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Las canas son el nuevo rubio y la ciencia aún no sabe por qué nos salen

El pelo gris femenino se ha identificado durante años con el descuido; sin embargo, ahora mujeres de todas las edades lucen sus mechones blancos. No es solo una moda estética, conlleva una evolución en los roles sociales y la aceptación de la propia imagen. Mientras sucede este cambio, equipos de investigación tratan de averiguar las causas últimas del encanecimiento y sus relaciones con la salud.

Existe un término en inglés con el que se define a un hombre maduro y atractivo de pelo encanecido: silver fox, zorro plateado. Es un concepto positivo, una forma de halago. En esa categoría entran hombres como George Clooney o Richard Gere.

No hay en la cultura popular un término similar en femenino porque no es habitual la apreciación de una mujer atractiva de pelo gris o blanco. Todavía. Probablemente no tarde en ocurrir porque, de hecho, las canas son el nuevo rubio: cada vez más mujeres las lucen con normalidad, dejando de lado los tintes con los que, durante décadas, han tratado de ocultar el que es, junto con las arrugas, el signo más evidente del envejecimiento.

Youtubers de belleza muestran y celebran sus canas. Cuentas en las redes sociales, como Grombre en Instagram, recogen imágenes de mujeres con sus canas a la vista. Incluso el tinte gris está de moda. El salt and pepper no solo se reivindica como una forma de aceptación de la realidad, sino también como signo de belleza en mujeres que asumen el paso del tiempo con una tranquilidad que hasta hace poco era dominio masculino.

Detrás de lo que puede parecer nada más que una cuestión estética, hay en realidad un cambio de perspectiva. “Las mujeres de hoy han ejercido muchas más responsabilidades y roles sociales que las de generaciones anteriores. Eso les ha dado un poder en la sociedad, que les ha permitido ampliar su visión de la propia identidad y hacer frente a muchos estereotipos sobre el envejecimiento”, explica a SINC Lisa Hollis-Sawyer, profesora asociada del departamento de Psicología y coordinadora del programa de Gerontología, Mujer y Género de la Universidad de Northeastern Illinois.

Pero, por otro lado, “a diario somos bombardeadas con mensajes publicitarios y sociales (películas, famosas en la televisión, redes…) que nos están hablando de quiénes deberíamos ser y qué aspecto deberíamos mostrar a los demás”, continúa Hollis-Sawyer.

“La sociedad valora el aspecto juvenil, lo cual puede llevar a rechazar de forma consciente o inconsciente las señales naturales del proceso de envejecimiento”, dice Hollis-Sawyer, que apunta además a otro cómplice necesario en este proceso: la industria cosmética.

Abigail Brooks es profesora asociada del departamento de Sociología del Providence College y autora del libro The Ways Women Age: Using and Refusing Cosmetic Intervention, en el que explica la presión que esta industria ejerce en el proceso de envejecimiento de las mujeres: por un lado, pone a su disposición cada vez más herramientas para que controlen las señales de este proceso, y no solo las canas: las arrugas, la energía, los cambios hormonales, el peso, etc.

Por otro, coloca ante su vista unas referencias muy poco realistas de lo que supone envejecer con normalidad. “Esto me hacía preguntarme cómo es realmente para una mujer envejecer en ese entorno. ¿Cuánta presión tienen que aguantar?”, comenta Brooks en este podcast universitario en el que habla del libro.

Sin embargo, en los últimos tiempos también la industria cosmética se ha unido a las que prefieren pasar de tintes, y hemos podido ver anuncios de champús especiales para cuidar las canas femeninas, con un mensaje reivindicativo.

Que las marquesinas de autobuses se llenen de imágenes publicitarias de mujeres luciendo sus melenas plateadas es un signo de normalización. Quizá esta reacción del mercado sea el signo más evidente de que el cambio es real. Ya hay un público objetivo al que venderle un nuevo producto.

Para librar a las canas de su leyenda negra, es importante entender por qué se forman. Curiosamente, a pesar de su ubicuidad y simplicidad, hay muchas cosas que aún no sabemos sobre ellas.

El color de nuestro pelo es como la tinta de una impresora: en la base de los folículos pilosos se encuentran unas células, llamadas melanocitos, que son las que generan el pigmento y le dan color a cada pelo. Cuando los melanocitos van perdiendo actividad o desaparecen, el pelo va quedándose sin color y la cabellera se vuelve poco a poco grisácea y, finalmente, blanca.

Pero no está del todo claro todavía cómo ni por qué pasa esto, ni por qué ocurre antes en unas personas que en otras, o por qué en algunas personas ocurre solo en un área del cuerpo, o puede pasar solo en unos mechones de pelo y no en otros.

Sí se sabe que es un proceso generalmente asociado al envejecimiento, y muchos grupos de investigación tratan de encontrar respuestas con el objetivo de aprender también sobre otros procesos asociados para tratar de frenarlos o incluso revertirlos algún día.

En mayo de 2018 un estudio publicado en la revista PLOS Biology aportaba una posible razón por la que los melanocitos dejan de funcionar y las canas aparecen. Según sus conclusiones, la causa puede estar en la activación del sistema inmunitario, que afectaría de alguna forma a estas células, estableciendo así una posible relación entre infecciones virales y el encanecimiento del cabello.

En estudio, liderado por Melissa Harris, profesora asociada de Biología en la Universidad de Alabama Birmingham, había analizado las células madre de los melanocitos en ratones. En concreto, un factor genético de prescripción que regula genes relacionados con la pigmentación. En ratones con predisposición a las canas, la represión del factor aumenta la respuesta inmune en las células madre de los melanocitos.

Harris y su equipo sometieron a los ratones a una sustancia que imita el efecto de una infección viral, y observaron que, al activarse la respuesta inmune, se reducía el número de melanocitos y de sus células madre, y con ello aumentaban las canas en los animales.

“Nuestros precedentes genéticos explican en parte por qué alguna gente tiene canas antes que otra. Todavía no estamos seguros en humanos, pero podemos predecir que nuestra genética juega un papel importante en nuestra función inmunitaria, y que por eso, algunas personas pueden ser más sensibles que otras a la aparición de canas tras una infección viral”, explica Harris a SINC.

Ella misma reconoce que todo el mundo contrae infecciones virales alguna vez y no vemos un aumento súbito colectivo de canicie a nuestro alrededor. “Esto me hace pensar que o bien este efecto en humanos no es tan común, o bien se nos da mejor que a los ratones manejar los tintes para el pelo”, bromea.

Conocer los mecanismos que hacen aparecer las canas no es solo una cuestión estética. Hay detrás muchas otras repercusiones para la salud. Aunque el trabajo de Harris hasta ahora se ha centrado en ratones y se resiste a sacar conclusiones más allá, espera que este descubrimiento sí sirva para aprender más sobre cómo la función inmune afecta al envejecimiento humano, y también sobre patologías relacionadas con la hiperpigmentación inmunológica, como el vitíligo y el melanoma.

Mientras el conocimiento sobre las canas avanza poco a poco, la actitud de muchas mujeres hacia ellas cambia rápidamente a favor de una mayor libertad de elección: “Educar en positivo sobre los cambios que experimenta la belleza al envejecer es esencial para las mujeres de todas las edades”, concluye Harris-Sawyer.

Fuente: noticiasdelaciencia.com