Los neurocientíficos llegan a las raíces del pesimismo

Neurocientíficos del MIT han identificado una región del cerebro que puede generar el estado de ánimo pesimista.

Desde un punto de vista psicológico, el pesimismo es un estado de ánimo en virtud del cual una persona percibe negativamente todos los fenómenos que le rodean. Es una de las manifestaciones o síntomas más habituales de la depresión.

Realizando pruebas en animales, los neurocientíficos del MIT comprobaron que estimulando una región del cerebro llamada núcleo caudado, relacionado con el aprendizaje y la memoria, se provoca la adopción de decisiones negativas.

En el experimento de esta investigación, los animales a los que se les estimulaba el núcleo caudado, enfatizaban más el posible inconveniente de una decisión que el eventual beneficio. Y eso no ocurría cuando la estimulación cerebral no se producía. El efecto de la estimulación dura al menos 24 horas.

Este descubrimiento ayudará a los científicos a comprender mejor cómo surgen algunos de los efectos paralizadores de la depresión y la ansiedad, y a desarrollar nuevos tratamientos.

“Creemos que hemos observado un indicador de ansiedad, depresión o alguna combinación de ambos”, explica Ann Graybiel, profesora del MIT y autora principal del estudio, en un comunicado. “Estos problemas psiquiátricos son todavía muy difíciles de tratar para muchas personas que los padecen”, añade.

Circuito neuronal

En una investigación anterior, Graybiel había identificado un circuito neuronal que subyace a un tipo específico de toma de decisiones conocido como conflicto de aproximación-evitación, que en psicología se considera el resultado de la presencia de un único objetivo o deseo, que al mismo tiempo es deseado y rechazado.

Este tipo de decisiones, que requieren opciones de ponderación con elementos tanto positivos como negativos, tienden a provocar una gran ansiedad. Su laboratorio también ha demostrado que el estrés crónico afecta dramáticamente a este tipo de toma de decisiones: más estrés generalmente lleva a los animales a elegir opciones de alto riesgo y alto rendimiento.

En el nuevo estudio, los investigadores querían ver si podían reproducir un efecto que a menudo se observa en personas con depresión, ansiedad o trastorno obsesivo compulsivo. Estos pacientes tienden a participar en comportamientos rituales diseñados para combatir los pensamientos negativos. Este tipo de pensamiento negativo, sospechaban los investigadores, podría influir en la toma de decisiones.

Para probar esta hipótesis, los investigadores estimularon el núcleo caudado, una región del cerebro vinculada también a la toma de decisiones emocionales, con una pequeña corriente eléctrica.

La finalidad de esta estimulación artificial era observar cómo influía en la toma de decisiones de los animales del experimento: tenían que tomar una decisión sobre aceptar una recompensa asociada a un estímulo desagradable: aceptar un zumo suponía recibir al mismo tiempo una bocanada de aire en toda la cara.

Este tipo de toma de decisiones requiere un análisis de costo-beneficio. Si la recompensa es lo suficientemente alta como para compensar la desagradable bocanada de aire, los animales optarán por aceptarla, pero cuando esa proporción se considera demasiado baja, la rechazarán.

Perspectiva sesgada

Cuando los investigadores estimularon el núcleo caudado, observaron que el cálculo del costo-beneficio se volvió sesgado: los animales preferían evitar, en ese estado, el zumo ofrecido para no recibir la bocanada de aire en la cara. Este efecto se prolongó incluso después de que terminara la estimulación, y también se pudo ver al día siguiente. Luego desapareció gradualmente.

Este resultado sugiere que los animales comenzaron a devaluar la recompensa que querían, y se enfocaron más en el costo del estímulo negativo. “Este estado que hemos imitado tiene una sobreestimación del costo en relación con el beneficio”, explica Graybiel.

Los investigadores también descubrieron que la actividad de ondas cerebrales en el núcleo caudado se alteró cuando cambiaron los patrones de toma de decisiones. Este cambio se aprecia en la frecuencia beta y podría servir como un biomarcador para controlar si los animales o los pacientes responden al tratamiento con medicamentos, concluye Graybiel.

El núcleo caudado tiene regiones que están conectadas con el sistema límbico, que regula el estado de ánimo, y envía información a las áreas motoras del cerebro, así como a las regiones productoras de dopamina. Los investigadores creen que la actividad anormal observada en el núcleo caudado en este estudio podría estar de alguna manera alterando la actividad de la dopamina.

Fuente: tendencias21.net