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Nuevo material con memoria de forma a base de celulosa bacteriana

Investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) han desarrollado un material, formado por poliuretano y celulosa, con propiedades de memoria de forma activada por agua.

La celulosa, además, la han obtenido mediante biosíntesis bacteriana empleando residuos de la producción de sidra como fuente de alimentación de los microorganismos.

Los resultados del trabajo, llevado a cabo entre el grupo de investigación Materiales+Tecnologías del Departamento de Ingeniería Química y del Medio Ambiente de la Escuela de Ingeniería de Guipúzcoa y el Departamento de Biología Celular e Histología de la Facultad de Medicina y Odontología –ambos de la UPV/EHU–, se han publicado en la revista ‘Carbohydrate Polymers’.

Los investigadores han conseguido desarrollar un material híbrido y biocompatible con propiedades de memoria de forma, es decir, “con la capacidad de recuperar su forma original bajo la aplicación de un estímulo externo (en este caso, agua) después de haber sido deformado temporalmente”, según explica Leire Urbina, miembro del grupo Materiales+Tecnologías y primera autora del trabajo.

Esta cualidad convierte el material en muy apropiado para “aplicaciones biomédicas, como la liberación controlada de medicamentos, la ingeniería de tejidos, etc”, según señala Urbina. De hecho, se podría introducir en el cuerpo el material deformado, plegado, y así requerir de una cirugía mínimamente invasiva. Después, al entrar en contacto con la humedad del organismo, se activaría y recuperaría su forma original y así podría desempeñar su función, tal y como describe la investigadora.

El material compuesto consta de dos componentes. El primero es el poliuretano, un polímero termoplástico, “que es el que presenta memoria de forma, y en los últimos años ha tomado una gran relevancia en estudios de este tipo”, detalla.

Pero la doctora Urbina destaca la utilización del segundo componente, la celulosa bacteriana: “Utilizamos un porcentaje muy pequeño de celulosa, menor del 2%, pero esa cantidad de celulosa mejoró notablemente las propiedades del material final: la celulosa hace que sea un material más rígido y resistente y, además, mejora considerablemente la capacidad de volver a su forma original, porque vimos que el poliuretano solo no recupera la forma en su totalidad”.

Los estudios de biocompatibilidad arrojaron también buenos resultados, lo cual dota a este material flexible, transparente y con propiedades mecánicas mejoradas de potencial para ser utilizado en el campo de la biomedicina, aunque la doctora Urbina recuerda que el que han dado ha sido el primer paso, dado que habría que confirmar que es un material no citotóxico, y que las células se adhieren bien a él. “El trabajo se completaría con otros ensayos específicos para la aplicación como los ensayos in vivo, entre otros”, añade en un comunicado.

Celulosa excretada por bacterias alimentadas con residuos de sidra

El proceso de biosíntesis de la celulosa utilizada ocupó una parte importante de la investigación. “Nuestro grupo de investigación lleva años trabajando con celulosa bacteriana, que es un biopolímero producido por bacterias, principalmente del género ‘Acetobacter –describe Urbina–. Durante el proceso de biosíntesis, cada microorganismo excreta nanofibras de celulosa al medio de cultivo, a través de unos poros que tiene en la membrana celular, y éstas se combinan formando una estructura de tipo red en 3D”.

Esta conformación le confiere a la celulosa bacteriana, según Urbina, algunas propiedades que destacan sobre la celulosa de origen vegetal, como alta resistencia mecánica, mayor cristalinidad y pureza, alta capacidad de retención de agua, de modificación química, de biodegradabilidad, de biocompatibilidad, e incluso la capacidad de moldearlas de acuerdo a la forma que se quiere conseguir, dado que se pueden hacer crecer las bacterias en contenedores de la forma deseada.

Como fuente de alimentación para el crecimiento bacteriano, utilizaron residuos de la producción de la sidra. Los subproductos del procesado de la sidra (pulpa, torta, posos) son ricos en azúcares (glucosa, fructosa y sacarosa) y, por tanto, pueden ser utilizados como medio de fermentación para las bacterias.

“En la producción de sidra, aproximadamente el 30% de la manzana utilizada queda como residuo, por lo que su utilización como fuente de carbono para el crecimiento bacteriano supone una revalorización del residuo para la obtención de materiales de alto valor añadido”, destaca la investigadora.

Esta medida da respuesta a uno de los mayores retos de la tecnología de polímeros bacterianos, que es el encontrar fuentes de carbono adecuadas y baratas que se puedan emplear como sustratos para lograr producciones industriales a gran escala y que resulten competitivas con los polímeros derivados del petróleo.

Fuente: EP