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La adivinación y el destino, una práctica importante para los pueblos mesoamericanos

“Pareciera que el nacimiento de la escritura está vinculado con este calendario adivinatorio y eso es algo que encontramos en otras antiguas civilizaciones, como en Mesopotamia y China”, destacó el investigador universitario

Una de las prácticas que ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia es la adivinación, producto de la misma curiosidad de los seres humanos por conocer qué les depara el futuro. En las culturas prehispánicas existen múltiples ejemplos al respecto, como se reflexionó en la sesión del ciclo La arqueología hoy, coordinado por Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional.

En el Aula Mayor de la institución se llevó a cabo la conferencia “Adivinación y destino en los códices y los rituales mesoamericanos”, dictada por el investigador del Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, Guilhem Olivier, quien ofreció un amplio recorrido en torno al significado y las fuentes de dichas prácticas.

Lo primero que se planteó el especialista fue la pregunta ¿qué significa adivinar?, para lo cual ofreció una respuesta venida de un diccionario antiguo: “adivinar es decir lo que está por venir sin certidumbre, ni fundamento, con temeridad y gran cargo de conciencia y a los que profesan esta mala arte les llaman adivinos, y si lo hacen consultando al demonio son castigados con graves penas”.

A lo largo de la historia europea ha existido una condena severa de la iglesia hacia la adivinación que se fundamenta en varios pasajes de la Biblia. Sin embargo, al mismo tiempo se ha dado una cierta tolerancia hacia algunos tipos de adivinación, siendo uno de los más comunes el que se hacía a través de los libros: la Ilíada se abría al azar y con el dedo se apuntaba una línea y en función del fragmento se sacaban pronósticos; incluso, personajes tan famosos como San Agustín o San Francisco realizaron el mismo procedimiento, pero con la Biblia.

Por otro lado, en los siglos XII y XIII llegó a España toda una serie de tratados, de libros antiguos en árabe, en hebreo, en griego, que dieron auge a una serie de disciplinas, entre las cuales destaca la astronomía y la astrología. De ahí que la Iglesia empezó a aceptar a lo que llamaban astrología natural y que, incluso, en las universidades se empezó a enseñar la disciplina de la astrología.

Por ejemplo, en la Universidad de Salamanca, en 1460, se inauguró una cátedra dedicada a la astrología. Ahora, “si la Iglesia condena a los adivinos, a los astrólogos en general, es importante tratar de conocer cuáles eran las concepciones mesoamericanas al respecto”, a decir de Guilhem Olivier.

Para eso, una herramienta muy provechosa es el estudio del vocabulario de la lengua, por lo cual se dio a la tarea de ofrecer algunos ejemplos procedentes del famoso Vocabulario en lengua mexicana y castellana, de Fray Alonso de Molina, que se publicó en 1571. Ahí aparecen varios términos y verbos referentes a la adivinación, como yoltehuia, que significa adivinar, inventar, imaginar.

“Tenemos el término yolteotl, que significa dios corazón. Esa palabra se utilizaba para decir que alguien tiene buen juicio, pero también el don de adivinar, y lo encontramos aplicado en el Códice Florentino para designar a personas de alta nobleza, aunque también se utiliza para calificar a los tlacuiloques, los pintores, los escribanos, los que hacían los códices.

“Así llegamos a un verbo muy importante: tonalpohua, contar los días, contar los destinos, que Fray Alonso de Molina traduce de manera muy sugerente como adivinar los signos o sueños, de ahí la importancia de los sueños como un tipo de adivinación”.

De acuerdo con el historiador, el tema de los calendarios es sumamente importante para entender las prácticas adivinatorias. En Mesoamérica, existe el calendario de 260 días, calendario adivinatorio que es único en el mundo, no hay parecido en otras civilizaciones. Llaman a esta cuenta el Tonalpohualli, cálculo de los días o de los destinos, y lo relevante es que los testimonios más antiguos que se tienen sobre la escritura en Mesoamérica se refieren, precisamente, a este calendario adivinatorio.

“Pareciera que el nacimiento de la escritura está vinculado con este calendario adivinatorio y eso es algo que encontramos en otras antiguas civilizaciones, como en Mesopotamia y China, lugares donde se dio el nacimiento de la escritura de manera muy antigua”.

El uso de los códices

Dentro de los calendarios en Mesoamérica se encuentra el de 365 días, llamado Haab, parte del sistema calendárico maya. Episodios relevantes en las fuentes son la celebración de la fiesta del fuego nuevo, cada 52 años, cuando coincidían los dos principales calendarios, el solar de 365 días, pero también uno muy importante, el de 260 días, el Tonalpohuali.

El calendario adivinatorio de los 260 días se sigue usando hoy en día en varias comunidades indígenas, como los zapotecos, los mixes, los quichés de Guatemala, y ellos lo relacionan con la gestación humana: 260 días es el equivalente a nueve meses y “vamos a ver que uno de los propósitos de este calendario era sacar pronósticos sobre el destino del recién nacido”, en palabras de Olivier.

Sin embargo, el trabajo con los códices no ha sido sencillo para los especialistas, porque muchos de ellos han desaparecido, caso contrario a lo que sucede con otras civilizaciones, como es el caso de Mesopotamia, donde “tienen un millón de tabletas para trabajar”.

“Nosotros tenemos más o menos 17 códices prehispánicos. En primer lugar, las tabletas de arcilla en el desierto de Iraq o de Siria se conservan muy bien; es más, si se quema el edificio se conserva mejor, porque se cuecen. En cambio, nuestros códices están hechos de papel de corteza, de amate, de piel de venado y en nuestras condiciones climáticas no se conservan muy bien”.

Además, se sabe que hubo destrucciones de códices incluso en la época prehispánica, por eso se perdieron muchos manuscritos y con la conquista no les fue mejor, si bien, queda un conjunto de manuscritos religiosos que contienen muchas secciones relacionadas con el calendario adivinatorio.

Precisamente el Códice Telleriano Remensis tiene la gran ventaja de tener no sólo copias de documentos antiguos, sino también glosas en español, en italiano en el caso del Vaticano A, donde nos explican quiénes son esos personajes, qué tipo de cuentas calendáricas se utilizan, cuáles son los pronósticos que sacaban los especialistas basándose en estos manuscritos, “gracias a estas obras mixtas y a obras como la de Fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores nahuas, podemos interpretar los antiguos códices.

“Tenemos rituales prehispánicos que nos hablan de un fenómeno parecido, la fiesta de Teotleco, donde se usa harina de maíz y hay un sacerdote que está toda la noche allí y de repente aparece una huella, la de un pie de niño y entonces el sacerdote anuncia la llegada de los dioses.

“Ahí también tenemos datos etnográficos que nos hablan de la costumbre de esparcir cenizas alrededor de la cuna del niño recién nacido, o alrededor de su casa, y al día siguiente se observa qué tipo de huellas aparecen allí, para conocer la identidad del animal compañero del niño”.

Guilhem Olivier sostuvo que, para entender el uso de semillas, de cuerdas y de cenizas, los mitos del origen del ser humano son de gran ayuda. En el mito más conocido del origen de los hombres, Quetzalcóatl va al inframundo para recuperar los huesos de las generaciones anteriores, después de algunos enfrentamientos con Mictlantecuhtli pueden recuperar los huesos y las cenizas de generaciones anteriores.

De esta manera, se cuenta con varios materiales que se usan para la adivinación y casi todos se refieren de manera metafórica a las materias primas con las que fueron creados los hombres; de hecho, “los adivinos a menudo suelen decir tal grano de maíz representa a tal persona, su colocación indica que gozará de buena salud, pero hay una personificación de esos instrumentos adivinatorios”.

Son muy importantes los estudios etnográficos para conocer las técnicas: qué significa la manera como caen los granos, cuáles es el simbolismo de la tela o del petate donde caen los granos. En muchas partes se habla de esos soportes de adivinación como espejos: ahí se refleja el destino de la persona y eso nos remite a una de las deidades más importantes del panteón prehispánicos, Tezcatlipoca, dios del destino y su principal instrumento es un espejo.

“Funcionan como umbrales que abren las puertas para conocer el futuro, para conocer el destino, también sabemos que los códices prehispánicos se les llamaba de manera metafórica tezcatl, espejos, y que en ocasiones se podían lanzar granos de maíz o de frijoles sobre los mismos códices”.

El Códice Telleriano Remensis

Uno de los manuscritos pictográficos más importantes en este sentido es el Códice Telleriano Remensis, donado en el año de 1700 por el arzobispo Le Tellier, junto con otros 500 documentos de su colección, a la biblioteca del rey Luis XIV, con lo que pasó a la Biblioteca Nacional de Francia, “donde se atesora hasta el día de hoy: un documento que habría sido pintado sobre papel sobre tlacuilos indígenas, entre 1553 y 1555”, señaló Leonardo López Luján, integrante de El Colegio Nacional.

El documento fue parte de la reflexión del colegiado previo a la conferencia dictada por Guilhem Olivier, en donde diseccionó el códice: la primera parte corresponde a una cuenta de 365 días o calendario solar, Cempohuallapohualli, dividida en 18 meses de 20 días cada uno, a los cuales se suman al final los días aciagos.

La segunda parte del códice es un calendario adivinatorio de 260 días, 20 meses de 13 días y una de sus funciones principales es vislumbrar el futuro, conocido como Tonalamatl.

La tercera y última parte es la del Xiuhámatl, la del registro del pasado, “donde se nos ofrece una perspectiva un tanto propagandista, se centra en las hazañas de los señores de Tenochtitlan, sin dejar a un lado a los soberanos de Tlatelolco y de las ciudades aliadas de Tlacopan y Texcoco.

“Un códice que lo mismo muestra a migrantes como rústicos cazadores, en pos de unos pobres conejos, con huellas de pies se marca su recorrido por una serie de localidades señaladas con topónimos, en forma de cerros verdosos, que la historia dinástica de los mexicas, tanto tenochcas como tlatelolcas, los años se marcan con cartuchos pintados de azul y rojo, con énfasis en la entronización y la muerte de los soberanos”, explicó López Luján.

Fuente: El Colegio Nacional