Cómo funciona el “milagroso” dispositivo que te permite beber agua sucia
“No bebería eso si fuera tú”.
Estoy despatarrada en las orillas del Támesis inclinándome para recoger un poco de su líquido turbio en una botella de agua.
Mi loco plan de beber agua del río que atraviesa Londres comienza con un dato duro.
Unas 2.100 millones de personas en el planeta, según la Organización Mundial de la Salud, no tienen una fuente segura de agua para tomar. En consecuencia, cada año mueren más personas que beben agua contaminada que por cualquier forma de violencia.
Con el crecimiento de la población y el cambio climático, los problemas en torno al acceso al agua se agravan. Para 2025, la mitad de la población mundial vivirá donde la demanda de agua potable exceda a su suministro.
Comienzan a aparecer entonces respuestas: desde purificadores de agua que funcionan con heces hasta máquinas que filtran partículas con agua con gas.
Uno de ellos es el LifeStraw, que limpia el agua pasándola a través de un grupo de fibras largas y huecas encerradas en un tubo de plástico.
La lombriz de Guinea
La versión original funciona como un sorbete: sumerges un extremo en un poco de agua y luego succionas el otro.
Cualquier cosa más grande que dos micras, o una centésima parte del grosor de un cabello humano, quedará atrapada dentro antes de que llegue a tu boca.
Esto incluye el 99,9% de los parásitos y el 99,9999% de las bacterias, como las que causan el cólera, la disentería y la fiebre tifoidea.
Todo comenzó en 1996, cuando un empresario danés, Mikkel Frandsen, transformó el negocio de fabricación de uniformes de su abuelo para centrarse en mejorar las vidas de las personas en África.
La versión más antigua de LifeStraw fue creada para ayudar a erradicar la lombriz de Guinea, causada por agua sucia, infectada con pulgas, infectada con larvas de gusanos.
Si tienes la mala suerte de beberla, las lombrices maduran y se reproducen dentro de tu cuerpo durante varios meses hasta que aparecen en la superficie de la piel donde intentan atravesar.
El resultado final suele ser infecciones y, en ocasiones, extremidades amputadas.Es insoportablemente doloroso y no hay vacunas ni medicamentos que puedan tratarlo.
En las últimas dos décadas, la compañía de Frandsen ha suministrado 37 millones de los tubos, lo que ha ayudado a reducir la cantidad de casos de gusanos de Guinea de 3,5 millones en 1986 a solo 25 el año pasado.
También se han utilizado versiones a gran escala del sistema después de desastres naturales en Haití, Ecuador, Pakistán y Tailandia.
“Una lista muy larga de patógenos”
Para ver la tecnología en acción probé el LifeStraw en el líquido más desagradable que pude encontrar en Londres: el agua del Támesis.
“Hay una lista muy larga de patógenos en el Támesis”, dice Andrew Singer, un alto funcionario científico del Centro de Ecología e Hidrología.
Una gran proporción de lo que sale de los londinenses, unos 15 millones de nosotros, va al Támesis.
“La cantidad de agua allí es bastante baja en comparación con la cantidad de personas, lo que significa que tenemos menos agua para diluir lo que ponemos en ella. Efectivamente, nuestros ríos tienen entre un 10% y un 100% de aguas residuales a veces”, explica Singer.
Y aunque muchos de nosotros suponemos que esas aguas residuales “tratadas” son relativamente limpias, la realidad es muy diferente.
Los principales peligros en la mayoría de los ríos son los parásitos Cryptosporidium y Giardia lamblia, que causan diarrea y tienen esporas tan pequeñas y difíciles de matar que a veces llegan al agua del grifo.
El objetivo principal del tratamiento de aguas residuales es reducir la cantidad de microorganismos dañinos y materia orgánica. Esto último es crucial porque a medida que los desechos se descomponen tienden a absorber el oxígeno del agua y puede tener un impacto devastador en la fauna acuática.
También traen consigo dosis de productos farmacéuticos. Un estudio de 2013 de plantas de tratamiento de aguas residuales en todo el mundo descubrió que solo la mitad de las 42 sustancias presentes en las aguas residuales, como la cafeína y los antibióticos, fueron eliminadas por el proceso de tratamiento.
Luego están las cosas que arrastran los ríos cuando llueve como pesticidas, herbicidas, desechos de animales, que incluye pequeñas cantidades de metales tóxicos.
“En lo que respecta a los países industrializados, diría que el Támesis es bastante típico. Realmente no puedo imaginar que muchos ríos sean peores que los ríos que fluyen en muchas partes de la India”, dice Singer.
Fibras de plástico
Afortunadamente para mí, LifeStraw eliminará cualquier bacteria y parásito que pueda estar al acecho, así como plástico y una buena cantidad de lodo. Todo lo que quedará será algo disuelto o particularmente pequeño, como metales, virus, pesticidas y herbicidas.
Pero Singer no es exactamente tranquilizador: “Casi todos los virus que alguna vez existieron en la Tierra atraviesan el Támesis”, afirma, pero confío en que solo estén presentes en cantidades muy pequeñas.
Incluso si no eres tan imprudente como para beber directamente de un río, la contaminación en nuestros ríos podría no ser tan distante como nos gustaría pensar.
El 83% del agua del grifo en el mundo contiene fibras de plástico, mientras que el estrógeno disuelto se cree que contribuye a la disminución rápida de la cantidad de espermatozoides en los hombres.
“Los problemas con el agua segura no se detienen en lo microbiológico”, dice la directora general de LifeStraw, Alison Hill, “y aunque pensamos que el agua insegura se limita predominantemente al mundo en desarrollo, creo que lo que hemos visto en los últimos cinco años, en lugares como Flint, Michigan, es que el tema del agua potable también es una preocupación estadounidense”.
La reciente crisis del agua de Flint, en la que más de 100.000 personas estuvieron expuestas a niveles peligrosamente altos de plomo puso de relieve estas fuentes químicas de contaminación.
Un informe presentado el año pasado encontró que más de 63 millones de estadounidenses estuvieron expuestos a agua potable insegura en la última década, que puede haber contenido desde contaminantes industriales a cantidades ilegales de fertilizantes químicos.
Eventualmente logré recolectar suficiente agua del Támesis, pero para evitar más miradas de desconocidos, decidí beberla en mi apartamento.
¿El veredicto? Fue sorprendentemente refrescante. Pensé que podía detectar notas de vegetación húmeda, pero probablemente fue imaginación.
Y no, no me enfermé.
Fuente: BBC