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El agua motiva ‘buffet artístico’ en El Colegio Nacional

Según Rivera Garza, “el agua ha transformado, impactado y alterado en muchos sentidos nuestro trabajo particular”

Un “buffet intelectual” reunió a “artistas, escritores, activistas y personas que piensan y crean en torno al agua, con el agua y a través del agua” en la última conversación del IX Encuentro Libertad por el saber. Coordinada por la escritora Cristina Rivera Garza, integrante de El Colegio Nacional, esta charla abordó el tema de “Literatura y agua”.

“Todos los que estamos aquí presentes dependemos del agua, y el agua ha transformado, impactado y alterado, en muchos sentidos, nuestro trabajo particular. Lo que vamos a ver aquí van a ser unas probaditas; una especie de buffet intelectual de una actividad que es muy compleja, muy rica. A mí me parece que nos abre puertas para seguir pensando en el México contemporáneo, para seguir pensando en nuestra posición como artistas, pero también como habitantes de este mundo, con nuestras múltiples responsabilidades”, señaló la colegiada.

En el Patio de los naranjos del edificio sede de la institución, el arquitecto Felipe Leal, también miembro de El Colegio Nacional, antecedió la presentación afirmando: “El agua ha sido una fuente de inspiración en diversas formas de expresión artística y literaria, desde tiempos inmemoriales, cargada de simbolismos que van desde la vida y la pureza hasta la muerte y la melancolía”.

El elemento vital, agregó, “ha servido como metáfora no sólo en la literatura, sino también en las artes visuales y otras manifestaciones artísticas, permitiendo reflexionar sobre la existencia, el paso del tiempo y las transformaciones de la naturaleza. A lo largo de la historia, escritores, pintores, escultores y otros creadores han encontrado en sus múltiples formas —en los ríos, en los océanos, en las tormentas— una imagen poderosa para expresar la condición humana, así como nuestros deseos y temores”.

Ya en pleno siglo XXI, abundó Leal, “el diálogo entre el arte y el agua sigue vigente, enriquecido por nuevas perspectivas que abordan temas como la ecología, la crisis hídrica y la conexión profunda entre la naturaleza y la cultura. Tanto la literatura como las artes visuales nos recuerdan que el agua no sólo fluye en ríos y mares, sino también en las palabras, las imágenes y las creaciones que narramos y representamos. En este sentido, tanto la escritura como otras formas de arte se convierten en un cauce para repensar nuestra relación con el medio ambiente y nuestro papel en su preservación”.

Abanico artístico

La artista, docente e investigadora Adriana Salazar Vélez inició el despliegue creativo hablando de su interés por el vital líquido: “Actualmente vivo aquí en la Ciudad de México, pero también, a través de la Ciudad de México y de mi nativa Colombia, me he interesado mucho por las aguas, no solo porque subsistimos de ellas, sino también porque somos agua en un porcentaje bastante alto”.

“Nuestros cuerpos están hechos de agua y, además, el agua nos muestra cómo todo está conectado. El agua es una de estas materialidades que nos muestra la conexión entre cosas, lugares y seres vivientes remotos con quienes, aparentemente, no tenemos nada en común”, dijo.

Salazar habló de sus proyectos Enciclopedia de cosas vivas y muertas: el lago de Texcoco y Conjuros de Agua. Con este último, señaló: “empecé a ensayar en una especie de espacio entre pedagógico y artístico para empezar a juntar saberes y voces de personas que nombran el agua de manera distinta”.

Explicó también que Conjuros de Agua es “una especie de coro de voces que incluyen voces de las ciencias, de las artes y, sobre todo, de la defensa del territorio y del agua, que actúan en diferentes lugares del valle de México”. La artista distribuyó entre los asistentes una serie de tarjetas, para ser leídas en público, con testimonios de pobladores de cuatro comunidades de la ribera de Chapala sobre la defensa del agua y su relación con el vital líquido.

El ensayista y narrador Diego Rodríguez Landeros participó con la lectura de un poema que describe su expedición para conocer petroglifos en torno al río Elota, “uno de los once ríos de Sinaloa, cerca de Acatitán, comunidad de 140 habitantes en la ruta del Jaguar de San Ignacio, zona que hoy está en guerra desde que los gringos, aliados con los ‘chapos’, plagiaron al ‘Mayo’ y patearon el ‘bitachero’ para acusarnos de terrorismo”.

El texto de Rodríguez Landeros pasó de la guerra en Sinaloa a la de Gaza, Cisjordania y Líbano, para recordar cómo el corte del suministro de agua fue clave para que los españoles concretaran la Conquista de Tenochtitlan. En el seguimiento de su recorrido, alertó: “Actualmente, en Mazatlán viven medio millón de humanos, aunque las colonias populares no acceden a la misma cantidad de agua que los sectores residenciales. El consumo mazatleco promedio es de 217 litros por persona al día”.

En el contexto urbano, abundó: “Más que demográfica, la pornografía hidráulica viene de la industria turística, que el año pasado les vendió servicios a 4 millones de visitantes, 8 veces la población local, cada uno de los cuales, en promedio, consumió 600 litros por día de estancia, 6 veces el consumo local”. Y así, el narrador siguió su viaje: “En búsqueda de petroglifos y pájaros, porque, incluso, o sobre todo en un mundo en guerra, es necesario ejercer la sensibilidad común de ser felices y nadar en las aguas de un río nuevo cada vez que se pueda”.

Al poema de Rodríguez Landeros siguió una pequeña narración performática de la artista visual y profesora Brenda Anayatzín Ortiz, que consistió en desplegar un mapa del Estado de México y los territorios circunvecinos. Tras localizar zonas de afluentes, comenzó a verter chorros de agua sobre pequeños contenedores, representando al menos 5 cuerpos de agua, mientras reflexionaba sobre la conservación el uso y abuso del vital líquido.

Inició con agua de Santiago Tlacotepec, un poblado de origen matlatzinca ubicado a las faldas del Nevado de Toluca. “El Zinacantepetl fue declarado Parque Nacional en 1936 por un decreto del presidente Lázaro Cárdenas; sin embargo, en el 2013 esta categoría fue degradada, también por un decreto presidencial del entonces presidente Enrique Peña Nieto, en el que, digamos, hay una disminución del nivel de protección, pasando de Parque Nacional a Área natural protegida”.

En su acción también “invocó” el agua del río Lerma, que “nace en la ciénaga de Lerma” y, debido a su cercanía con Toluca, “se convierte en el río más contaminado del país por las descargas de desechos industriales, aguas negras y también residuos de la agroindustria que recibe”.

La poeta, escritora y editora Mónica Nepote pasó a leer “el making of” de un libro sobre “el encuentro con el río que nace de la filtración del glaciar de la cara norte del pico de Orizaba”. Añadió que usaba este término (“making of”) porque fue ella quien se encontró con el río, pues “estaba investigando el glaciar, y el texto original es parte de este libro, que saldrá, espero, el próximo año2025, el Año Internacional de los Glaciares”.

México, dijo la autora, “tuvo glaciares subtropicales, que ahora se están yendo y lo cual es parte del duelo que quiero compartir”. El título de El día que los ríos recobraron su apariencia cristalina, explicó Nepote, viene de una frase que encontró en un libro que considera relevante por lo que propone y plantea. Dicho libro es ‘Afectividad Ambiental’, de Omar Felipe Giraldo e Ingrid Toro, el cual habla de la sensibilidad, la empatía y las estéticas del habitar”.

Como parte del adelanto, Nepote leyó: “Soy parte de las aguas primigenias, vine a conocer el río, vine a buscar lenguaje, a entender la montaña en los escurrimientos, en la huella del liquen y musgo que a su paso brotan. Vine a caminar y a hablar del río cerca del río. Busco un rastro, dejo un rastro. Quiero escuchar las voces del agua. Mi paso también, mi paso es también mi huella ecológica. Me guía un deseo. Escuchar esas voces del agua y sus múltiples maneras de ser, a partir de todo lo que hacen nacer”.

La jornada cerró con el proyecto de literatura extendida Georelatos, de la artista multidisciplinar Gabriela Villa: “El agua de ese proyecto también fue atravesada por un suceso medioambiental: el 6 de agosto del 2014, una presa de ‘jales’, como se les llama a los desechos mineros del Grupo México, derramó 40 mil metros cúbicos de cobre acidulado en el río Bacanuchi, que colinda con el río Sonora”.

Esa noticia, explicó, “la leí en el 2014 y, de alguna manera, me atravesó el cuerpo porque se quedó allí, enquistado. Después del 2021, cuando se hizo la aparente nueva normalidad y salimos, me dediqué a recorrer el territorio como si fuera un macrotexto literario, desde donde uno nunca termina de escribir”.

El proyecto se despliega en la plataforma georrelatos.mx, que integra “nueve relatos geolocalizados, que se convirtieron en diez”, ubicados en cada una de las poblaciones sonorenses que atraviesa el río: “Ahí están para ser visitadas, alojadas, exploradas, para leer, escuchar, ver y navegar la plataforma”.

Fuente: El Colegio Nacional