Es necesario restablecer el diálogo espacial entre el agua, la ciudad y la humanidad: Loreta Castro
Para Loreta Castro, el agua trasciende lo ornamental y se posiciona en el sitio donde el contexto, la necesidad y la conciencia convergen
Infinidad de ciudades en el mundo se fundaron alrededor del agua. No todas lograron establecer una relación de convivencia con el líquido, sin hacer a un lado que el cambio climático ha generado una serie de retos, aseguró el arquitecto Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional y coordinador del ciclo La arquitectura y la ciudad post-COVID.
En esta sexta sesión titulada La ciudad esponja, que se realizó el miércoles 3 de noviembre de forma presencial desde el Aula Mayor de la institución y transmitida en vivo a través de sus plataformas digitales, se contó con la participación de los especialistas Loreta Castro, Julio Gaeta y Enrique Lomnitz Climent.
Al dar la bienvenida, el colegiado reconoció que la aplicación de soluciones basadas en la naturaleza, como los techos verdes, pavimentos permeables o la restauración de humedales y ríos urbanos y periurbanos ha permitido de que mitiguen los impactos negativos de la urbanización en los ecosistemas naturales.
“Los jardines pluviales y los sistemas de biorremediación se utilizan para recolectar los escurrimientos y eliminar ciertos contaminantes; parte de esta agua se regresa al sistema natural y se almacena para garantizar la disponibilidad de agua para fines de uso o de riego o de limpieza, durante los periodos de sequía. Sabemos que en la Ciudad de México y en algunas ciudades ya padecen de problemas muy graves de sequía durante el estiaje, pero también ha habido inundaciones o desbordamiento de ríos, como el río Tula, o en ciudades que no esperaban tener estos desbordamientos.”
Situaciones extremas que tienen su explicación en el cambio climático, ante lo cual resulta fundamental encontrar alternativas: el tema de ciudad esponja surgió en China durante las últimas décadas como una respuesta al crecimiento tan desbordado que han tenido las ciudades y ante ello se ha universalizado el tema, apuntó Felipe Leal.
De acuerdo con la arquitecta Loreta Castro, la ciudad contemporánea, que funciona a través de infraestructuras subterráneas, ha olvidado integrar en su imagen al elemento más importante para garantizar su existencia, el agua: mientras urbes enteras se organizaron a través de los siglos en función del agua, “el día de hoy nos conformamos con abrir una llave y ver el agua correr, sin enterarnos de los mecanismos que se necesitan para que esto suceda”.
“Dicha situación ha generado una evidente ruptura entre los habitantes, la ciudad y el líquido vital. Los recorridos urbanos hablan muy poco de la imagen del agua; cuando se dejan ver es en forma de fuentes ornamentales, que dependen del funcionamiento de un sistema de distribución de agua estresado: un tema de lujo y desperdicio.”
De otro modo, el agua se echa de menos durante el estiaje y aparece de manera agresiva en época de tormentas. Esta condición paradójica pone en evidencia la incapacidad de la forma urbana, del diseño moderno de la ciudad, para incorporar el ciclo hídrico a su funcionamiento.
Una paradoja que, para la catedrática de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, se ha convertido en un problema común en muchas ciudades del planeta, y representa una situación en la que se hace necesaria la presencia, creatividad y esfuerzo de los profesionistas vinculados al diseño del espacio.
“Esta agua trasciende lo ornamental y se posiciona en el sitio donde el contexto, la necesidad y la conciencia convergen. Más allá de una reinterpretación melancólica de soluciones tradicionales, es preciso desarrollar una exploración arquitectónica, urbana y paisajística fundamentada en una investigación rigurosa, con la finalidad de transformar el imaginario que los habitantes de una ciudad tienen sobre el agua.”
Para lograrlo, destacó Loreta Castro, será necesario integrar el agua y su ciclo dentro del tejido urbano, con la intención de plantear soluciones creativas que hablen sobre la estética de la distribución y del saneamiento, con la intención de establecer un nuevo diálogo entre la infraestructura, la arquitectura, la ciudad, el paisaje y el agua.
En ese sentido, también es fundamental generar manifestaciones espaciales del agua para crear vínculos ambientales, urbanos, sociales y culturales permanentes, porque aquello que no se ve, desaparece, pero ¿qué significa hablar de agua hoy en México, en una época donde es necesario replantear el espacio público, en donde la experiencia del COVID también deberá transformar la manera de hacer ciudad?
“Hablar de agua en este país es complejo, porque los usos del agua están completamente desvinculados del contexto natural del lugar; las condiciones de habitabilidad y las tecnologías constructivas actuales presentan dinámicas vinculadas a la velocidad y a la economía. Vale la pena rediseñar los usos cotidianos y tradicionales del agua, reconsiderando su relevancia no solo como infraestructuras, sino también como elementos de transformación e identidad, capaces de reinstalar la imagen del agua como una característica esencial de la vida urbana y de incentivar la creación de espacios públicos, sobre todo en las zonas de mayor marginación dónde son muy necesarios y dónde más hacen falta”.
La especialista destacó el hecho de que el agua ha sido la excusa para desarrollar nuevos proyectos a partir de estos ejercicios y, tanto en el ámbito profesional como en el académico, se plantea retejer las relaciones entre los habitantes y el agua, a través de infraestructuras que también son arquitectura y espacio público, que también son territorio, y todo ello “con la finalidad de lograr un futuro sostenible en materia hídrica”, resaltó Loreta Castro.
El agua, como elemento de vida
En el 2014, el arquitecto de origen uruguayo Julio Gaeta, fundó un taller que llamó Tierra Agua, en gran parte porque está vinculado a su labor como profesor invitado en Venecia, a cuyos habitantes define como pobladores históricos del mundo, que construían barcos, que comerciaban y que, de alguna manera, se protegían de todas las amenazas en los siglos anteriores y “generan esta ciudad increíble, única, mágica”.
Debido a que de esa geografía ha logrado aprender gran parte de la relación que hay o debe existir entre el agua y las ciudades, el arquitecto mencionó que es importante pensar en la respuesta ante las inundaciones que se dan de manera natural y los trabajos que han desarrollado los venecianos para contener la llegada del agua hasta sus plazas, pero también de la manera en que otras urbes se enfrentan a las inundaciones.
“El título de las Ciudades esponja es muy acertado: es esa capacidad que, nosotros como ciudadanos, debemos de tener justamente como para absorber primero los problemas, concientizarlos, reflexionar respecto a estas problemáticas y ver qué solución se le puede dar: aquí se dice que en el futuro de las ciudades cada gota de agua cuenta, pero cómo estamos nosotros con respecto a ese cuidado”, se preguntó el arquitecto.
La interrogante estaba enfocada a saber de qué manera las autoridades, la academia, los profesionales, la sociedad en general, están próximos a ese esfuerzo: “y yo creo que no, estamos bastante lejos de los avances que existen en otros espacios”.
“Estamos lejos porque en todas las ciudades donde hemos tenido la oportunidad de trabajar, si bien podemos quedar felices con ciertos resultados, creo que a nivel agua, a nivel conciencia, no hay un empate todavía, una concientización por parte de las autoridades y, por lo tanto, no están los recursos disponibles para hacer los proyectos y disponer de los recursos económicos como para hacer lo que se debe y generar estos fragmentos de ciudades esponja.”
En países como los asiáticos, se invierten millones y millones de dólares para estos proyectos, porque no se trata sólo de generar espacios públicos y evitar pavimentos que no sean absorbentes: se requiere de toda una infraestructura de tuberías que, por ejemplo, generen y reciclen toda esta agua.
En diversas partes de la Ciudad de México se extraen aguas del manto acuífero y se generan fisuras, que traen deterioros. Alcaldías como Tlalpan o Xochimilco tendrían que generar un fragmento de ciudad esponja, no sólo los espacios públicos, “que es lo que estamos haciendo, sino que exista toda una red de tubería que estén canalizando y reacondicionando estos mantos acuíferos. Estamos trabajando sin una previsión a mediano plazo”, aseguró Julio Gaeta.
“Trabajamos en varios proyectos generando superficies de agua, partiendo de que la arquitectura no sólo sirva para dar sombra, sino que también sea un símbolo, algo didáctico para niños y jóvenes que vayan aprendiendo que el agua no sólo hay que cuidarla, sino hay que celebrarla, porque es un bien escaso.”
Enrique Lomnitz Climent dedicó su exposición a hablar de los esfuerzos más cotidianos que se han realizado para convertirnos en una ciudad esponja, a nivel de la vivienda, en especial en la Ciudad de México, que pasó de ser un territorio vinculado a la idea del agua a ser una plancha de concreto, “donde realmente es muy difícil encontrar el espacio físico para hacer cosas y, mucho menos, a una escala suficiente como para poder tener un impacto ante la crisis de agua tan profunda y compleja en la que vivimos en la Ciudad México”.
Luego de hacer un recuento histórico de cómo se empezó a desecar el lago de Texcoco, desde 1607, y en lugar de construir una ciudad adaptada a su entorno lacustre, “decidieron transformar el entorno con base en la visión de ciudad, una dinámica de la cual no hemos podido salir”.
“La desecación del Lago empieza a generar una especie de círculo vicioso donde la ciudad crece, al tiempo de estar súper vulnerable a las inundaciones y lo que tenemos que hacer es hacer otro boquete para drenar más rápidamente el agua.”
Para el diseñador, la crisis de agua en la Ciudad de México tiene que ver con una inercia de 400 años: hacer todo un esfuerzo constante para que lo que llueve, lo saquemos rápidamente y, por lo tanto, no nos inundemos y a largo plazo lo que resulta es que nos empecemos a volver una ciudad seca.
El fundador del proyecto Isla Urbana, que hace posible que las familias con poca disponibilidad de agua sean autosuficientes, no sólo apuesta por retener el agua en la Ciudad de México, sino también lograr un drenaje que no esté saturado, a partir de la captación de lluvia en una vivienda, a sabiendas de que esto es una pequeña parte de la solución, “no vamos a solucionar todo el problema de México, pero nos pareció muy interesante, porque lo pensamos potencialmente viables”.
“Al ser a tan pequeña escala, podías tomar acciones como para tratar de explorar o realizar la idea de que las casas capten agua de lluvia, sin llegar al punto de tener un megaproyecto aprobado que es muy difícil”, destacó Enrique Lomnitz.
La intención primordial es que la población se pueda volver partícipe de forma directa en su propio abasto de agua, no eliminando las otras fuentes de agua, sino agregando otra capa de infraestructura descentralizada encima del sistema que hay, aun cuando hay algunas que logran adoptar este sistema, mientras otras la rechazan.
“Una las cosas más interesantes de los proyectos que hemos estado haciendo, especialmente en los últimos dos años, y mucho este año, es el trabajar en comunidades y muy intencionadamente en las escuelas, no sólo para que también capten agua de lluvia, sino para que produzcan generaciones de niñas y de niños que ya sepan captar agua de lluvia y sepan hacer estos trabajos para el futuro.”
Fuente: El Colegio Nacional