El quehacer de las ciencias de información espacial y su impacto

Cecilia Gutiérrez Nieto (CentroGeo)

La maestra en Geomática es profesora investigadora tecnóloga asociada “A” y coordinadora de la Unidad de Formación a Distancia en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo). Contacto: Gabriela López Aguilar, en el correo glopez@centrogeo.edu.mx.

Las actividades humanas han propiciado grandes cambios en el territorio, y ubicar un fenómeno o aspecto de la vida cotidiana se vuelve relevante en el momento en que nos preguntamos ¿dónde?; esta respuesta puede orientarse hacia diversas problemáticas territoriales, como la ubicación de sitios donde construir nuevas clínicas u hospitales, las acciones a tomar sobre mejores rutas para el envío de ventas en línea, la identificación del lugar idóneo para la construcción de una carretera, el acceso a información turística, etcétera.

Sin embargo, no solo el ¿dónde? es significativo, sino también la escala o nivel de detalle geográfico (Longley and Goodchild; 2015: pp. 2-4), pues no es lo mismo analizar un fenómeno de dispersión de alguna epidemia, que el crecimiento urbano de una ciudad: cada uno requiere un nivel de análisis diferente, en el cual el factor tiempo también cobra relevancia, asumiendo la existencia de ciertos fenómenos que deben resolverse con cierta prontitud, y otros que requieren algún tipo de planeación, o la evolución de algunos más que debe ser monitoreada en cuestión de horas o días, algunos por su naturaleza a través de los años, siglos e incluso épocas.

Las ciencias de información geoespacial representan un campo de conocimiento multidisciplinario, en el cual se privilegia el uso de la información geográfica y de las tecnologías para adquisición, almacenamiento y manipulación de datos espaciales que provienen de diversas fuentes como fotografías aéreas, imágenes de satélite, captura de imágenes con drones, mapas digitales y datos tabulares. Este enfoque recoge distintos saberes, entre ellos, el de las matemáticas, la estadística, las ciencias de la computación o la geografía, por mencionar solo algunas (Di Biase, et. al.; 2006), que al evolucionar conciben al territorio como un sistema complejo, dinámico y poseedor de un fuerte componente socio-espacial; el punto de convergencia es el aprendizaje adquirido para la toma de decisiones sobre el comportamiento de algún fenómeno.

Cabe agregar que las ciencias de información geoespacial han manifestado un proceso evolutivo, el cual se aprecia desde el momento en que se dejan de utilizar los conceptos geográfico y espacial por separado, y se sustituyen por el término geoespacial.

¿Cuándo pasamos de lo geográfico a lo geoespacial? Longley & Goodchild (2015: p.5) sustentan que este cambio se presenta a partir de la acelerada producción de datos que día con día generamos y demandan un gran almacenamiento, pero también a partir de que tanto ciudadanos como gobiernos e instituciones generan sus propios registros que transforman en información para disponer de ellos a través de diversas plataformas y medios; esto ha llevado a la necesidad de representarlos de formas distintas, sin que por ello impacten en la manera de concebir el mundo.

Dentro de las ciencias de información geoespacial, cualquier dato suele ser un texto, un número o un símbolo que produce información; en el momento en que se interpreta tiene un valor agregado y es sometido a un proceso de selección, planeación u organización; el valor que el dato adquiere se da hasta que su interpretación se circunscribe en un contexto, le es asignado un propósito, o forma parte de una experiencia; en ese instante genera conocimiento (Longley & Goodchild et. al.; 2015: p. 10).

En otras palabras, colocar datos en cualquier medio digital o análogo no tiene valor, hasta que se analizan o interpretan, y ello dependerá de las necesidades y la experiencia de quien los esté usando. Bajo esta premisa, el conocimiento no es fácil de adquirir, mucho menos de trasmitir o cuantificar; es aquí donde las ciencias de información geoespacial se ven favorecidas por la tecnología, las metodologías y las herramientas para comprender mejor el territorio.

El papel de la tecnología juega un papel relevante en el momento que involucra nuevas metodologías e innovadores procesos para colectar, almacenar, procesar analizar, visualizar y publicar información geoespacial; hay que reconocer que actualmente encontramos información en todas partes, tenemos acceso a la misma de diferentes formas y la divulgamos bajo diversos contextos; por si esto fuera poco, necesitamos entender, además, que formamos parte de una gran red en donde utilizamos mecanismos como la nube, no solo para almacenar datos, sino para ejecutar múltiples métodos de análisis o para hacer uso de sistemas en tiempo real, como los navegadores espaciales que permiten tomar decisiones en el territorio.

En este orden de ideas, nos situamos en una era en la que hemos producido tantos datos que se ha vuelto complicado hacer uso de los mismos y cada vez es más frecuente escuchar conceptos como BigData, infraestructura de datos o interoperabilidad; todos tienen que ver con la producción exponencial de datos espaciales que provienen de fuentes como el comercio electrónico, las redes sociales, los videos compartidos, las señales de GPS, etcétera, datos que de una u otra manera poseen al menos coordenadas geográficas, y que aún para los expertos todavía representa un reto su tratamiento.

Esta cantidad de información viene acompañada del uso de dispositivos electrónicos: tabletas, teléfonos inteligentes (smartphones) o gadgets en los vehículos, cuya fabricación se vuelve más sofisticada, y a los cuales se les acopla un sinfín de aplicaciones que, gracias al uso de internet, nos permiten tomar decisiones sobre nuestro espacio. Tal abundancia de aplicaciones también tiene un impacto orientado a cubrir las necesidades de los usuarios en términos de análisis y publicación de los datos espaciales, a la vez que vulnera el uso de software comercial que la mayoría de las veces se torna inaccesible para los usuarios.

Longley & Goodchild (et. al.; 2015: pp. 20-21) identifican tres etapas evolutivas en el desarrollo de software:

a) La era de la innovación (surgimiento de las herramientas que permiten el paso de la cartografía análoga a la cartografía digital).

b) La era de la comercialización (competencia por ofrecer los mejores beneficios a través de desarrollo de software).

c) La era de la apertura y uso generalizado (software libre y el acceso a la información a través de servicios como Google Earth, Open Street View, Amazon, servicios distribuidos diversos, entre otros).

Esta apreciación sigue vigente; prueba de ello es que en la actualidad pagamos por un servicio con temporalidad anual, el cual administran los desarrolladores de esos servicios y su meta es incrementar ganancias. Bajo estos argumentos, la representación del lugar adquiere otro significado tanto para los que representan el espacio, como para quienes solo lo interpretan, y es aquí donde el quehacer de las ciencias geoespaciales se vuelve relevante por su cuerpo de conocimiento que comprende: métodos analíticos, fundamentos conceptuales, modelado de datos, geocomputación, tecnología y sociedad, e incluso aspectos organizacionales (Di Biase et. al.; 2006).

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Referencias bibliográficas

Di Biase, D., M. DeMers, A. Johnson, K. Kemp, A. Luck, B. Plewe, & E. Wentz (2006). Geographic Information Science and Technology Body Knowledge. 1st Edition, Washington DC, Published by Association of American Geographers.

Longley P., M. Goodchild, D. Maguirre & D. Rhind (2015). Geographic Information Science and Systems. 4th edition, USA, printed by Wiley & Sons Inc.

Fuente: México es Ciencia