La ciencia explica por qué recuerdas con tanta nitidez dónde diste el primer beso

Hay quien acusa a los científicos, o a los amantes de la ciencia, de cientifistas. Lo queréis explicar todo, dicen, pero siempre habrá cosas incomprensibles. Estas reacciones suelen producirse con más intensidad cada vez que los medios se lanzan en tromba a convertir un estudio con ratones (por ejemplo) en titulares del tipo ‘La ciencia ya sabe por qué te enamoras’.

Lo cierto es que la ciencia no sabe tal cosa, aunque cada día que pasa lo sabe un poco mejor. El último varapalo científico contra el amor romántico ha llegado este mismo agosto, de la mano de la neoyorquina Universidad de Columbia. Los culpables: un grupo de investigadores capitaneado por el neurocientífico Nathan Danielson.

Piensa en un lugar que fuese importante para ti por algún motivo. Donde conociste a tu pareja, donde os disteis el primer beso, donde os prometisteis… Notarás que lo recuerdas con bastante nitidez. Es muy posible incluso que lo recuerdes mejor, con más detalle, que la mayoría de los sitios que has visitado estas vacaciones (¿y cuánto hace de eso, menos de un mes?).

Hasta ahora la explicación a este curioso fenómeno se circunscribía al campo de lo poético, lo trascendente, las mariposas del estómago, la magia del amor. Pero al doctor Danielson la explicación romántica no le bastaba, de modo que se ha pasado varios meses analizando la actividad cerebral de sus ratones, fijándose particularmente en unas neuronas llamadas ‘place cells’ (células de lugar).

Las ‘place cells’ se encuentran en el hipocampo, una zona del encéfalo ubicada en el lóbulo temporal. Sabemos que ahí se desarrollan labores importantes relacionadas con la memoria espacial y también con la llamada ‘memoria episódica’.

Conviene aclarar, antes de nada, que los ratones no son románticos, de modo que los investigadores tuvieron que desarrollar un método de estudio indirecto. Se optó por colocarlos en una cintas rodantes donde a veces obtenían una recompensa (en forma de agua) y a veces no. En otras palabras: en ciertos momentos de la caminata ratonil el espacio que les rodeaba no significaba nada para ellos (porque no eran recompensados), pero en otros momentos sí (porque obtenían agua).

Para la investigación los científicos monitorizaron a los ratones colocándoles sensores para medir la actividad de una zona del hipocampo que genera una señal llamada CA1. Así fue como descubrieron algo sorprendente: los roedores almacenaban en partes distintas de su encéfalo los lugares donde obtenían recompensa (es decir, donde eran felices) y los lugares que ‘ni fu ni fa’. En concreto, la monitorización reveló que, cuando el ratón asociaba un lugar a una experiencia positiva, la señal CA1 se almacenaba en una capa más profunda del hipocampo.

El estudio, publicado en la revista científica ‘Neuron’, concluye que nuestro cerebro establece una relación entre la memoria espacial y la episódica. Y es gracias a esta relación que los lugares ‘especiales’ son guardados en una capa más profunda (literalmente) de nuestra mente. Es decir: recordamos mejor los sitios donde fuimos felices.

A veces, ya ves, hasta la ciencia se pone romántica.

Fuente: CienciaXplora