¿Conoces el caso del niño mexicano que movía objetos con la mente?

El 5 de mayo de 1938 el periódico La Prensa dio a conocer un increíble caso de un niño mexicano que podía mover objetos con la mente, fue en el número 48 de la calle Héroes de Churubusco, colonia Portales.

El extraño caso fue investigado por el reportero Miguel Gil, quien entrevistó a la familia en su domicilio para darse cuenta de que ante la presencia del menor los focos se apagaban, los muebles se movían solos y las piedras alrededor se elevaban.

También contó con el relató de la vecina de la familia Velázquez, misma que recordó que tras un pleito de habladas con la mamá del niño Joaquín, recibió una lluvia de piedras directo en su techo, además de que el trastero colgado en la pared de su vivienda empezó inexplicablemente a vibrar hasta caer.

La mujer llevó a Joaquín y a sus padres ante las autoridades ministeriales, pero al no haber mano alguna que hubiera arrojado las rocas, ni movido el trastero, no pudieron consignar a nadie.

Al darse a conocer el enigmático caso, los padres pidieron ayuda al Procurador del Distrito Federal así como del arzobispo, quien los remitió con el padre jesuita Carlos María de Heredia, quien además de ser mago era amigo de Harry Houdini y un hombre respetado entre la comunidad científica por poner en evidencia a médiums y charlatanes del espiritismo a nivel mundial.

De Heredia citó en su casa al niño y a sus padres a fin de poner a prueba sus habilidades especiales, el jesuita mago comprobó que el infante, efectivamente, movía objetos sin tocarlos. Cuando la madre de Joaquín vio el rostro perplejo del padre soltó en llanto, a lo que el religioso sólo atinó a consolarla, le dijo que el caso no era para espantarse sino para ser testigos de lo que Dios hace con sus hijos.

El padre Carlos mandó a Joaquín con el reputado doctor de la época, Ángel Quevedo Mendizábal, quien pudo comprobar que algo no estaba del todo bien con ese niño, porque en cuanto llegó al consultorio, empezaron a moverse las bancas y las escupideras, por tal motivo rechazó el caso, no quiso continuar.

Una vez que miles de mexicanos se enteraron de la existencia del “niño prodigio”, empezaron a llegar a la casa de la familia Velázquez gente pidiendo que le ayudara a ganar la lotería o hacer que el marido infiel regresara al hogar.

Por varios días los médicos de la Academia Enrique O. Aragón, Ignacio González Guzmán, Samuel Ramírez Moreno, Leopoldo Salazar Viniegra, Ramón Pardo, Fernando Ocaranza, José Joaquín Izquierdo y Alfredo Millán, director del Manicomio General, hablaron largo sobre los presumibles poderes de telequinesis del niño Joaquín.

Los médicos se involucraron en una discusión que terminó en pleito, pues mientras unos aseguraban que se trataba de una estafa en la que no sólo estaba involucrados el menor sino también el resto de su familia, los demás decían estar ante un caso legítimo que se debía investigar a fondo.

“Eso de atraer los objetos inanimados solamente con la voluntad es un verdadero absurdo solo pensar en ello”, dijo Ramón Pardo en una de las discusiones. En tanto Enrique O. Aragón señaló que lo que en verdad era absurdo era creer que el niño fuera un estafador pues nunca mostró la intención de hacer negocio y además resultaba imposible que pudiera mover el trastero de casa de la vecina estando lejos y sin la altura suficiente para alcanzar dicho mueble. Sin embargo, sin pruebas presenciales, decidieron cerrar el caso para siempre dejando al niño como un charlatán más.

Pero la historia no acabó ahí, y por el contrario se pondría más interesante.

El reportero Miguel Gil y el fotógrafo Miguel Casasola, en compañía de otras personas que fungieron como testigos, volvieron a la casa de Joaquín para hacerle las pruebas de sus poderes. El diálogo fue el siguiente:
Miguel Gil (MG): “¿Qué hay, Joaquín?”
Joaquín Velázquez (JV): “Nada, ya ven ustedes”
MG: ¡Caramba, qué mal quedaste la vez pasada! (con la Academia Nacional de Medicina)
JV: “Pues sí”
MG: “Pero ahora, ¿cómo te sientes?”
JV: “Pues…”

El reportero, el fotógrafo, y diversos testigos, entintaron las manos de Joaquín para garantizar que durante la demostración nunca las usara, lo sentaron frente a un mesa y le pidieron que levantara dicho mueble sin tocarlo para poder fotografiarlo.

Antes de la prueba, el fotógrafo se puso enfrente de la mesa, otras personas del lado derecho del niño, el reportero Miguel Gil en la parte izquierda y otros testigos más en otros puntos del patio de la casa de Joaquín, es decir, no quedó punto que no estuviera cubierto por las miradas.

Delante de los ojos de todos Joaquín elevó la mesa sin usar las manos, codos o piernas. Las fotografías quedaron de testigos para la posteridad de este momento de desencuentro entre la ciencia de la razón contra las fuerzas de lo inexplicable que movía objetos sin tocarlos.

Fuente: contramuro.com