Si en una familia hay muchas personas que alcanzan los 90 años de edad, lo lógico es pensar que las siguientes generaciones tienen más probabilidad de llegar a la misma edad que aquellas familias en las que se producen más muertes tempranas. ¿O no? La creencia generalizada de que los antecedentes familiares influyen mucho en la duración de la vida de los descendientes resulta no tener una base real, al menos en lo que se refiere a los europeos. Los genes que se heredan parecen tener un impacto muy modesto en la longevidad, según un macroestudio que abarca nada menos que 400 millones de personas agrupadas en árboles genealógicos, mientras que el emparejamiento selectivo (la elección de pareja) gana en importancia.
Disponer de cantidades enormes de datos permite hacer análisis que muestran la verdad estadística frente a trabajos más limitados o hipótesis populares pero nunca probadas. En este caso los investigadores de la empresa Calico, que se dedica a estudiar la biología del envejecimiento, han podido disponer del archivo público de Ancestry, una de las bases de datos genealógicas que han tenido tanto éxito en los últimos años para conocer la historia familiar y encontrar parientes desconocidos.
La conclusión es que la heredabilidad (la influencia de los genes heredados) en la longevidad en un individuo determinado se limita a un 7%. Otros factores no genéticos, como los socioculturales, los accidentes y el estilo de vida influyen mucho más, explican los investigadores, encabezados por Graham Ruby, en la revista Genetics. Hasta ahora, la influencia de los genes en la duración de la vida se estimaba como mínimo en más del doble (un 15%) y como máximo en más del cuádruple (un 30%).
Para el trabajo no se utilizaron datos personales ni se incluyeron personas vivas: solo el año de nacimiento, el de fallecimiento, el lugar de nacimiento y las relaciones familiares entre los sujetos. Así se obtuvieron los pedigrís de 400 millones de personas, europeas o norteamericanos de ascendencia europea en su mayoría, que nacieron a finales del siglo XIX y principios del XX (padres, hijos y matrimonios) y partir de ellos se estimó la influencia de la herencia genética.
Como ya habían señalado estudios anteriores más limitados, entre hermanos y entre primos hermanos del mismo género la duración de la vida suele ser similar (siempre hay que recordar que estamos hablando de estadística), mientras que mujeres y hombres con estos mismos parentescos difieren más. Hay que recordar que se ha demostrado que la correlación es también mayor entre esposos, que claramente no tienen la misma herencia pero sí comparten el mismo entorno, con todo lo que ello implica.
A partir de ahí, en los árboles familiares disponibles se empezaron a observar correlaciones mucho más llamativas, entre personas que ni siquiera suelen compartir entorno, como los cuñados, los hermanos de los cuñados, los primos lejanos o los primos políticos de los miembros de una familia nuclear. La conclusión de los investigadores es que las personas tienden a emparejarse con las que son similares a ellos en muchos aspectos y uno de estos aspectos es la longevidad. Este es un factor desconocido, por supuesto, cuando se emparejan, pero sí tiene que ver con factores genéticos y/o socioculturales (ambientales) que influyen en la elección de la pareja.
“La duración de la vida humana es un fenotipo que integra muchos aspectos de salud y del entorno pero que se reduce a una cantidad, el tiempo que pasa entre el nacimiento y la muerte”, recuerdan los investigadores. La teoría de que los factores socioculturales que afectan al fenotipo se pueden heredar y transferir en las familias de forma similar a lo que ocurre con la genética ha ido ganando popularidad de la mano de los datos disponibles y es una de las bases del estudio actual.
El estatus socioeconómico es uno de esos factores que se ha demostrado que influyen en la longevidad, y para ello no hay siquiera que echar mano de las desalentadoras estadísticas de longevidad de muchos países africanos. Es un concepto complejo, que entre sus componentes incluye el nivel de riqueza, el entorno geográfico, la educación, la etnicidad, las relaciones culturales, el ambiente del vecindario e incluso la dieta, explican los investigadores. Separar la influencia de la genética y la del estatus en la herencia resulta muy difícil en la sociedad occidental, pero la gran cantidad de datos de que disponía este último estudio ha permitido evaluar la influencia de la herencia genética en la esperanza de vida en un 7% como máximo, mientras que no se ha podido conocer el grado de influencia de los factores socioculturales heredados.
Además de la herencia vertical del estatus socioeconómico (de padre a hijos), su transferencia horizontal a través del mencionado emparejamiento selectivo (la elección de pareja) también es bien conocida, indican Ruby y sus colegas. Entre los aspectos que influyen en este alineamiento que lleva al emparejamiento están la educación y el prestigio profesional.
Dado que las mayores amenazas para la salud y la vida han cambiado mucho en el periodo y en los países que abarca este análisis estadístico, no se puede asegurar que los factores que se transfieren y se heredan entre parientes y sobre los que se basa el emparejamiento selectivo tengan el mismo impacto en otros contextos históricos, recuerdan los científicos. De hecho, la duración de la vida se correlaciona menos entre parientes (como un tío y una sobrina) cuanta mayor diferencia existe entre los años de nacimiento de cada uno, con el consiguiente aumento de cambios ambientales.
El masivo análisis ahora publicado es una contribución más al conocimiento de la vida y el envejecimiento humanos que será sin duda discutida y afinada por los especialistas, pero resulta interesante la conclusión que de los factores genéticos y socioculturales transferibles afectaron a la supervivencia de los analizados en contextos históricos concretos, más que afectar a algo tan fundamental como es el ritmo del envejecimiento humano, que se conservó.
Fuente: publico.es