El rostro humano es la herramienta comunicativa más poderosa de nuestra especie: Isaac Obed Pérez Martínez
Pérez Martínez recordó que el humano tiene 43 músculos faciales y que todos, en combinación, pueden generar 10 mil movimientos
“Sin pronunciar una sola palabra, nuestro cuerpo transmite información constante, una sonrisa apenas perceptible, un ligero movimiento de cejas o un cambio en la postura puede reflejar lo que pensamos, sentimos o incluso nuestro estado de salud”, sostuvo Pablo Rudomin, miembro de El Colegio Nacional, en la conferencia Lo dices sin hablar: el poder oculto del lenguaje corporal, como parte del ciclo Las neurociencias en México y el mundo.
El colegiado aseguró que el lenguaje corporal intuitivo, lleno de matices, es una fuente inagotable de datos sobre nuestra mente y nuestras emociones. “Hoy las neurociencias y la inteligencia artificial permiten descifrar estas señales con un nivel de precisión antes impensable. Desde la detección de micro expresiones que duran fracciones de segundo hasta la identificación de patrones asociados a emociones, estrés, atención y movimiento, estas tecnologías amplían nuestro entendimiento de la condición humana; abren oportunidades en salud, interacción humano-máquina, y, sobre todo, inciden en la cuestión educativa”.
Al tomar la palabra Mario Treviño Villegas, responsable del Laboratorio de Plasticidad Cortical y Aprendizaje Perceptual del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Guadalajara, expuso que el cerebro no sólo procesa salidas motoras, resuelve problemas de los organismos y su adaptación a su entorno. “Los organismos que poseen un cerebro son agentes activos y esto quiere decir que no reaccionan sólo a los estímulos, sino que también tienen actividades proactivas para corroborar hipótesis que se generan en nuestras cabezas”.
“Yo, invito a repensar la conducta bajo tres lineamientos principales: el primero, que los organismos que tenemos un cerebro tenemos un cuerpo; el segundo, es la intencionalidad que tiene que ver con las metas, expectativas y motivaciones; y el tercero, es la trayectoria vital de los organismos”.
Treviño Villegas sostuvo que lo interesante de los nuevos sistemas computacionales es que están llegando a soluciones adaptativas que se parece mucho a la biología, lo que ayuda a los investigadores a controlar el movimiento de sistemas, lo que tiene aplicaciones en el control robótico. “Es una invitación a integrar las neurociencias en sistemas con el análisis del comportamiento animal, tener métodos para detectar las conductas relevantes”.
De acuerdo con el investigador, no se puede entender la conducta humana sin analizar su entorno y sus cambios. Para comprender su funcionamiento, es necesario desarrollar lo que se conoce como operacionalizar, es decir, tomar conceptos abstractos, entre los que se encuentran, la decisión, la atención y la motivación para llevarlos a una variable medible. “La meta no es sólo cuantificar datos, sino adentrarnos en la estructura funcional del comportamiento”.
Por su parte, Isaac Obed Pérez Martínez, titular del Laboratorio de Neurobiología de las Sensaciones y Movimientos Orales de la FES Iztacala de la UNAM, recordó que el humano tiene 43 músculos faciales y que todos, en combinación, pueden generar 10 mil movimientos. “El rostro humano es una de las herramientas comunicativas más poderosas que tiene nuestra especie”.
El investigador agregó que la expresión facial es un evento motor complejo, por lo que analizar las reacciones de un rostro es muy difícil. Se trata de un evento dinámico, algo que requiere movimiento y tiempo para llegar a un clímax y luego regresa a la normalidad; además, puede ser voluntario e involuntario.
Pérez Martínez detalló que, en la década de los sesenta, se pensaba que existían seis expresiones faciales prototípicas: felicidad, interés-sorpresa, miedo, ira, disgusto-desprecio y tristeza, según el psicólogo estadounidense Paul Ekman. Sin embargo, se trató de premisas que se fueron derrumbando. “Él decía que eran respuestas innatas y, por lo tanto, representaban tipos primarios de emociones con las cuales nacíamos. También que son universales y que, incluso poblaciones que no habían tenido contacto con las sociedades modernas, contaban con el mismo código”.
Pero cincuenta años después, el trabajo del científico Carlos Crivelli, en el 2016, sugirió fuertemente que, al menos estos comportamientos faciales no eran panculturales, sino culturalmente específicos. Lo que hizo fue vivir en las Islas Trobiand, en Nueva Guinea, aprendió el idioma y comenzó a estudiar la interpretación que le daba el público de la localidad a los movimientos faciales que sugirió Ekman.
Le llamó la atención que las imágenes que representaba temor, para los pobladores representaba amenaza o agresión, lo que comenzó a cambiar la forma de ver el movimiento facial, es decir, “el número finito de formas en que los músculos faciales pueden moverse crea una plantilla básica de expresiones que luego se filtran a través de la cultura para ganar significado”.
El investigador explicó que las tecnologías emergentes aspiran a codificar las emociones humanas y de animales. Existen diferentes conductas y en 2024, en la revista Nature, se publicó que la expresión facial era la base de comportamientos innatos y naturales para reflejar estados internos espontáneos, no forzados por el entrenamiento. Además, que la expresión facial también permitía identificar los estados internos basándose en los datos, sin imponer ideas preconcebidas. “Con esta información se puede rastrear la evolución de los estados internos a lo largo del tiempo”.
Fuente: El Colegio Nacional