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Las creaciones de la madre de la alquimia, María la Profetisa, que se siguen usando 20 siglos después

Una de las premisas clave de la alquimia era que los antiguos alguna vez tuvieron las llaves del universo, pero que ese conocimiento se perdió y había que redescubrirlo.

A juzgar por el primer tratado de alquimia práctica que llegó hasta nuestros días, escrito en el siglo III d.C. por el griego egipcio Zosimos de Panópolis, hay algo de cierto en ello.

Zosimos cita ampliamente las obras de una mujer considerada como la primera verdadera alquimista del mundo occidental, la madre de la alquimia.

Y no es el único. Aunque mucho de su conocimiento se perdió y ninguno de sus escritos sobrevivieron, hay citas que se le atribuyen en varios textos posteriores.

Es conocida con muchos nombres, como María Hebraica, María la Judía, María la Profetisa y hasta Miriam la Profetísima, la hermana de Moisés.

Su parentesco con el profeta del Antiguo Testamento es improbable, pero las leyendas que vinculaban las figuras bíblicas y las deidades griegas con la alquimia eran comunes, pues elevaban el “pedigrí” y le daban un aire místico a las obras alquímicas.

Ostanes, uno de los escritores griegos más antiguos, la describe como “la hija del rey de Saba”. El poeta persa Nezāmi habla de María como una princesa siria que visita la corte de Alejandro Magno y aprende de Aristóteles, entre otras cosas, el arte de hacer oro.

Eso hace que las fechas precisas y otros detalles sobre la vida de María sean inciertas, pero no hay duda de que existió y, dado que Ostanes la menciona, parece haber vivido en el siglo I d.C., probablemente en Alejandría, cuando Egipto era una provincia romana.

Balneum mariae, kerotakis y tribikos

Respecto a sus logros, María concibió bases teóricas para la alquimia.

El doctor germano francés Jean-Chrétien-Ferdinand Hœfer, famoso por obras sobre la historia de la ciencia, la acredita con uno de los descubrimientos más importantes en química: el del ácido clorhídrico.

Se asegura también que estudió los compuestos de azufre y que fue ella quien creó el proceso para fabricar sulfuro de plata, lo que los artistas llaman nielado, un compuesto negro mate a menudo utilizado para incrustaciones de metalistería.

Sin embargo, para muchos, su gran legado fue la invención de equipos de laboratorio.

En su tratado, Zosimos atribuye a María tres piezas cruciales.

El primer aparato, que se decía que copiaba el proceso de destilación en la naturaleza, se convertiría en un elemento básico en los laboratorios de química modernos.

Era un recipiente de doble pared, equipado con pies que podían colocarse en el fuego. Con el contenedor exterior lleno de agua, el material a transmutar podía colocarse en la cámara interior, donde su temperatura no superaría el punto de ebullición del agua.

Se le conocía como el “balneum mariae”, y tú probablemente lo conoces como el “baño María”.

La ventaja que ofrece es que hace más fácil calentar una sustancia gradualmente y mantenerla a una temperatura constante de 100ºC o menos.

El segundo dispositivo fue el kerotakis, un cilindro cerrado en cuyo fondo había una llama de madera o carbón la cual calentaba una plataforma a mitad del horno, en el que se ponía una masa de mercurio o azufre.

El humo se elevaba a través de unos agujeros hasta alcanzar un trozo de plata u otro mineral con metales preciosos escondidos dentro que estaba más arriba.

El kerotakis era utilizado por los alquimistas para producir aleaciones, especialmente su imitación más exitosa de oro, que fue utilizada hasta hace poco por los joyeros como oro sustituto.

Luego estaban los tribikos o alambique de tres cabezas, que servía para separar las sustancias de líquidos, permitiendo recoger el destilado de tres puntos a la vez.

El líquido se vertía en un contendor de cerámica que se calentaba.

El vapor pasaba a otro contenedor en el que se enfriaba y se separaba en líquidos que pasaban por tres caños de cobre y caían en recipientes de vidrio, un material que María apreciaba especialmente porque le permitía “ver sin tocar”.

La alquimista dejó incluso instrucciones para construir su tribikos, detallando cómo hacer tubos de cobre partiendo de una plancha de metal y recomendando usar pasta de harina para sellarlos.

Aunque la revolución científica progresó de la alquimia a la química, los recipientes de vidrio y tubos de cobre continuaron utilizándose en el proceso de destilación.

Posiblemente has bebido whisky producido con este milenario proceso.

Fuente: elcomercio.pe