Un estudio sacude la física: una ley aceptada desde hace casi dos siglos podría estar equivocada

Una investigación moderna reabre el debate sobre un principio fundamental de la óptica clásica

Durante casi 180 años, la física ha explicado la interacción entre la luz y la materia bajo una premisa clara. El protagonismo recaía casi exclusivamente en el campo eléctrico de las ondas electromagnéticas.

Una nueva investigación acaba de poner en duda esa idea, abriendo la puerta a una revisión profunda de uno de los efectos más conocidos de la óptica moderna.

Un principio histórico bajo revisión

En el siglo XIX, Michael Faraday descubrió que la polarización de la luz cambia cuando atraviesa ciertos materiales sometidos a un campo magnético externo.

Este fenómeno, conocido desde entonces como efecto Faraday, se convirtió en un pilar de la física y ha sido ampliamente utilizado en tecnología, desde telecomunicaciones hasta instrumentación científica.

A pesar de su importancia, durante generaciones se asumió que el campo magnético de la propia luz apenas tenía influencia directa en este proceso. El consenso científico consideraba que su contribución era tan pequeña que podía ignorarse sin consecuencias prácticas.

Lo que revela la nueva investigación

Un equipo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, liderado por Amir Capua y Benjamin Assouline, ha demostrado que esta suposición podría ser incorrecta.

Mediante experimentos avanzados y modelos teóricos complejos, los investigadores han comprobado que el componente magnético oscilante de la luz desempeña un papel mucho más relevante de lo que se creía.

Trabajando con un cristal especial, el equipo logró medir de forma precisa cuánto influye ese componente magnético en la rotación de la luz. Los resultados son que en el rango visible, su aportación es significativa, y en el infrarrojo llega a ser dominante.

La clave está en el espín del electrón

La explicación del fenómeno se apoya en el comportamiento del espín electrónico, una propiedad fundamental de los electrones que puede imaginarse como una especie de giro interno. Según los investigadores, para modificar la orientación de ese espín no basta con una fuerza lineal, se necesita un campo que también tenga una naturaleza rotatoria.

Ahí es donde entra en juego el campo magnético de la luz, especialmente cuando está polarizado de forma circular.

Mientras el campo eléctrico actúa desplazando cargas, el magnético ejerce un torque que altera directamente el espín, algo que los modelos tradicionales no tenían plenamente en cuenta.

Implicaciones que van más allá de la teoría

Este hallazgo no solo tiene consecuencias académicas. Si la luz puede influir magnéticamente en la materia de forma directa, se abren nuevas posibilidades para controlar propiedades magnéticas usando haces luminosos.

Esto podría tener aplicaciones en áreas como el almacenamiento de información, la electrónica basada en espines (spintrónica) o incluso futuras tecnologías cuánticas.

Además, obliga a replantear cómo se enseñan y modelan ciertos procesos fundamentales en física, demostrando que incluso leyes consolidadas pueden necesitar ajustes cuando se observan con herramientas más precisas.

La ciencia como conocimiento en evolución

Lejos de invalidar por completo las teorías existentes, este estudio amplía la comprensión de la interacción entre luz y materia. Refuerza una idea importante del método científico, ninguna explicación es definitiva.

Incluso los principios aceptados durante siglos pueden transformarse cuando nuevos datos revelan aspectos que habían pasado desapercibidos.

La luz, según este nuevo enfoque, no solo nos permite ver el mundo, sino que también interactúa con él de formas mucho más profundas de lo que la física clásica había imaginado.

Fuente: larazon.es

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