Permanecen ocultas en nuestros genes durante generaciones, y cuando se manifiestan provocan graves dolencias. La fibrosis quística, la sordera congénita o la beta-talasemia son solo algunos ejemplos de las enfermedades hereditarias recesivas más comunes. La mayoría de las personas que las portan en su ADN no las desarrollan y no saben que pueden transmitirlas a su descendencia. Ahora los análisis genéticos comienzan a generalizarse en grupos de riesgo elevado para las enfermedades hereditarias (como los judíos asquenacíes). Los tests de portadores ya detectan los genes responsables, con el fin de reducir el riesgo de transmitir esas enfermedades a la siguiente generación: ¿Conseguiremos algún día que desaparezcan?
“Los avances de las últimas décadas han permitido el descubrimiento de miles de genes asociados a este tipo de dolencias”, asegura Stylianos Antonarakis, profesor de Medicina Genética en la Universidad de Ginebra (Suiza). Y es que los genes que desencadenan las enfermedades hereditarias recesivas muestran mutaciones en comparación con sus variantes en personas sanas. El mecanismo por el que se heredan es sencillo. Cuando recibimos los genes de nuestros progenitores lo hacemos por duplicado, es decir, obtenemos una copia de cada gen de nuestra madre y otra de nuestro padre (salvo en el caso de los genes que solo están en el cromosoma Y de los varones). Las enfermedades hereditarias recesivas únicamente las sufren aquellas personas que reciben dos copias del gen nocivo. Lo bueno es que tiene que darse la coincidencia de que tanto el padre como la madre tengan esa mutación, lo malo es que ambos pueden tener solo una copia de ese gen, y ser portadores sin saberlo.
Las más de mil enfermedades de este tipo que conocemos aparecen por igual en hombres y mujeres. Son escurridizas porque “se producen por alteraciones en genes que pueden estar localizados en cualquiera de nuestros cromosomas”, detalla Judith Reina, asesora genética de la Unidad de Medicina Genómica del Centro Dexeus Mujer en Barcelona (España). Cada vástago de una pareja de portadores tiene un 50% de probabilidades de serlo también, y un 25% de llegar a desarrollar la enfermedad. Desde Suiza, el profesor Antonarakis añade: “En nuestro intento por descubrir nuevas dolencias de estas características, buscamos en familias donde había matrimonios consanguíneos. Así el año pasado encontramos una ceguera genética recesiva infantil, que impide el desarrollo de los ojos”.
Cribados genéticos
Los test más modernos son los llamados cribados genéticos, que detectan de forma simultánea la presencia de genes mutados relacionados con diversas enfermedades. Una extracción de sangre es suficiente para realizar la prueba. “Los análisis que se aplican difieren en función de los centros, así como de las políticas y el marco legislativo que hay en cada país. Nosotros hemos desarrollado uno específico que permite detectar alteraciones asociadas a más de 300 enfermedades recesivas”, cuenta Judith Reina. El método más común para encontrar genes mutados se llama FISH (siglas en inglés de hibridación fluorescente in situ), y consiste en usar sondas fluorescentes diseñadas para unirse a ellos si están presentes. Después se utilizan microscopios especiales para visualizarlas.
Aunque el sistema de cribado genético es la única manera de predecir con alta fiabilidad la aparición de enfermedades genéticas recesivas, todavía estamos muy lejos de que se aplique de forma general en la población. Estas pruebas están aconsejadas en familias con antecedentes o en poblaciones de riesgo, como por ejemplo las de origen judío, nórdico y ciertas zonas del Mediterráneo. Las personas de estos grupos se han reproducido entre ellas durante mucho tiempo, sin que la población a la que pertenecen haya incorporado material genético externo. Un ejemplo es la enfermedad de Niemann-Pick, que afecta especialmente a los judíos asquenacíes del centro y este de Europa. Los recién nacidos que padecen este desorden metabólico no suelen superar los tres años de vida. Otro caso es la porfiria que sufre con mayor frecuencia la población blanca de Sudáfrica. Esta enfermedad ataca al sistema nervioso y puede provocar diversas parálisis.
Pruebas de portadores a gran escala
Si el cribado genético es positivo, los padres portadores pueden “recurrir a la reproducción asistida y realizar un diagnóstico genético preimplantacional antes de transferir el embrión, para seleccionar aquel que esté libre de la enfermedad”, sugiere Reina. Para que una detección exhaustiva de portadores reduzca la incidencia en general de una dolencia es crucial el comportamiento de las comunidades afectadas. Por ejemplo, en las últimas décadas, el número de niños nacidos con la enfermedad Tay-Sachs —una dolencia neurológica degenerativa que provoca la muerte antes de los cinco años— se ha reducido en un 90% en la población afectada de judíos asquenazíes de Estados Unidos, gracias a los matrimonios selectivos basados en el cribado genético.
Hacer pruebas de portadores a gran escala, acompañas de educación y asesoramiento genético de estas enfermedades ayudaría a reducir su incidencia. Aun así, “no podrán desaparecer del todo, porque todos los seres humanos somos portadores de alguna enfermedad hereditaria de carácter recesivo”, sentencia Reina.
Más de la mitad de la población, un 56%, presenta mutaciones genéticas susceptibles de originar las principales enfermedades hereditarias recesivas. La más frecuente, la anemia de células falciformes, afecta a 1 de cada 625 personas. “Nos esperan muchos retos como ser capaces de interpretar las variantes de algunos genes e incorporar los descubrimientos más recientes a los programas de cribado”, concluye Antonarakis. Poco a poco se estrecha el círculo sobre estas enfermedades que se ocultan en lo más profundo de nuestro ADN.
Fuente: bbvaopenmind.com