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En México, tenemos evidencia de presencia humana desde hace 13 mil años: María Ávila Arcos

“Las relaciones entre humanos y patógenos sirven como indicadores poderosos para investigar nuestra propia historia evolutiva”, agregó la investigadora del Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano de la UNAM

“En México, tenemos evidencia de presencia humana de hace 13 mil años. Esta población que llegó desde ese tiempo ha cambiado de manera drástica recientemente”, afirmó la especialista en genética María Ávila Arcos, al impartir “La historia poblacional de México vista desde la paleogenómica”, como parte del ciclo Universidades por la Ciencia, coordinado por Jaime Urrutia Fucugauchi, miembro de El Colegio Nacional.

La investigadora del Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano de la UNAM explicó que, tras las pandemias y la colonización, disminuyó el tamaño poblacional y la diversidad genética que existía, y tras la mezcla y el intercambio con poblaciones europeas y decanas, se dio lugar a la población que hoy se conoce como mestiza, que es principalmente una mezcla de razas entre África y Europa.

En un estudio que Ávila Arcos realizó para determinar los tiempos de divergencia y tamaño poblacional efectivo de poblaciones indígenas, la experta utilizó datos de secuenciación genética de distintas poblaciones del país y, con esos datos, investigó hace cuánto tiempo se puede encontrar una población común entre ellas.

“Logramos inferir que hace aproximadamente 7.2 mil años hubo una separación entre las poblaciones del norte y del sur del país que corresponden entre los rarámuris y los wixarikas; y después, sucedió entre la población del sur y sureste que corresponden a los triquis y mayas hace 5.7 millones de años. Es un ejemplo sencillo, que nos permite conocer un poco de las dinámicas sociales de la población del pasado”.

En relación con la paleogenómica, la científica sostuvo que es difícil trabajar con el ADN antiguo, porque con el paso del tiempo, la molécula de doble cadena, que es muy larga, se va fragmentando, en comparación con el ADN moderno. “Es como tener las piezas de un rompecabezas que son muy pequeñas y muchas, además, algunas faltan o se mezclan con piezas de otros rompecabezas”.

Con el paso del tiempo ocurre algo que se conoce como “daño”, que se refiere a que las letras de las bases del ADN pueden ir cambiando con ciertas reacciones químicas, se cambian de letra, lo que a veces confunde si es un “daño” o una “mutación”. “Pero existe una alteración que preocupa más, la “contaminación” que puede ser ambiental o puede ser causada por un laboratorio. Por eso, regularmente, los laboratorios de ADN modernos y antiguos están en distintos edificios”.

En palabras de Ávila Arcos, hace mil años, se generó una mega sequía en Mesoamérica que generó que pobladores de la región abandonaran sus espacios, a este fenómeno se le adjudica la caída de las civilizaciones de Tula y el abandono de algunas ciudades mayas. Para responder a la pregunta: ¿ocurrió un reemplazo poblacional a consecuencia de esta mega sequía? La investigadora comparó datos genómicos de 12 individuos post-sequía y pre-sequía del periodo prehispánico.

La respuesta fue: “no ocurrió, en la Sierra Gorda de Querétaro, debido a que la agricultura no era la principal actividad de la zona, sino la minería, y la minería no sufrió afectaciones por el cambio climático, por otro lado, la altura de la zona favorecía al clima templado y eso, tal vez, ayudó a que la población no fuera reemplazada por cazadores recolectores”.

Con relación a la Conquista, la experta subrayó que, el primer brote de la viruela durante la época de la Conquista en México, en el año 1520, fue de ocho millones de muertes; después, en 1545, la epidemia de una enfermedad llamada cocoliztli acabó con la vida de aproximadamente 15 millones de personas; y en 1576, otra vez, cocoliztli, un patógeno desconocido, acabó con la vida de dos millones. “Mi objetivo se resume en identificar patógenos antiguos en muestras arqueológicas del periodo colonial en el país”.

Agregó que, después de rescatar dentaduras de los individuos y extraer su DNA, se logró inferir que los españoles traían sus patógenos orales que reemplazaron a las cepas de los individuos prehispánicos. En paralelo, “estudiamos los virus, lo que encontramos en los individuos de la Conchita y del hospital fue el Parvovirus humano B19. Al hacer la comparación entre las poblaciones, fue interesante ver que estos virus parecían tener un origen africano, algo muy parecido ocurrió con el Hepatitis B”.

Sostuvo que estos genomas virales que son patógenos, fueron introducidos probablemente por la conquista española, pero por medio del comercio trasatlántico de individuos esclavizados, debido a que varios de los hospederos habían nacido en África. “Las migraciones de virus son nuestras migraciones. Nosotros vamos cargando nuestros patógenos a donde migramos”.

“Con estos resultados, decidimos estudiar a la comunidad de afromexicanos del presente. Logramos identificar que los ADN de la población afromexicana de Veracruz, por ejemplo, se parece mucho a los de la Costa de Benín, y los de la Costa Chica a población más del oeste de África como Senegambia”.

En conclusión, “estudiar la diversidad genética del presente nos puede revelar aspectos relevantes sobre nuestra historia poblacional. México se pobló después de la llegada de los individuos al continente americano, se tiene registro de individuos de hace 15 millones de años y la colonización europea desencadenó epidemias significativas, dejando una profunda huella en las poblaciones. Por lo tanto, las relaciones entre humanos y patógenos sirven como indicadores poderosos para investigar nuestra propia historia evolutiva”.

Fuente: El Colegio Nacional

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