Originalmente diseñada para identificar tipos de café, esta herramienta permite a los soldados detectar amenazas invisibles o determinar el estado de conservación de los alimentos
Históricamente, en las guerras los soldados han confiado casi exclusivamente de la vista para detectar amenazas, potenciada mediante visión nocturna o térmica. El olfato, sin embargo, permanecía como un sentido olvidado.
Pero esta limitación ha llegado a su fin gracias al trabajo del Centro Químico Biológico Edgewood (ECBC). No se trata de rayos X en el sentido literal de ver a través de los muros mediante radiación, sino de una capacidad sensorial nueva: la digitalización del olfato.
Los investigadores han desarrollado una tecnología capaz de «colorear» el aire, permitiendo identificar visualmente la presencia de agentes biológicos peligrosos, toxinas o simplemente el estado de descomposición de los alimentos, todo ello mediante la detección de partículas invisibles al ojo humano.
El origen de esta innovación militar reside en un desarrollo del año 2000 del Dr. Ken Suslick, de la Universidad de Illinois, EEUU, quien diseñó inicialmente este sistema para algo tan mundano como diferenciar entre granos de café de Starbucks y Folgers.
Los soldados podrán ver amenazas químicas y biológicas al instante
El funcionamiento se basa en la detección de Compuestos Orgánicos Volátiles (COV), donde casi cualquier material biológico, ya sea un ser vivo o una sustancia en descomposición, emite un perfil químico específico, una «huella olfativa» molecular.
Esta tecnología utiliza una matriz colorimétrica, una serie de tintes químicos sensibles que reaccionan cambiando de color al entrar en contacto con estos compuestos.
El proceso es sencillo, pero efectivo, porque se expone el sensor al aire, los tintes reaccionan creando un patrón de colores único y, posteriormente, se toma una fotografía de esa matriz. Un software de procesamiento de imagen analiza el patrón y determina con precisión qué compuesto está presente en el ambiente.
Más allá de la detección de armas químicas, el Dr. Calvin Chue, biólogo investigador del ECBC, destaca una aplicación que ahorra millones y salva vidas: la seguridad alimentaria. En una zona de conflicto, una intoxicación masiva por alimentos en mal estado puede ser tan letal para una unidad como el fuego enemigo.
La implementación permite a las tropas escanear contenedores cerrados de suministros y determinar el estado de conservación de su contenido sin necesidad de romper la cadena de frío ni abrir los paquetes.
El sistema puede indicar si un cargamento de carne, lácteos o uvas se mantendrá fresco durante una semana o si se echará a perder en un día. Esta capacidad de predicción optimiza la cadena de suministro y garantiza que el combatiente reciba alimentos seguros.
Adiós a la «Cromatografía de Gases»
Este desarrollo supone un salto cualitativo respecto a los métodos tradicionales de detección. Hasta ahora, el Ejército dependía de la cromatografía de gases, una técnica que requiere equipos voluminosos, costosos y personal altamente cualificado para interpretar los resultados.
La alternativa biológica, que era el uso de perros rastreadores, aunque eficaz, conlleva una logística compleja y un coste elevado de entrenamiento y mantenimiento.
Pero la nueva solución destaca por su eficiencia de costes y portabilidad, sobre todo al convertir la detección química en una señal visual interpretada por un algoritmo, se democratiza el uso de la tecnología en el terreno.
Ya no hace falta ser un científico para saber si el aire o la comida están contaminados; basta con un dispositivo móvil y la matriz de sensores para obtener mejores resultados, reduciendo la complejidad y el gasto.
La integración de esta tecnología apenas está comenzando. Los científicos del ECBC ya trabajan en incorporar estos sensores directamente en frascos de vidrio o en plataformas móviles que puedan insertarse en diversos contenedores para realizar análisis in situ.
Aunque el desarrollo actual tiene un enfoque militar, la trayectoria de estas innovaciones sugiere que acabarán formando parte de la vida cotidiana en el futuro próximo.
Es muy probable que tu propio frigorífico o los envases del supermercado utilicen esta tecnología de «visión de olores» para avisarte con precisión de cuándo un producto ha dejado de ser apto para el consumo, reduciendo el desperdicio alimentario en los hogares.
Fuente: computerhoy.20minutos.es


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