El estilo tenochca del arte ritual con concha, definido el durante el reinado de Axayácatl: Adrián Velázquez Castro

El colegiado Leonardo López Luján señaló que, en el Templo Mayor, los animales que se ofrendaban eran elegidos por sus colores o formas extrañas

Entre 1469 y 1481, durante el gobierno de Axayácatl en el antiguo imperio mexica, se logró crear un estilo tenochca del trabajo de la concha que se distinguió del resto de lo que se hacía en Mesoamérica, afirmó el investigador Adrián Velázquez Castro, especialista en objetos de concha prehispánicos.

Al dictar la conferencia “Conociendo el pasado a través de los materiales arqueológicos de concha”, como parte del ciclo “La arqueología hoy”, que coordina Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional, el especialista señaló que muchas piezas eran elaboradas especialmente para las ofrendas del Templo Mayor y no han sido localizadas en otros contextos.

“Muchas de estas piezas son exclusivas de las ofrendas del Templo Mayor, no las vamos a encontrar idénticas ni en las edificaciones aledañas del mismo recinto sagrado de Tenochtitlan ni en ningún otro sitio de Mesoamérica, de lo cual podemos inferir que eran producciones hechas para el culto más cerrado y elitista de la sociedad que era precisamente hacer estas ofrendas a sus divinidades”.

Velázquez Castro coordina, desde el año 2000, el proyecto Técnicas de manufactura de los objetos de concha del México prehispánico, en el que estudia diversas colecciones de concha, con temporalidades desde el Formativo hasta el Posclásico tardío, mediante la arqueología experimental y el análisis con microscopía electrónica de barrido para identificar las huellas de manufactura que se utilizaron antiguamente.

El antecedente del estilo tenochca logrado en el reinado de Axayácatl, dijo, “lo tenemos en una de las ofrendas de la época de Moctezuma I, que es el antecesor de Axayácatl, que gobernó entre 1440 y 1469”. Se trata de una prenda, definida por la investigadora Lourdes Gallardo como la que se colocaba a los niños epcoatl (serpiente de nácar) destinados al sacrificio en honor a Tlaloc en lea laguna de México.

“Está integrada por piezas geométricas, hay piezas rectangulares y hay piezas circulares, pero, sobre todo, hay piezas zoomorfas, que son representaciones de fauna lacustre, de fauna del lago, que eran, por supuesto, un recurso alimenticio muy importante”. Una vestimenta del mismo tipo, pero de la era de Axayácatl, “es muy similar en forma, pero la factura es mucho más fina y estamos hablando ya de un estilo tenochca del trabajo de la concha”.

Durante su ponencia, el investigador de la zona arqueológica del Templo Mayor ofreció un repaso general sobre la importancia de las conchas en la antigüedad. Se refirió a los usos alimenticios de los moluscos, la extracción de tintes y la elaboración de instrumentos de trabajo; también se refirió a la procedencia y sus rutas de intercambio y la elaboración de los objetos de concha, así como de su simbolismo.

Elegidos por sus colores y formas extrañas

Más que por sus propiedades comestibles o como materia prima, los sacerdotes mexicas elegían a los animales que depositaban en sus ofrendas por sus colores, por sus formas extrañas y por su profundo simbolismo cosmológico, afirmó el arqueólogo Leonardo López Luján, como introducción a la charla de Velázquez Castro.

“Lo que nosotros, los arqueólogos, recuperamos aquí en el Centro Histórico de la Ciudad de México es una gran diversidad de taxones los sacerdotes mexicas”, comentó el miembro de El Colegio Nacional.

Hasta la fecha se han identificado más de 500 especies pertenecientes a los filos de las esponjas, los cnidarios o corales, los equinodermos, los insectos, los moluscos y los cordados.

López Luján mostró imágenes de la Ofrenda 126 de la zona arqueológica del Templo Mayor, “que apareció justo por debajo del monolito de la diosa tierra de Tlaltecuhtli, que fue descubierta por Álvaro Barrera el 2 de octubre de 2006, una fecha obviamente histórica”. Una ofrenda de tipo dedicatoria que se conservó en una caja, la más grande descubierta hasta ahora, en la que fueron depositados 12 mil objetos.

“Y una cosa que nos maravilló fue la inusitada biodiversidad de esta ofrenda. En el fondo de la caja había huesos pertenecientes a 28 lobos, 19 linces, 15 pumas, tres jaguares, un ocelote, un conejo de florida, un ratón ciervo, cinco águilas reales, cuatro búhos americanos, dos halconcitos colorados, un gavilán colirrojo, un gavilán pollero, dos codornices y una serpiente de cascabel”.

En los niveles intermedios de la ofrenda, apuntó, los sacerdotes concentraron hace más de 500 años “toda suerte de organismos oceánicos: había un pez aguja, pez globo, pez zapatero, pez cabrilla, rémoras y peces jorobados, también aparecieron los restos de dos peces sierra y más abajo se identificaron numerosas especies de moluscos”. Lo anterior, aseguró, ha sido producto de la investigación realizada por su colega Jimena Chávez.

De acuerdo con los informes de la bióloga Belém Zúñiga Arellano, “había 65 especies diferentes de almejas, 60 especies distintas de caracoles, no estoy hablando de individuos, sino de especies, y una de cucaracha de mar. También aparecieron cuatro especies de corales, seis de estrellas de mar, una de erizo de mar, una de galleta de mar, una de bizcocho de mar, una de estrella serpiente, una de pepino y una más de esponja”.

“Las cifras totales de la fauna recuperada en la Ofrenda 126 son simplemente abrumadoras, tenemos un número mínimo de mil 688 individuos pertenecientes a 167 especies distintas, es una verdadera locura”, señaló.

Símbolo de fertilidad

Inevitablemente relacionadas con el agua, las conchas tenían un simbolismo para los antiguos mesoamericanos que las relacionaban con peticiones de fertilidad, tanto de la tierra como de la humana, agregó el investigador Adrián Velázquez Castro.

“Las conchas, por supuesto, tienen una relación con el agua en Mesoamérica, siempre forman parte o rematan los chorros de agua en las representaciones de los códices, o bien, en las ofrendas integran estas representaciones del inframundo acuático. Sobre todo, las conchas en estado natural, pero también las conchas forman parte de peticiones de fertilidad”.

En un fragmento de un mural de Teotihuacán, ejemplificó, “tenemos a un sacerdote sembrador y se ve cómo sale una vírgula florida en el interior de las cuales vemos almejas y vemos caracoles, el personaje va sembrando”. Aún más, en el Códice Vaticano Latino o en el Códice Telleriano-Remensis se representa a Metzli, la luna, con un caracol en la espalda “para indicar que, al igual cómo un gusano sale de ese hueso concha, así sale el hombre del útero de su madre”.

“Entonces vemos que las conchas forman parte de peticiones de fertilidad, ya no nada más peticiones de fertilidad de la tierra, sino inclusive entendidas a la fertilidad humana, al emular al caracol con el útero femenino. Hasta ahorita todo va muy claro: conchas-agua, agua-fertilidad, es muy lógico, fertilidad de la tierra, fertilidad incluso humana, pero tenemos otros contextos que son un poquito más difíciles de entender”.

¿Por qué las conchas forman parte de contextos sacrificiales o de contextos guerreros?, cuestionó. Para responder, Velázquez Castro se refirió a las ofrendas del Templo Mayor: “Al hacer el análisis en las ofrendas, yo pude definir tres grupos básicos por la distribución en el recinto sagrado. Los objetos que van a aparecer en la mitad norte, o sea, en la mitad dedicada a Tláloc; los objetos de concha que nada más van a aparecer en la mitad sur, o dedicada a Huitzilopochtli, y los que van a aparecer tanto en el Templo Mayor como en las edificaciones anteriores”.

De acuerdo con la configuración de las ofrendas, su ubicación y las entidades representadas, el investigador concluye “que el simbolismo general de la concha es un simbolismo de fertilidad. Así lo vemos en las ofrendas del templo de Tláloc, de una manera muy claramente, y esto explica por qué los guerreros pueden llevar o llevan sistemáticamente atributos de concha: por ese carácter fertilizante con que se les concebía en la cosmovisión mexica, muy particularmente y muy probablemente en la cosmovisión mesoamericana”, enfatizó el especialista.

Fuente: El Colegio Nacional