Publican el listado con los científicos del orbe que más se autorreferencian
La revista científica ‘Plos One’ publicó el martes un artículo en el que relaciona a los académicos que más autorreferencias se hacen en sus propias publicaciones, una práctica que, en muchos casos, utilizan para autopromoverse y aumentar su índice h, una herramienta que mide el nivel de impacto de los científicos en su campo de investigación.
El estudio fue liderado por el médico infectólogo estadounidense John Ioannidis, una autoridad mundial en las investigaciones acerca de la calidad de la producción científica en diferentes áreas, e incluyó los datos de 106.000 científicos de todo el mundo. Según la revista Nature, la investigación muestra que al menos 250 científicos analizados han acumulado más del 50 por ciento de sus citas a partir de ellos mismos o de sus coautores, mientras que la tasa media de autocitación es del 12,7 por ciento.
La publicación clasificó a los investigadores según la cantidad de autorreferencias desde 1977 hasta el 2017 y, según la revista británica, un caso extremo es el de Vaidyanathan, un científico informático del Instituto de Tecnología de I + D de Vel Tech, de la India que ha recibido el 94 por ciento de sus citas de sí mismo o de sus coautores hasta el 2017.
El artículo también tiene un aparte en el que muestra a los 6.000 investigadores con más autorreferencias. Allí hay dos investigadores afiliados a institutos colombianos: Wolfgang Pfeiffer, del Centro Internacional de Agricultura Tropical, y el psiquiatra José Posada Villa, de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Sobre ellos no se aclara qué lugar ocupan específicamente en el ranquin ni su porcentaje de autocitaciones.
Por otra parte, en el escalafón histórico de autocitaciones –de 1977 a 2017–, entre los 106.639 investigadores aparecen otros tres científicos nacionales: Carlos Cardona, de la Universidad Nacional; Vladimir Valentinovich Kouznetsov, de la Universidad Industrial de Santander, y Manuel Elkin Patarroyo, del Instituto Inmunológico de Colombia.
Cardona aparece en el puesto 82.055 (con un porcentaje de 18,9 por ciento de autocitaciones), Kouznetsov está en el puesto 91.874 (con un 24,2 por ciento de autocitaciones), y Patarroyo está casi al final del escalafón, en el lugar 105.950 (con 37,9 por ciento de autorreferencias).
Acerca de su inclusión en este listado, Patarroyo explicó: “Siendo nosotros los pioneros en el desarrollo de las vacunas sintéticas con 408 publicaciones científicas internacionales evaluadas por pares científicos mundiales anónimos, tenemos que referenciar muchas veces nuestros trabajos previos”.
Ioannidis, el autor principal del estudio, le dijo a EL TIEMPO que, hasta ahora, las autocitaciones casi siempre cuentan dentro del promedio para el índice h, principalmente porque “no hay recursos ampliamente disponibles que permitan excluirlos”, aunque aclaró que la base de datos con la cual trabajaron permite ver el índice h con y sin autocitas para comparar.
Ioannidis respondió otras preguntas para EL TIEMPO.
¿Es malo que los científicos se citen a sí mismos?
No necesariamente. Algunas autocitas son totalmente esenciales para poner un nuevo trabajo en el contexto de lo que hizo un científico en el pasado; por lo tanto, sería un error no citarse a sí mismo. Es, principalmente, una cuestión de equilibrio y medida, ya sea que uno se cite a sí mismo de manera apropiada o solo para promover su visibilidad mucho más que lo que hacen otros científicos en el mismo campo y en la misma etapa de su carrera.
¿Cuáles son las principales razones por las cuales los científicos se autorreferencian?
Algunas autocitas son absolutamente necesarias, y, de hecho, los pioneros que trabajan en un campo que no atrae a nadie más o a otros pueden tener tasas más altas de autocita. Esto no es infrecuente en los primeros pasos de las investigaciones, pero es cuestionable si alguien puede seguir citándose a sí mismo en un campo durante muchos años sin que nadie o algunos otros estén interesados. En este caso es más probable que esta persona no sea una pionera, sino que esté desconectada de la corriente principal de la ciencia.
¿Encontró algunos casos especialmente llamativos? ¿Una tasa del 37 por ciento, como la de Patarroyo, le llama la atención? ¿Qué pasa con los premios Nobel?
Debemos ser cautelosos, pues no se puede concluir que alguien sea un mal científico basado en una alta tasa de autocitación. Hay que mirar más detenidamente por qué, en circunstancias específicas, un científico o un equipo se refieren a su propio trabajo. El 37 por ciento es bastante alto para el trabajo de inmunología, pero debería aplicarse la precaución que mencioné. Los premios Nobel tienden a tener bajas tasas de autocitación, porque otros científicos los citan ampliamente.
Algunos científicos han propuesto que, así como existe el índice h, exista el índice s para medir las autocitaciones. ¿Cuál es su opinión?
Creo que es útil tener algunos datos sobre autocitas para todos los científicos, a fin de poder comparar a los científicos en el mismo campo, como lo hacemos con los datos que proporcionamos. El índice s puede no funcionar muy bien, porque para los autores prolíficos puede ser alto por necesidad. La proporción de autocitas con las que trabajamos parece más apropiada.
Fuente: eltiempo.com