El estilo femenino en el liderazgo de la ciencia

 M. en C. Joaquín Ramírez Ramírez

Es el primer día de tu vida como investigadora. Conoces el método científico y tienes una buena pregunta de investigación para empezar tu carrera. Sales de tu nuevo cubículo para hacer el primer experimento. Pero te das cuenta de que no tienes estudiantes, reactivos ni pipetas, sólo un matraz empolvado que compraste una vez en la licenciatura para reponer el que rompiste. Te enfrentas a una nueva realidad: escribir peticiones de donativos, administrar los recursos, dirigir tesis, resolver los conflictos internos y motivar al grupo. Requieres ciertas habilidades que no necesariamente adquiriste durante tu formación académica. Ahora debes convertirte en una líder.

De acuerdo con una guía elaborada por el Howard Hughes Medical Institute y el Burroughs Wellcome Fund, el liderazgo es lograr que la gente visualice las metas que se deben alcanzar. Esto implica primero tener una visión y poder interaccionar con las personas para lograr un objetivo en común.

La visión del líder surge a partir de una motivación esencial. Como diría la doctora Claudia Treviño, investigadora del consorcio de fisiología del espermatozoide en el IBt: “para ser un lí- der no se debe olvidar la motivación principal de hacer ciencia, que es conocer cómo funciona la naturaleza, encontrar la verdad”.

La interacción con las personas puede ser complicada, pues cada cabeza es un mundo y es difícil empatar las personalidades. “Un líder debe tener facilidad de comunicación de una manera no autoritaria, deja que florezcan las habilidades de cada persona y sobre todo, debe ser empático. El miedo sólo funciona a corto plazo”, dice la doctora Liliana Pardo, investigadora del IBt que actualmente trabaja en un megaproyecto dirigido al estudio de las bacterias del Golfo de México y su potencial biotecnológico (ver Biotecnología en Movimiento No. 7, pág. 29), donde coordina a un grupo de 30 investigadores.

Al agua, pato

¿El liderazgo se puede aprender? La doctora Claudia Martínez, quien investiga en el IBt la función de las enzimas llamadas “expansinas” (ver Biotecnología en Movimiento No. 1, pág. 6), tanto bacterianas como de plantas, tuvo que enfrentarse a un nuevo reto cuando llegó de posdoc a otro laboratorio: dirigir un grupo de investigación. Renunció a su trabajo anterior en busca de mayor independencia. Como era la única contratada para realizar al cien por ciento tareas de investigación, tuvo la responsabilidad de coordinar los proyectos de los estudiantes. Esto implicó dirigirlos, contribuir a la escritura de los artículos y ayudarlos en las cuestiones técnicas; así aprendió a manejar un laboratorio.

También se puede aprender viendo cómo ejercen su liderazgo otras personas.“Tuve una figura de liderazgo en mi tutor de licenciatura”, dice la doctora Isabel Gómez, investigadora del IBt, cuya pasión es estudiar las interacciones de las toxinas insecticidas de Bacillus thuringiensis con los receptores de los insectos. “Era metódico, ordenado, sistemático. Al inicio de la semana se reunía con nosotros para planear el trabajo, plantear objetivos y distribuir el tiempo para aprovecharlo. Aprendí a tratar a las personas al ver cómo mi jefe se comportaba con los otros estudiantes. Nunca mandaba. Era más bien una organización horizontal, no vertical. Había una convivencia super padre. No hay una materia donde se aprenda todo eso: te vas formando con las experiencias”.

El liderazgo se puede buscar. La doctora Gloria Saab, jefa del departamento de Ingeniería Celular y Biocatálisis del IBt, comenzó a escribir peticiones de donativos por iniciativa propia cuando recién se integró como investigadora en el laboratorio del doctor Xavier Soberón. Tras realizar su doctorado en Estados Unidos, trata de aplicar la filosofía de trabajo en su grupo. “Allá, el estudiante es responsable de su propio aprendizaje y de resolver sus propios asuntos”, dice.

Laura Palomares, jefa del laboratorio de bioprocesos y nanobiotecnología del IBt, lo tiene muy claro: “Comienzas a ser un líder cuando te das cuenta de que nadie va a resolver los problemas por tí. Hay que apropiarse de las cosas; eso te hace tomar acciones. Para mí hay dos tipos de personas: los líderes, que resuelven problemas, y los antilíderes, que los crean”. En esta misma filosofía, la doctora Clarita Olvera, del IBt y quien es especialista en la síntesis enzimática de polímeros biocompatibles, le dice a sus estudiantes: “No existe el ‘no me sale’. Tienes que buscar la forma de que sí salgan las cosas. Dime cómo sí se puede. Tienes que dejar de ver sólo dentro de la caja”.

Echando cuentas

Una parte fundamental del liderazgo es hacer un uso eficiente de los recursos. Obtener donativos para realizar tu proyecto de investigación puede ser complicado, especialmente si cada año hay recortes al presupuesto. “Para administrar los recursos siempre pienso que el próximo año será de vacas flacas”, dice Laura Palomares. Con la práctica se vuelve cada vez más fácil escribir las solicitudes. “Es por eso que es importante escribir una buena tesis”, dice Isabel Gómez. Así aprendes a vender tus ideas.

La doctora Marcela Ayala, experta en biocatá- lisis redox en el IBt, se sumergió en el mundo administrativo durante su transición de estudiante hacia líder académico. Se percató de cuánto cuestan las cosas, cuánto cuesta su tiempo de trabajo y cuánto le cuesta al país. “Si hiciéramos el cálculo de cuánto dinero se gasta en realizar una tesis, nos echaríamos para atrás”. Comenta en relación a los considerables recursos involucrados en el desarrollo de una tesis.

¿Cómo puede una líder hacer un uso eficiente de los recursos? La clave parece estar en una buena planeación y mucha creatividad. “Para sortear las dificultades, hay que organizarse y priorizar. Uno trabaja más de ocho o diez horas al día”, dice la doctora Alejandra Covarrubias del Departamento de Biología Molecular de Plantas del IBt, quien investiga los mecanismos moleculares de las plantas para contender con la limitación de agua. “A pesar de que a veces los recursos son escasos, somos muy buenos en México para hacerlos rendir y así cumplir con los objetivos”.

Manejar los recursos es indispensable, pero puede llegar a ser muy engorroso. Las investigadoras consideran que si dedicaran menos energía a la gestión y administración de recursos, podrían disfrutar mucho más la fundamental tarea de hacer ciencia, enseñar y dirigir a sus estudiantes.

Aceitar los engranes

Las piezas deben estar en su lugar y todas deben girar en el mismo sentido para que la maquinaria funcione. De vez en cuando (o tal vez más frecuente de lo que parece) es necesario echar aceite para que todo siga marchando. Ya no se trata sólo de trabajar con bacterias y proteínas, sino también con personas. Esta tarea requiere de otras habilidades.

Cada investigadora tiene una forma diferente de manejar su grupo y motivarlo. Por ejemplo, Claudia Martínez transmite a sus estudiantes la emoción que siente por su campo de investigación, y trata de ser muy positiva, algo que aprendió en parte de los ingleses. Gloria Saab tiene reuniones semanales con sus alumnos para discutir artículos novedosos sobre plegamiento de proteínas y viajar juntos a la vanguardia del conocimiento.

Los experimentos no siempre marchan bien. Marcela Ayala dice que cuando se presenta un problema con el proyecto del estudiante, lo motiva a que lea más, que busque otros enfoques. “Los problemas bien manejados pueden llevar a grandes aprendizajes”, añade. Alejandra Covarrubias siempre les pregunta a sus estudiantes cuando empiezan su investigación: ¿están convencidos de que les apasiona su proyecto? Cuando el entusiasmo va a la baja, les hace la misma pregunta. Es una tarea constante.

Para que los estudiantes desarrollen su máximo potencial es necesario que haya un buen ambiente de trabajo. Esto implica que no haya conflictos internos o que estos se resuelvan de manera civilizada. El papel del líder es fundamental. “Un atributo esencial de un líder es el autocontrol: mantener la calma, entender a los demás y no tomar decisiones precipitadas en el momento de crisis. Hay que meditar las cosas”, dice Claudia Treviño. Para Isabel Gómez, el punto es ser incluyentes. “Hay que respetar el trabajo de todos; todos son importantes. Si no, surgen las envidias. Con las ideas de todos se enriquece el trabajo”.

La empatía es lo más importante para dirigir un equipo, dice Clarita Olvera. “Hay que hacer sentir a las personas parte del grupo. Cuando logras eso, las personas dan de sí más de lo que te puedes imaginar”.

Líderes, a pesar de todo

Sólo cuatro mujeres han recibido un premio Nobel en el área de ciencia. Esto puede deberse a que históricamente las mujeres participaron en la ciencia de manera más tardía. Lo que es cierto, es que durante mucho tiempo las sociedades científicas (y las que entregan premios) han sido dominadas por los hombres.

En México, no hace mucho que todavía era raro ver a mujeres en carreras científicas. “Quería estudiar Química, pero en mi familia me dijeron que era una carrera para hombres”, dice Isabel Gómez. Por su parte, Gloria Saab dice que al elegir una carrera científica no tenía altas espectativas, incluso en su familia hubo resistencia, pero con el tiempo se dio cuenta de que a pesar de los obstáculos pudo ir cumpliendo con sus metas. Para esto, el apoyo de su pareja ha sido fundamental. Él es de formación científica y Gloria cree que esto contribuyó a que comprendiera mejor sus aspiraciones y apoyarla.

Los tiempos están cambiando y cada vez más las mujeres tienen un papel más preponderante en el quehacer científico. Tan sólo en el Instituto de Biotecnología, podemos ver mujeres con importantes responsabilidades: jefas de departamento, coordinadora de docencia, editora de la revista, miembros del Consejo Interno.

Sólo así, con líderes en los lugares donde se toman las decisiones se puede balancear el papel de la mujer con el del hombre en la ciencia. Claudia Treviño concluye con determinación: “Nadie te da el liderazgo: hay que tomarlo. Ves la oportunidad y la tomas”.

Contacto: joako@ibt.unam.mx

Fuente:Revista Biotecnología en Movimiento