Tres rastreadores de contactos de coronavirus comparten su día a día

Aseguran que los primeros días son los más difíciles y, aunque algunas personas desconfían de ellos o desoyen sus recomendaciones, la mayoría les responde con gratitud. Si los países quieren reactivar sus economías antes de que haya vacuna o tratamiento, esta tarea es fundamental para controlar la pandemia

A medida que distintos países y regiones intentan acelerar la desescalada para reactivar su economía frente a la pandemia de coronavirus (COVID-19), aumenta la demanda de rastreo de contactos, que ayuda a identificar y aislar a los posibles portadores del virus. Hemos hablado con algunas personas que trabajan como rastreadores de contactos en Estados Unidos para comprender cómo es su trabajo, a qué cosas se enfrentan y qué podría pasar en el futuro.

Jana De Brauwere, 44 años, San Francisco (EE. UU.)

Cuando el Departamento de Salud Pública de San Francisco preguntó si alguien del sistema de bibliotecas querría unirse al programa de rastreo de contactos de la ciudad, dije que sí de inmediato. Según la descripción, el trabajo parecía una combinación perfecta de nuestras habilidades como bibliotecarios, así como para nuestra misión: proporcionar a las personas la información que ellas y sus familias necesitan.

Realicé una formación intensiva durante una semana, en la que aprendí los procedimientos, el software y las normas de privacidad, y acompañé a varios rastreadores de contactos experimentados. Mi primer turno fue el primer domingo de mayo. Desde entonces trabajo entre 20 y 25 horas cada semana en este programa mientras sigo realizando otras tareas para el sistema bibliotecario de forma remota.

La tarea principal consiste en contactar a personas que haya podido estar expuestas al coronavirus tras contactar con una persona que ha dado positivo en el test de diagnóstico. La mayoría de los contactos con los que trato estos días solo hablan español, por lo que muchos de los bibliotecarios tienen que usar traductores, lo que requiere mucho más tiempo. Mi lengua materna es el checo, aunque hablo español, lo que me ha permitido realizar más llamadas y creo que he podido ayudar. Probablemente llamo a entre 15 a 25 personas cada turno y realizo cuestionarios completos a cuatro o cinco personas.

“Algunas personas dudan un poco. Lo entiendo, no confían en el Gobierno… es una lástima”.

La mayoría de las personas con las que interactúo están realmente agradecidas por nuestra ayuda. Tienen muchas preguntas a las que podemos responder. Pero otras dudan un poco. Incluso hay algunos que cuelgan después de preguntarles por su fecha de nacimiento y dirección. Lo entiendo, no confían en el Gobierno. Pero es una pena. Creo que pueden beneficiarse de la información que les doy: cómo ponerse en cuarentena, cómo proteger a sus familias y qué tipo de ayudas están disponibles.

Probablemente el 50 %, quizás el 60 %, de los contactos a los que llamo en mi turno no responde. Algunos no tienen el contestador configurado. Pero, cuando es posible, dejo un mensaje y ayer varias personas me devolvieron la llamada.

El primer día fue muy duro. Hay que seguir un guion, introducir los datos y hablar con la gente, todo a la vez. No estoy acostumbrada a tanta multitarea. Pero cada vez me resulta más fácil y ha habido momentos en los que me parecía que ganaba su confianza. A veces hay que convencerles de que llamamos para ayudarles, que trabajamos para su bien; que no se trata del Gobierno que va a por ellos.

Ha sido una experiencia positiva para mí porque he aprendido muchas cosas nuevas y porque he visto cómo las personas pueden unirse en momentos de necesidad. La gente de todos los departamentos, estudiantes de medicina, bibliotecarios, personal de la oficina del fiscal de la ciudad, todos aportando diferentes habilidades al desafío.

Robert Bramson, 79 años, Massachusetts (EE. UU.)

Antes de la pandemia, ya estaba jubilado, pero ahora trabajo 40 horas a la semana como investigador clínico en Massachusetts (EE. UU.). Llamo a las personas diagnosticadas con COVID-19 y les hago muchas preguntas: ¿Cómo se encuentra? ¿Tiene comida? ¿Puede aislarse en casa? ¿Con quién ha tenido contacto en las 48 horas antes de hacerse la prueba que resultó positiva? Introduzco esta información en nuestro sistema informático y nuestros rastreadores de contactos realizan un seguimiento de todos los contactos nombrados.

“El proceso de rastreo es nuevo y es lógico que haya algo de confusión. Cometemos errores, pero aprendemos”.

Empecé en abril, después del llamamiento del estado a personas con experiencia previa en atención médica para ayudar a rastrear el brote. Yo había disfrutado practicando medicina durante más de 40 años, trabajando en el Hospital General de Massachusetts y en el Hospital Pediátrico de Boston (EE. UU.), hasta que me jubilé hace 10 años. Quise responder al llamamiento para rastrear esta enfermedad infecciosa, pero requiere una enorme cantidad de trabajo. Se necesitaban 1.000 empleados para rastrear los contactos del virus, se apuntaron 25.000 personas.

Nuestro objetivo es reducir la propagación del virus para ganar tiempo hasta que los investigadores desarrollen una vacuna o un tratamiento farmacológico eficaz. El proceso de rastreo en Massachusetts es nuevo, y es lógico que haya algo de confusión mientras los nuevos empleados, como yo, aprendemos a hacer las cosas. Cometemos errores, pero aprendemos. La gente trabaja las 24 horas para que el proceso sea más rápido y más fluido. En más de una ocasión, escuché un suspiro de alivio y un “Gracias” cuando le dije a un paciente que volvería a llamarle cada día para comprobar su estado. Ese “Gracias” me recuerda por qué amaba la medicina.

Jade Murray, 22 años, Utah (EE. UU.)

Actualmente trabajo en el departamento local de salud de una zona rural de Utah (EE. UU.), me acabo de licenciar en sanidad pública. Mi trabajo consiste en controlar a las personas, comprobar sus signos y síntomas, su temperatura y luego responder a las preguntas sobre su diagnóstico o cómo se desarrolla su proceso de recuperación después del período de cuarentena de 14 días que deben cumplir.

Ya llevo alrededor de 20 casos, y suelo tardar unas dos o tres horas al día en contactarlos a todos, hablar con ellos y responder a las preguntas que puedan tener. Esos números son manejables, pero uno de los factores limitantes es que las personas ya no se mueven tanto como antes.

“Realmente no sabemos si se quedan en casa, o si siguen saliendo. Hay que creer que están cumpliendo la cuarentena”.

La parte más difícil es conseguir que las personas sigan respondiendo durante el período de 14 días. Y en cuanto a conseguir que cumplan con nuestras recomendaciones, obviamente tienen su propia autonomía: no podemos controlar lo que hacen. Realmente no sabemos si se quedan en casa o si siguen saliendo porque se encuentran bien. Hay que confiar en que están cumpliendo la cuarentena; explicarles las recomendaciones y esperar que estén realizando esas acciones diarias. Me he encontrado con un par de personas que se han negado, o con las que se nota que no están realmente interesadas en responder. Pero no he visto a nadie que nos rechace por completo.

El 1 de mayo se permitió reactivar la economía en mi zona de trabajo, por lo que las empresas pueden estar abiertas para grupos de 20 personas o menos. Creo que en el próximo mes que viene podría haber más trabajo con los nuevos positivos. Supongo que los números aumentarán con la reapertura de la economía, pero tenemos un plan de actuación para ambos escenarios, y esperamos un buen resultado.

Fuente: technologyreview.es