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Un gran terremoto ocurrido en 2016 cambió de sitio las grandes islas de Nueva Zelanda

Un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, ocurrido en Nueva Zelanda en 2016, no solo ha provocado el acercamiento de las dos islas que componen este país, sino que también ha llevado al hundimiento parcial de una ciudad, tal como ha concluido una investigación que se ha publicado recientemente en Geophysical Research Letters.

Según ha dicho Sigrún Hreinsdóttir, investigadora de la consultora GNS Science y autora del estudio, el terremoto de Kaikoura, ocurrido el 14 de noviembre de 2016, provocó una ruptura en la corteza que favoreció que los movimientos tectónicos desplazaran las islas. De esta forma, el Cabo Campbell, situado el norte de la Isla Sur, se acercó 35 centímetros a la ciudad de Wellington, que se encuentra al sur de la Isla Norte –aunque la distancia que separa a ambas islas es de 50 kilómetros–. Además, la ciudad de Nelson, en la Isla Sur, se ha hundido unos 20 milímetros.

El movimiento se está produciendo en estos mismos momentos. No es perceptible, pero puede ser detectado gracias a mediciones efectuadas por satélite. Estudiarlo ayuda a hacer predicciones sobre los terremotos que están por llegar en Nueva Zelanda, según Hreinsdóttir.

Los complejos movimientos bajo Nueva Zelanda

Nueva Zelanda está situada al filo de una zona de subducción, en la que la placa del Pacífico se desliza bajo la placa indoaustraliana. En concreto, este límite discurre a lo largo de la costa oriental de la isla septentrional.

Por otra parte, la Isla Sur está situada sobre la falla alpina, un área donde varias piezas de la corteza se mueven de forma horizontal en relación con las otras.

El terremoto de Kaikoura se produjo en una zona de transición entre dos regiones geológicas, cerca de la ciudad del mismo nombre que se sitúa en la isla meridional. Su fuerza y posición le permitió romper más de una docena de líneas de falla en la región.

El riesgo de grandes terremotos

Hreinsdóttir investigó la profundidad de dichas rupturas, y si estas llegaron o no a la línea de subducción. Este detalle puede parecer insignificante pero, según este investigador, es clave. La profundidad de estas fracturas es la que determinará que Nueva Zelanda sufra terremotos especialmente grandes en el futuro o no.

Hasta el momento, los investigadores no han podido resolver este interrogante, pero sí que se ha podido detectar un movimiento considerable en regiones situadas a hasta 600 kilómetros del epicentro del terremoto.

El próximo mes Hreinsdóttir presentará sus últimos datos en la reunión anual de la Unión de Geofísica de América (AGU), y recogerán datos de la zona en 2020, para tratar de monitorizar los progresos de las masas terrestres.

Según este investigador, los movimientos más importantes ya han ocurrido y ahora las placas se están frenando. Sea como sea, ha hecho hincapié en la importancia de seguir la evolución de esta región para tratar de averiguar qué movimientos se originan en la corteza superior o en las profundidades, en la zona de subducción. De esta forma, sabrán si los futuros temblores aumentarán la presión en las fallas contiguas, incrementando la probabilidad de que se produzca un gran terremoto o si harán lo contrario.

«Siempre es importante monitorizar y medir lo que ocurre después de un terremoto», ha recalcado Sigrún Hreinsdóttir.

Nueva Zelanda está dentro del Cinturón de Fuego del Pacífico y sufre más de 15.000 terremotos cada año, aunque solo de 100 a 150 son perceptibles. Está claro que la calma de la superficie solo es aparente.

Fuente: abc.es/ciencia