En Teotihuacan tenemos más enigmas que certezas, su pintura es todo un universo: María Teresa Uriarte

“Teotihuacan nunca estuvo abandonada, siempre estuvo habitada y hemos podido identificar, a lo largo del tiempo, diferentes ocupaciones plasmadas en la cerámica”: Claudia María López

Se llevó a cabo la tercera sesión del simposio virtual El valle de Teotihuacan desde una perspectiva interdisciplinaria. Homenaje a Manuel Gamio, coordinado por Linda Rosa Manzanilla, miembro de El Colegio Nacional, en la cual especialistas compartieron los aspectos culturales, artísticos y geológicos de Teotihuacan, a cien años del libro La población del valle de Teotihuacan, investigación que dirigió y coordinó el padre de la antropología moderna en México.

La mesa se transmitió en vivo el 18 de mayo por las plataformas digitales de esta institución y contó con la participación de la curadora Laura Filloy, la historiadora María Teresa Uriarte, los arqueólogos Claudia María López y Emiliano Melgar, y el especialista en arqueología Mesoamericana David Carballo.

Laura Filloy, curadora asociada de arte precolombino en el Museo Metropolitano de Nueva york, se refirió a La escultura de Teotihuacan, expuso que el programa escultórico de esta región puede dividirse en dos manifestaciones, la escultura adosada a los basamentos y la de bulto: “La mayoría de las esculturas de gran formato están asociadas directamente a la arquitectura pública y privada, en general, forman parte de los tableros, aunque también se proyectan en los muros de las escalinatas”.

Agregó que se trata de presentaciones frontales, aunque hay algunas que se muestran de perfil: “Domina la simetría bilateral, la geometría y las repeticiones rítmicas de los elementos. Las excavaciones han mostrado la importancia que tenía el trabajo de la piedra en Teotihuacan”.

De acuerdo con la especialista, durante más de 5 siglos los teotihuacanos usaron piedra de fácil extracción de color rosácea y grisácea para la construcción de sus conjuntos habitacionales, basamentos o templos, pero también para la elaboración de relieves y esculturas adosadas: “El corpus de la escultura asociada a la arquitectura de Teotihuacan está dominado por representaciones zoomorfas: grandes serpientes, cabezas de felino y algunas aves, pero también se encuentran piezas que representan crótalos o garras”.

Además, hay distintos motivos asociados a la muerte, representaciones antropomorfas de deidades, y algunos que son geométricos, asociados al tiempo, al signo del año y a las festividades del fuego nuevo: “Las esculturas en general tenían grandes dimensiones, dominaban los espacios públicos, y podían ser vistas fácilmente a la distancia”, finalizó.

La pintura mural teotihuacana

En su participación, María Teresa Uriarte, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, dictó la ponencia La pintura mural teotihuacana. Comentó que, en general, la pintura estaba colocada en cenefas y en la parte central de los tableros, prácticamente todo estaba pintado, incluyendo los pisos: “Probablemente Teotihuacan sea de las ciudades que mejor conservan el número de murales in situ”.

Explicó que el Juego de pelota está representado en lo que se conoce como el Tlalocan de Tepetitla. Esta práctica tiene una antigua historia en Mesoamérica, desde el año 1600 a. de C. se identificaron restos en el cerro El manatí, en Veracruz: “La actividad fue representada en varias formas, a veces sin bastón otras con bastón. Algo curioso que encontramos fue la representación de un dentista en medio de la cancha de pelota”.

De acuerdo con la historiadora, Tláloc, dios de las tormentas asociado con el agua y el tiempo, también fue delineado en la pintura mural: “Está asociado con una planta que se ha identificado como un ninfea y lo curioso de esta especie es que sale en medio del agua, sus rizomas son altamente alucinógenos. Vemos en el mural que esta deidad llora y está relacionado con el tiempo. También puede representarse el paso del tiempo a través de las deidades, porque están señalando momentos de las salidas del Sol”.

Sostuvo que la serpiente emplumada tuvo una aparición importante en Teotihuacan, en la pirámide de la ciudadela y en el mural de los animales mitológicos: “Este ser híbrido que combina los opuesto, las aves y las serpientes, mezcla el ámbito celeste y telúrico”.

Otro de los murales teotihuacanos fue Manos dadivosas: “Es un glifo maya que quiere decir mano asperjando, y por los símbolos que lo acompañan puede significar rociar incienso como se ve en el mural de Tetitla en el cuarto 12. En Teotihuacan tenemos más enigmas que certezas, la pintura teotihuacana es todo un universo”.

La cerámica de Teotihuacan.

Al tomar la palabra, la arqueóloga Claudia María López comentó que la cerámica es uno de los materiales más abundantes en los sitios arqueológicos, su importancia radica en que, a través de su estudio detallado, se puede obtener la cronología e identificar a la sociedad que la hizo, utilizó y diseñó.

La titular de la Ceramoteca de Teotihuacan del INAH explicó que la importancia del análisis de la cerámica estuvo presente dentro de la obra de Manuel Gamio y de los trabajos que realizó en el valle de Teotihuacan: “Junto con Carlos Betancourt, lleva a cabo el análisis de las 15 exploraciones estratigráficas en la zona arqueológica de esa región. Lo que dio como resultado que se pudieran identificar tres formas básicas de la cerámica teotihuacana: los cajetes, los vasos y los jarros. También identificó dos tipos de cerámica utilitaria –la doméstica y de rituales–, además de diversas técnicas de decoración”.

En palabras de la experta, Teotihuacan nunca estuvo abandonada, siempre estuvo habitada y “hemos podido identificar, a lo largo del tiempo, diferentes ocupaciones plasmadas en la cerámica que vemos dispersa en toda la zona. Vemos cerámica teotihuacana, Mazapa, azteca y actual”.

“A cien años de la publicación de Manuel Gamio, se tienen identificados ocho grupos locales que trabajaron la cerámica y siete grupos foráneos. El grupo pintado, grupo Copa Ware, grupo lustroso, grupo naranja delgado, el grupo del Golfo, el grupo de Oaxaca, el grupo Occidente, el grupo Tlaxcala, el grupo Veracruz y el grupo Maya. Este es el reflejo de que Teotihuacan fue multicultural y étnica”, finalizó.

La talla de obsidiana en Teotihuacan

Por su parte, David Carballo, especialista en arqueología Mesoamericana, habló de La talla de obsidiana en Teotihuacan. Aseguró que el vidrio natural de origen volcánico fue clave para la ciudad: “Manuel Gamio comentó que otra causa por la que fue elegido este lugar, consiste en los grandes yacimientos de obsidiana en noroeste del valle, los cuales suministraron materia prima para fabricar flechas, cuchillos, navajas, y otras armas, amén de joyas y objetos.”

Expuso que existieron alrededor de cien talleres, además de los domésticos de menor escala: “Hemos hecho trabajos en dos de ellos, uno asociado con un templo y otro en la periferia de unidades domésticas en el sur de la ciudad de Tlajinga. Se encontraron depósitos de obsidiana con objetos como conchas marinas y del Golfo, instrumentos de lujo, que permitieron identificar el acceso al trueque con otras comunidades”.

De acuerdo con Carballo, la mayoría de los objetos que se hacían en el taller eran navajas para el mercado, elementos de adornos como lentejuelas y piezas simbólicas y siluetas excéntricas: “Hay evidencias de aprendizaje, se ve que la actividad la heredaban de generación en generación”.

Sin embargo, en el taller de la Pirámide de la Luna fue muy distinta la situación. El proceso de producción era para hacer puntas de dardo, bifaciales y siluetas miniaturas: “También encontramos figuras, siluetas excéntricas que se han encontrado en ofrendas piramidales, son figuras de guerreros, serpientes, rayos, humanos, símbolos que tienen que ver con el poder militar y estatal”, puntualizó el experto.

La lapidaria de Teotihuacan

Emiliano Ricardo Melgar, investigador del Museo del Templo Mayor, afirmó que Manuel Gamio conjunto en su magna obra un equipo multidisciplinario que abordó la lapidaria teotihuacana desde distintos ángulos y de todos los objetos destacan las máscaras teotihuacanas. “Hace 100 años, la mayoría de las piedras verdes eran consideradas jades. Desde hace un par de décadas ya se identificó mineralógicamente la jadeíta, cuarzo verde y serpentina a través de distintas técnicas confirmadas con las muestras de referencia”.

En palabras del arqueólogo, se tienen registrados tres principales patrones tecnológicos en lapidaria teotihuacana. Uno de ellos de manufactura local y dos con técnicas similares a las registradas entre zapotecas y mayas, sobre todo en el Petén Central. “En retrospectiva y a 100 años de la obra de Gamio, es posible rastrear la filiación cultural de los objetos a través de marcadores tecnológicos relacionados con determinados estilos y tradiciones lapidarias”.

Sostuvo que llamó la atención la escasez de jadeítas y lapidarias con tecnología maya en Teotihuacan en 378 después de Cristo, fecha de la famosa “Entrada Teotihuacana” en Tikal. “La comparación tecnológica entre cuarzos, jadeítas y amazonitas con la misma tecnología permite delinear probables rutas”, enfatizó.

Fuente: El Colegio Nacional