Los inhaladores, aunque esenciales para millones de personas con enfermedades respiratorias, generan más de 2 millones de toneladas métricas de CO₂ equivalente al año en EE. UU.
- Inhaladores con gases HFA = alto impacto climático.
- Emisiones comparables a 530.000 coches al año.
- Inhaladores presurizados = 98 % de las emisiones.
- Alternativas sin propulsor = menor huella ecológica.
- Cambio posible sin afectar la eficacia del tratamiento.
- Iniciativa médica clave para reducir emisiones.
Inhaladores: tan contaminantes como medio millón de coches
Los inhaladores salvan vidas. Pero también calientan el planeta. Una nueva investigación lo deja claro: el impacto climático de estos dispositivos médicos es enorme, y aún pasa desapercibido para muchos, incluso dentro del sistema de salud.
¿Cuánto contaminan realmente?
Según un estudio reciente liderado por el Dr. William B. Feldman, los inhaladores distribuidos en Estados Unidos entre 2014 y 2024 generaron más de 2 millones de toneladas de CO₂ equivalente cada año. Es decir, lo mismo que 530.000 coches de gasolina circulando durante un año. Una cifra difícil de ignorar para un producto tan cotidiano en millones de hogares.
El principal culpable: los propulsores HFA (hidrofluoroalcanos), gases sintéticos altamente potentes en su capacidad para atrapar el calor. Aunque son eficaces para administrar medicamentos, su potencial de calentamiento global es entre cientos y miles de veces superior al del CO₂. Una pequeña cantidad basta para causar un gran daño climático.
¿Qué tipos de inhaladores son los más problemáticos?
El análisis reveló que los inhaladores presurizados de dosis medida (pMDI) representaron el 98 % de las emisiones vinculadas a estos dispositivos durante la última década. Estos inhaladores utilizan un gas licuado que, al activarse, libera el medicamento. En contraste, los inhaladores de polvo seco y los de niebla suave no requieren propulsores y, por tanto, tienen un impacto ambiental mucho menor.
Entre los inhaladores más contaminantes destacan:
- Beta agonistas de acción corta: alivian rápidamente los síntomas del asma.
- Corticoides inhalados: reducen la inflamación en las vías respiratorias.
- Combinaciones ICS–LABA: mezclan antiinflamatorios con broncodilatadores de acción prolongada.
Estos tipos, ampliamente recetados, concentran la mayor parte de las emisiones. Y, aunque su función es esencial para muchos pacientes, su diseño actual representa una oportunidad desaprovechada para reducir emisiones sin sacrificar eficacia.
Una tendencia que va al alza
Los datos muestran una evolución preocupante: las emisiones crecieron de 1,9 millones de toneladas en 2014 a 2,3 millones en 2024. Este aumento refleja una mayor dependencia de inhaladores contaminantes y la falta de una transición decidida hacia alternativas más sostenibles.
Además, el equipo investigador estimó que el coste social y ambiental de estas emisiones alcanzó los 5.700 millones de dólares en esa década. Este cálculo considera daños económicos vinculados a impactos en salud pública y en el clima, lo que subraya la urgencia de tomar medidas.
¿Qué alternativas existen?
Las opciones ya están sobre la mesa. Inhaladores sin propulsor, como los de polvo seco o niebla suave, ofrecen la misma eficacia terapéutica para muchos pacientes, pero con una huella de carbono drásticamente inferior. Además, varios modelos son reutilizables, lo que reduce aún más el impacto asociado a su fabricación y eliminación.
Un estudio citado en el artículo encontró que cambiar a dispositivos de niebla suave podría reducir las emisiones entre un 10 % y más del 90 %, según el tipo de tratamiento. Esta reducción es significativa a escala poblacional, y más aún si se considera que los cambios pueden implementarse sin modificar las dosis ni los principios activos.
Eso sí, no todos los pacientes pueden hacer el cambio. Algunas personas con capacidad respiratoria reducida necesitan dispositivos presurizados para asegurar una correcta administración del medicamento. Por eso, el enfoque debe ser personalizado, pero informado.
El papel del sector sanitario
La solución no puede dejarse en manos de los pacientes. El cambio debe comenzar desde la comunidad médica y los sistemas de salud. Prescribir opciones de bajo impacto cuando sea posible, informar adecuadamente sobre las alternativas y asegurarse de que los inhaladores se usen y desechen correctamente son pasos clave.
Hospitales, clínicas y farmacias también pueden contribuir. Incluir criterios de sostenibilidad en la adquisición de inhaladores es una medida viable y necesaria. Elegir dispositivos con menor huella ecológica, siempre que la eficacia esté garantizada, puede marcar una diferencia sustancial a escala nacional.
En países como el Reino Unido y Suecia, ya se están implementando guías clínicas que incluyen el impacto ambiental como criterio en la elección del dispositivo. Esta visión holística es indispensable para alinear salud pública y acción climática.
Hacia un futuro con inhaladores climáticamente responsables
El mercado no está congelado. Ante el endurecimiento de las regulaciones sobre hidrofluorocarbonos, los fabricantes ya están desarrollando nuevos propulsores con bajo potencial de calentamiento global (GWP). Algunos prototipos muestran avances prometedores, pero aún deben superar pruebas clínicas y regulatorias antes de su aprobación y producción masiva.
También se están iniciando estudios comparativos que analizan resultados clínicos entre distintos dispositivos, buscando demostrar que los inhaladores más sostenibles no implican pérdida de control sobre la enfermedad. Estos datos serán clave para ampliar la cobertura de las aseguradoras y facilitar la transición.
Por otro lado, mejorar la experiencia del usuario también es vital: etiquetado claro, instrucciones sencillas, asesoramiento farmacéutico y programas de devolución de dispositivos usados pueden ayudar a reducir el impacto ambiental sin generar barreras adicionales al tratamiento.
Fuente: ecoinventos.com
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