Expedición 364, un mapeo del cráter Chicxulub en busca de respuestas sobre el fin del cretácico e impactos en la biósfera profunda

Christeson se refirió al proyecto Expedición 364 que se llevó a cabo frente a la costa poniente de Yucatán, en el cráter de Chicxulub, considerado el mejor conservado del que se tiene registro en la Tierra. Esta investigación se realizó en dos fases, la primera consistió en perforar parte del espacio y permitió recuperar 840 metros de roca

“La forma y características de los cráteres cambian a medida que cambia el tamaño del impacto, si tienes un pequeño impacto obtendrás un simple cráter en forma semiesférica y sin borde, como el provocado por el meteorito en Arizona”, explicó la científica Gail Christeson al impartir la conferencia Mapping the peak ring, resurge deposit and top of melt at the Chicxulub impact structure (Mapeo del anillo de pico, depósito de resurgimiento y parte superior de la masa fundida en la estructura de impacto de Chicxulub).

La sesión transmitida en vivo el 2 de febrero, a través de las plataformas digitales de El Colegio Nacional, forma parte del ciclo Universidades por la ciencia, que coordinan el colegiado Jaime Urrutia Fucugauchi, Dionisio Meade Gracía y Araceli Rodríguez de Fernández, de Fundación UNAM, y Araxi Urrutia, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

La investigadora del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas en Austin agregó que a medida que aumenta el tamaño del impactador, éste excavará más material, lo que provocará un efecto de rebote. “Entonces en el centro se obtendrá lo que llamamos un pico central. Cuando se generan cráteres más grandes se elimina tanto material que el pico central colapsa y forma lo que se conoce como anillo de pico”. El anillo es la cadena montañosa que tiene forma circular en un cráter y sus mecanismos de formación son comunes en cráteres en la Luna y otros cuerpos planetarios, pero aún constituyen una incógnita.

Durante su charla, la experta en la corteza de entornos geológicos se centró en el anillo de pico que forma parte de la estructura del cráter de Chicxulub. Primero hizo una cronología de los antecedentes del descubrimiento de este impacto, entre los que se encontraron el hallazgo de la zona de anomalías concéntricas de la Península de Yucatán en 1948; el programa de perforación exploratoria de PEMEX, que inició en 1950 y que permitió encontrar rocas cristalinas y quebradas inusuales, que se interpretaron como parte de un gran campo volcánico; así como la propuesta de Álvarez en 1980 de que el evento fue causado por un impacto.

Christeson se refirió al proyecto Expedición 364 que se llevó a cabo frente a la costa poniente de Yucatán, en el cráter de Chicxulub, considerado el mejor conservado del que se tiene registro en la Tierra. Esta investigación se realizó en dos fases, la primera consistió en perforar parte del espacio y permitió recuperar más de 800 metros de roca, y la segunda consistió en llevar los cilindros de estas rocas a la Universidad de Bremen, en Alemania, para estudiar sus características a detalle.

“Entonces medimos la velocidad de la onda P de las rocas y la porosidad, entre otras medidas, y si nos enfocamos en el granito, que es lo que forma la calificación máxima, encontramos que las velocidades son muy bajas en comparación con lo normal otorgado. La perforación nos permitió recuperar rocas del cráter en la cima del anillo y luego pudimos usar datos geofísicos para mapear alrededor del cráter.”

La formación del cráter de Chicxulub, que tiene un diámetro aproximado de 200 kilómetros, está relacionada con el objeto de más de 15 kilómetros de ancho que cayó hace 66 millones de años y provocó la extinción de los dinosaurios. Cuando se constituyó este agujero en la costa Poniente de Yucatán, su zona central rebotó y colapsó otra vez, lo que provocó en su interior la formación de un anillo de pico. La mayor parte del cráter se encuentra sepultada en el litoral del Golfo de México, a 600 metros de sedimentos, y el restante está cubierto por depósitos de tierra caliza.

Los resultados de Gail Christeson y su equipo de trabajo arrojaron que el anillo de pico de Chicxulub está compuesto por rocas de granito fracturadas y afectadas por un sistema hidrotermal, que fueron elevadas desde una profundidad aproximada de 10 kilómetros por el impacto. “Los datos sísmicos muestran un colapso radial hacia abajo y hacia adentro de la cavidad transitoria en el cráter externo, y un colapso hacia arriba y hacia afuera dentro de la región central estructuralmente levantada”.

El mapeo del anillo de pico también indica que éste es generalmente un alto topográfico, es decir es estrecho y alto en el oeste y ancho y profundo en el norte y el este, además de que está compuesto de material de baja velocidad. “El cráter de Chicxulub fue formado por un abrupto impacto inclinado desde el noreste. El modelo que hicimos indica una disminución de la presión de choque, así como derretimiento y levantamiento transitorio del borde del cráter”.

De acuerdo con la investigadora, la formación de este agujero se dio durante el primer día del periodo Cenozoico, que comenzó con la extinción de los dinosaurios y coincidió con el gran impacto del asteroide en Chicxulub. Aseguró que una vez que el objeto celeste cayó en el lugar, en minutos se formó el anillo máximo, en decenas de minutos el anillo de pico cerrado en 40 metros de roca fundida, y en un día se desencadenó un tsunami.

“El tsunami alcanzó al cráter depositando en él arena fina y una capa que contenía fragmentos de carbón, lo que fue evidencia de incendios forestales producidos por el impacto. La coincidencia temporal de las perturbaciones ambientales modeladas con nuestro proyecto, como la oscuridad y enfriamiento, nos llevan a concluir que el impacto de Chicxulub llevó a la extinción masiva.”

Esta expedición busca también realizar un importante camino para responder a las preguntas planteadas sobre el impacto en el cráter, la extinción masiva del fin del Cretácico, así como los efectos de los impactos en la biósfera profunda. El proyecto es financiado por ConTex y en él también participan los científicos mexicanos Ligia Pérez-Cruz y Jaime Urrutia Fucugauchi.

Fuente: El Colegio Nacional