La academia española de la lengua tiene una deuda con el mundo hispanohablante: Luis Fernando Lara

Corresponde a la Real Academia Española, agregó, elaborar un diccionario histórico del español

Desde hace más de una centuria, la Real Academia Española (RAE) debe al mundo hispanohablante “un verdadero diccionario histórico que sólo esta institución está en posición de elaborar, puesto que cuenta con todo el material necesario”, sostuvo el lingüista Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la primera parte de la lección El español mexicano moderno, perteneciente a su curso Historia del español de México 2023.

En el Aula Mayor de la institución, y a través de sus redes sociales, el colegiado, quien es director del proyecto del Diccionario del Español de México (DEM) desde 1973, agregó que es “una falacia considerar el Diccionario de la lengua española, elaborado por la Real Academia, como un diccionario del español general, común el mejor documentado”, que “son los calificativos que suelen utilizarse para defender la centralidad del dialecto de la Academia Española”.

“No sabemos objetiva y verificablemente cuál es ese español general o común; llegar a determinar cuál es supondría un extenso estudio del uso del vocabulario en todos y cada uno de los territorios en que se hable español, a partir del cual se pudiera definir el conjunto de vocablos que sean comunes a todos ellos. Tal estudio no existe, llevarlo a cabo implicaría una enorme inversión en personas, tiempo y dinero”, dijo.

El problema, desde su perspectiva, “no es solamente cuantitativo, es ante todo la inveterada actitud de la Academia Española que aún considera, como decía hace poco más de un siglo Leopoldo Alas, que los españoles son los dueños de la lengua”.

“El Diccionario de la Academia Española es, en realidad, un diccionario selectivo que elige los vocablos de acuerdo con los criterios subjetivos de los miembros de la academia, ligados ante todo al canon literario español y también a sus intuiciones, sus ideas acerca de la lengua, muchas veces al apego a normas morales y a sus criterios políticos, sobre todo durante la dictadura franquista y también con la inveterada actitud colonialista de la academia” explicó.

En su curso sobre Historia del español de México, que ya va en su segunda parte, Lara se refirió a los primeros intentos por defender la forma de hablar del mexicano, después del siglo XIX, y de los intentos por conformar un diccionario de mexicanismos.

De acuerdo con el censo de población de 1910, México contaba con 15 millones 160 mil 300 habitantes, de los cuales un 87% serían mestizos y criollos e indígenas el 13% restante. “Tal recuento puede ser erróneo, ocasionado por el constante proceso de invisibilización de los indios que se produjo durante el siglo XIX y por la manera concomitante en que se recabaron los datos”, dijo.

A pesar de la relevancia de la población indígena, antes y después de la Revolución, “había consenso en la necesidad de hispanizar a los indios, castellanizarlos, como prefieren decirlo varios lingüistas mexicanos. Por ejemplo, Andrés Molina Enríquez sostenía en su libro Los grandes problemas nacionales que publicó en 1909, la necesidad de obligar a los indios a aprender el español, así habría de lograrse la unidad de la nación”.

Otro más, recordó Lara, fue Justo Sierra, “refundador de la Universidad Nacional de México” quien dijo en un discurso del 13 de septiembre de 1902, al inaugurar el Consejo Superior de Educación Pública: “La poliglosia, es decir, las muchas lenguas, de nuestro país es un obstáculo a la propagación de la cultura y a la formación plena de la conciencia de la patria”. Según él, “el español como lengua nacional llegará a atrofiar y destruir los idiomas locales y así, la unificación del habla nacional, vehículo inapreciable de la unificación social, será un hecho”.

“Todos estos dichos de próceres mexicanos, porque tanto Molina Enríquez como don Justo Sierra, nos dejaron muchísimo conocimiento y nos dejaron educación, pero para todos ellos la conservación de las lenguas indígenas parecía ser un problema, un problema que tenían que eliminar. Hoy podemos decir que fue una grave equivocación, pero en aquella época así lo pensaban y entonces, claro, reforzaban la necesidad de que se enseñara español a todos los indios”, señaló Lara.

Poco interés por el español mexicano

Al ser una lengua común a todos, el modo local de hablar el español en México tardó en despertar el interés de los estudiosos, sostuvo Luis Fernando Lara. “Las lenguas indígenas, como nos resultan extrañas, sí son objeto de curiosidad y de conocimiento. El español, como lo tenemos, como ahí nacimos, no es objeto de curiosidad y por lo tanto costaba mucho trabajo que empezara un interés por la descripción del español como se hablaba en esa época, que es lo que necesitamos para entender la historia de la lengua”.

“Tampoco ayudaba a ello la dependencia del pensamiento normativo español y el esfuerzo por conservar la unidad de la lengua, dirigidos exclusivamente por la Academia Española. Nuestro español no podía ser objeto de estudio como tal, por lo que no es raro que sólo el léxico diferente del contenido en los diccionarios académicos de origen amerindio, popular y rural llamara la atención, los llamados mexicanismos”, sostuvo.

Con seguridad, dijo, “notaban las peculiaridades de la pronunciación del español, pero quizás sólo lo consideraban como hecho pintoresco, además de que no disponían del instrumental conceptual lingüístico de esa época que les permitiera observar y describir la pronunciación de los mexicanos, plantearse explicaciones por ejemplo para el seseo y el yeísmo, observar el uso de los pronombres personales, del voseo en la región centroamericana de México y otros fenómenos morfológicos y sintácticos”.

Lara rememoró a Mariano Silva y Aceves, quien también fue miembro del Ateneo de la juventud y quien fundó en 1933 el Instituto Mexicano de Investigaciones Lingüísticas, como fundador de los estudios lingüísticos mexicanos: “Estableció por primera vez las cátedras de Filología española, Fonética general, Náhuatl y Maya; lamentablemente murió en 1937 y con él sus esfuerzos, pues su instituto desapareció poco después”.

Durante la corta vida de cinco años del instituto, recordó, “publicó estudios sobre el zapoteco, el maya, el náhuatl, el purépecha y el léxico del español de varias regiones, así como recolecciones de nahuatlismos, zapotequismos o mayismos en nuestro español, lo que los convierte en los primeros registros de la variedad regional mexicana, y avanzó en las primeras investigaciones de geografía lingüística mexicana”.

El colegiado resaltó además la labor de Francisco Javier Santamaría, quien elaboró un Diccionario de mejicanismos, que, dijo, “es el mejor diccionario de mexicanismos con el que contamos, aunque su documentación se detenga obviamente a principios de la década de 1950”.

“Santamaría, noblemente, se dio a la tarea de completar y mejorar el vocabulario de mexicanismos que dejó inconcluso (Joaquín) García Icazbalceta, por eso al principio no lo nombró diccionario de mexicanismos sino Novísimo Icazbalceta. Su diccionario no es un libro modesto: tiene mil 200 páginas y quizá más de 50 mil artículos. La documentación de que hace uso este diccionario, que ya era grande y muy valiosa en la obra de García Icazbalceta, aumenta notablemente, incluyendo como lo afirma datos de otras variedades del español en América”, resaltó Luis Fernando Lara durante su cátedra.

Fuente: El Colegio Nacional