Centenario del primer libro de Jorge Luis Borges, Fervor de Buenos Aires (1923)

Antonio Cajero

El autor es Profesor Investigador Titular C en el Programa de Estudios Literarios de El Colegio de San Luis, A. C.

El proyecto institucional “Rescate, estudio y edición en el ámbito de la literatura mexicana e hispanoamericana” representa una tarea de largo aliento, un plan de vida para dignificar nuestro invaluable patrimonio intangible mediante ediciones confiables y accesibles a todo público.

El objetivo del proyecto consiste en rescatar obras, autores o publicaciones literarias y culturales mediana o completamente desconocidas, así como editar y estudiar textos literarios desde una rigurosa perspectiva filológica.

Entre otros productos derivados de estos casi quince años de trabajo, se encuentran las ediciones críticas de Perseo vencido, de Gilberto Owen (2010); El luto humano, de José Revueltas (2014); Desvelo / Línea, de Gilberto Owen (2018) y Los heraldos negros, de César Vallejo (2020); en proceso, están: la de Cartucho, de Nellie Campobello; Yawar fiesta, de José María Arguedas y La feria, de Juan José Arreola.

Mi tesis de doctorado consistió en un estudio y edición crítica de Fervor de Buenos Aires, libro que Jorge Luis Borges publicó en circunstancias personales y editoriales apremiantes, pues hacia mediados de julio de 1923 viajaría por segunda ocasión a Europa. Paradójicamente, aunque representó mi primer ejercicio de edición crítica, la propuesta hoy sigue inédita por los inaccesibles derechos de autor. No ocurre así con el estudio que, en una versión revisada y actualizada, publiqué con el título de Palimpsestos del joven Borges. Escritura y reescrituras de Fervor de Buenos Aires (1923), en 2013.

Por su significación en la vida y la obra de Borges, no querría que pasara el centenario de Fervor de Buenos Aires sin destacar algunas de sus peculiaridades y, así, estimular su lectura como homenaje. Más allá de si Borges destruyó Los salmos rojos o Los ritmos rojos, la realidad es que en mayo de 1922 comenta a su amigo mallorquín, Jacobo Sureda, que está dando forma a su poemario inaugural:

“Sigo escribiendo el libro metafísico-lírico-gualicheante-confesional, que pienso imprimir allá en la tierra de don Arturo, alias Schopenhauer. La idea de verte me reconcilia con la vuelta a Europa. Ya te conté quizás que estoy enamoradísismo —así, como suena— de una muy admirable niña de diez y seis años, sangre andaluza, ojazos negros y una grata y apacible serenidad, con mar de fondo de ternura. Me duele dejarla. “

Lo de “metafísico-lírico-gualicheante-confesional” hace referencia a poemas de tinte filosófico (“Amanecer” y “El truco”), amoroso (“Sábados” y “Despedida”) o personal (“Las calles” y “Un patio”). Faltaría agregar las elegías a los próceres familiares, la exaltación de los atardeceres y las recreaciones líricas de lugares como La Recoleta, La Plaza San Martín, el Jardín Botánico o los arrabales bonaerenses donde se tejieron las mitologías de cuchilleros y compadritos que poblarían la obra futura de Borges.

Si el libro ya estaba en gestación un año antes de publicarse, ¿por qué se editó con tanta premura hacia mediados de julio de 1923?

Al parecer, Borges anduvo muy atareado con sus revistas Prisma y Proa, así como con las polémicas caseras y las tertulias ultraístas de las que, según su dicho, termina siendo marginado. La edición de Fervor en la Imprenta Serantes, pagada por don Jorge Guillermo Borges, exhibe las huellas de esa prisa, como lo confirma en Un ensayo autobiográfico (1971): “El libro se hizo con cierto espíritu infantil. No hubo corrección de pruebas, ni se hizo sumario, y las páginas iban sin numerar. Mi hermana hizo un grabado en madera para la portada y se imprimieron trescientos ejemplares”.

Luego, a propósito del estilo y los temas de Fervor, agrega: “El libro era esencialmente romántico, aunque estaba escrito con un estilo escueto y abundaba en metáforas lacónicas. Celebraba los atardeceres, los sitios solitarios, los rincones desconocidos; se aventuraba hasta la metafísica de Berkeley y hasta la historia familiar; registraba primeros amores”. Nótense aquí las evidentes simetrías con la carta a Sureda de 1922.

Aunque Fervor se gestó en pleno auge de la vanguardia histórica, con el estigma de que habría incluido sólo un poema de su experiencia ultraísta (Guillermo de Torre dixit), para su factura Borges no sólo desenterró la trilogía de “Montaña de gloria” (1914-1919), sino que recogió 11 poemas aparecidos en revistas vanguardistas como: Ultra y Tableros, de España; Prisma y Proa, de Argentina; Manomètre, de Francia, e Irradiador, de México. Además, rescribió tres poemas de 1919-1920: “Judería”, “Calle desconocida” y “Ciudad” (“Nostalgia inescrutable”); otro, firmado en 1919: “Llamarada” (“La llama”). Esto quiere decir que Borges no escribió “esos poemas en 1921 y 1922”, como afirmaba en su autobiografía, sino que rescribió algunos inéditos; rescató otros publicados en revistas y escribió otros alusivos a su novia, a quien dedica “Sábados” con todas las letras de su corazón: “Para mi novia, Concepción Guerrero”.

Finalmente, considero que Fervor merece celebrarse, también, por sus emocionantes procesos de rescritura a lo largo de casi 60 años: después de imprimir correcciones en 1943, 1954, 1958, 1964, 1966, 1969, 1972, 1974 y 1981, las ediciones actuales apenas conservan el 23 por ciento del libro original: Borges corrigió, depuró o eliminó poemas completos. En total, Fervor contenía 45 poemas (según el manuscrito que entregó a su editor en 1923) y terminó con 32, y eso porque interpoló tres en 1969: “El Sur”, “La rosa” y “Líneas que pude haber escrito y olvidado hacia 1922”.

Para cerrar mi invitación a celebrar el centenario de Fervor, reproduzco el irónico comentario de Borges cuando, en un programa de radio de 1979, Antonio Carrizo le pregunta sobre el último poema citado:

“Ese poema no está en la primera edición. Yo quise hacer un poema a la manera antigua; es un arcaísmo deliberado. Se escribió cincuenta años después. Pero yo quise escribir un poema a la manera antigua, para levantar un poco este volumen. De modo que hice esa trampa. Y se lo confío a usted; ya que nadie nos oye podemos hablar (sonríe). Sí. Vamos a ver qué tal me salió”.

Véamoslo, pues.

Fuente: elsoldemexico.com.mx