Averiguar la edad que tenían los animales cuando murieron ha proporcionado información muy valiosa sobre el modo de obtención de los recursos animales (caza o carroña) y sobre las tácticas empleadas para su captura, las cuales pueden tener un importante significado social, ya que permiten: inferir la cooperación entre individuos para hacerse con las presas, saber cómo se transportaron los cuerpos de los animales y si existía una posterior distribución de los alimentos entre los individuos que formaban un grupo de cazadores recolectores.
Los neandertales han sido descritos tradicionalmente como individuos salvajes, con pocas capacidades cognitivas y, por consiguiente, sin demasiadas habilidades para la caza de grandes animales. Si su dieta se basaba en la búsqueda de carroña abandonada por otros animales, el reparto no tendría cabida, porque no habría posibilidad de adquirir alimentos más allá de por uno mismo. Sin embargo, en la actualidad el conocimiento de los neandertales ha cambiado completamente las hipótesis sostenidas hasta hace unos años.
En esta línea hay que situar una nueva investigación sobre sus estrategias de subsistencia y, consecuentemente, su capacidad para la obtención de alimentos, que sería similar a la desarrollada por los Hombres Anatómicamente Modernos, es decir, los Homo sapiens.
El estudio, realizado por Juan Marín (Becario pre-doctoral en el Museo de Historia Natural de París), junto con Antonio Rodríguez-Hidalgo (investigador Post-doctoral en la Universidad Complutense de Madrid) y Palmira Saladié (investigadora en el IPHES, Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social) sobre restos descubiertos en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) así lo demuestran.
Juan Marín ha analizado la edad de muerte de los caballos y los ciervos encontrados en ocho estratos arqueológicos del Abric Romaní, con una cronología que oscila entre los 43.200 y 54.500 años de antigüedad, según el método de datación que se aplique. Los resultados demuestran que los neandertales cazaban selectivamente los caballos de edad adulta. En cambio, la misma actividad en los ciervos era más variable y, por tanto, flexible.
El mismo investigador comenta que las diferencias en los perfiles de mortalidad identificados en este yacimiento avalan la práctica de diversas estrategias de caza: «Por un lado, se utilizaron estrategias de caza selectivas para los caballos en todos los niveles, en cambio los ciervos fueron producto de estrategias selectivas y no selectivas».
Por franjas de edad, los animales adultos siempre son los más fuertes y más saludables de una población. Además, en el caso del caballo (o de los uros, también presentes en el yacimiento, aunque en menor medida), su tamaño implica un riesgo sustancial para los cazadores, lo que en los depredadores no humanos se reduce a través de la cooperación, tal como se observa en la cacería protagonizada por leones, lobos, hienas y licaones. La obtención de los ciervos también se ha llevado a cabo en grupo, pero seguramente estos animales -a diferencia de los équidos- podían ser abatidos por una sola persona, especialmente los individuos jóvenes.
En la caza de adultos, parece que la táctica selectiva de emboscada puede haber sido la más utilizada. En cambio, los ciervos jóvenes se pueden capturar de varias maneras: por trampas, con proyectiles o por persecución, pero «no habría sido un desafío para los cazadores», según Marín.
Así que los neandertales del Abric Romaní desarrollaron estrategias específicas de caza basadas en dos características de su presa: el taxón y la edad del individuo que querían capturar; cada estrategia generó perfiles de mortalidad específica.
Esto se ha conocido gracias al estudio de un total de 486 piezas dentales de caballos y ciervos de ocho niveles arqueológicos diferentes que corresponden a una horquilla cronológica que abarca unos 10.000 años aproximadamente. Se ha estudiado la secuencia de erupción y reemplazo de los dientes (los momentos en que los dientes de leche de los animales son substituidos por los permanentes) y su desgaste mediante la medición de la altura de la corona y el observado en las superficies oclusales (de masticación). Gracias a esto se estableció su edad de muerte y se pudo comprobar las preferencias en la caza de los individuos en función de la especie a la que pertenecen.
Fuente: SINC