínez Palomo, “el agente productor de la amibiasis es capaz de destruir el hígado, el intestino y prácticamente cualquier tejido como la piel o incluso partes de los huesos”. Sin embargo, en los últimos años, las infecciones graves por ambiasis que afectan al intestino o al hígado, son menos frecuentes, aunque las razones de esta disminución aún se desconocen. “Esto podría deberse a que hábitos de higiene mejoraron desde la epidemia de colera a México”, sugirió.
“Desgraciadamente la Secretaría de Salud no realiza estudios que permitan conocer con certeza la situación actual los casos de amibiasis intestinal y hepática, porque desde luego la enfermedad no ha desaparecido, especialmente, en poblaciones que carecen de recursos sanitarios y médicos adecuados”, subrayó el médico y científico mexicano.
Explicó que, en esta enfermedad, la amiba entra en contacto con una célula sana y en pocos minutos destruye. “La llamada amiba histolytica tiene un poder grande destructivo”. Recordó que hace cien años, en la Facultad de Medicina de la Universidad de París, el profesor Émile Brumpt publicó un libro de parasitología general, con el que sentó las bases del estudió sobre las diferencias entre las amibas que encontraba en los pacientes con síntomas como diarreas profusas con sangre y aquellas presentes en pacientes asintomáticos.
Amiba significa “células sin forma definida”. Hace un siglo, Brumpt las clasificó como amiba histolytica y amiba dispar, y planteó que las personas sanas con amibas dispar eran distintas de aquellas enfermas con amibas histolytica, lo que demostró que unas producían lesión y las otras no. “Yo, supuse que las del portador asintomático eran las entamebas dispar y las otras las entamebas histolytica”.
Gracias a las investigaciones de Adolfo Martínez Palomo, en México, se obtuvo la primera prueba del laboratorio que confirmó la hipótesis en la década de 1970. “Esto es muy importante, porque ahora cuando un paciente va al médico y se le dectecta amiba histolytica, deben recibir tratamiento. Pero si tiene una dispar, no presenta molestias y no requiere tratamientos, lo que ha permitido ahorrarse millones de tratamientos innecesarios que antes se daban a ciegas”.
Explicó que algunas amibas causan daño y otras no. Unas se aglutinan y otras no. “La amiba histolytica, la invasiva, tiene muchísimas más vacuolas, pequeñas vesículas, que las dispar, y superficie celular muy diferente. No solo mata a las células, sino que se las incorpora, lo que contribuye a su crecimiento. Por eso es interesante estudiar por qué una amiba se defiende de las defensas del huésped y la otra no”, enfatizó el colegiado.
Por su parte, Patricia Talamás Rohana, profesora en el Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), señaló que para tener una idea de los organismos que estudian en sus laboratorios basta con imaginar en una cabeza de alfiler, donde caben 50 células o 500 bacterias, 10 mil partículas virales o cien mil moléculas de anticuerpo.
Comentó que, a pesar de los avances importantes en las últimas décadas, “aún sabemos muy poco sobre las causas y los procesos que ocurren durante la amibiasis. Descubrimientos recientes muestran que la forma en que el parásito se adhiere a las células del cuerpo, junto con ciertos mecanismos como la secreción de proteínas y el control de su ciclo de vida, juegan un papel clave en cómo causa la enfermedad en los humanos”.
Aseguró que entender mejor estos mecanismos podría ayudar a desarrollar nuevas formas de tratamiento para combatir el parásito. “La adhesión y la invasión son pasos clave para que el parásito cause la enfermedad. El parásito necesita reconocer ciertos componentes en las células del cuerpo para invadirlas y también para formar quistes. Además, el cuerpo humano juega un papel importante en las últimas etapas finales del padecimiento. Las células del intestino o las células del hígado reaccionan a la invasión produciendo sustancias llamadas citocinas. Estas citosinas pueden atraer células del sistema inmunológico, pero el parásito las destruye, contribuye al daño y desarrollo de la enfermedad”.
La investigadora explicó que el ciclo de vida es relativamente sencillo ya que sólo contiene dos fases: el quiste, “la fase infectante que ingerimos en agua o en alcohol o alimentos contaminados; y la colonización, que ocurre cuando la amiba dispar está presente sin causar problema. Hay señales que no se conocen con certeza, pero que hacen que estos trofozoítos, la fase invasiva, se vuelvan a enquistar y así se complete el ciclo”.
La experta ha realizado estudios con la proteína conocida como enlosa, una enzima crucial en la generación de energía, y ha trabajo con componentes derivados de plantas de uso médico de las cuales se han obtenido algunos componentes antiamibianos. “El proceso por el cual los trofozoítos van a causar el daño, tiene varias etapas: primero, la adherencia de los trofozoítos a la superficie del epitelio intestinal, luego este trofozoíto reconoce a los carbohidratos, lo que le permite atravesar la lámina propia del epitelio y llegar a los vasos sanguíneos y, a través de la circulación, alcanzar órganos como el hígado, los pulmones o el cerebro, donde provoca la muerte celular”.
“Con estos trabajos podemos concluir que la enolasa es un elemento, una proteína muy relevante para en enquistamiento de los trofozoítos (en la amibiasis). Sabemos que la respuesta inmune clave está mediada por linfocitos tecito tóxicos. Aún queda mucho por investigar, pero parece que esta proteína tiene un gran potencial. De hecho, el laboratorio la estamos usando en estos momentos para diseñar una vacuna contra el cáncer de ovario”, concluyó Talamás Rohana.
Fuente: El Colegio Nacional