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La biotecnóloga mexicana que busca salvar vidas a través de los alimentos

Rocío Alejandra Chávez Santoscoy investiga alimentos mexicanos que tienen ‘superpoderes’ para sanarnos

Cuando Rocío Alejandra Chávez Santoscoy, profesora investigadora de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tec de Monterrey, cumplió 15 años no quiso una fiesta o un vestido con crinolina.

En su lugar, le pidió a su mamá, anestesióloga cardiovascular, dejarla observar una cirugía de corazón. Así, fue testigo, en primera fila, de cómo la sangre del paciente pasó por una máquina de circulación extracorpórea, el órgano dejó de latir, se operó y se activó de nuevo.

“Yo veía a mi mamá, y a todos sus colegas, como héroes que hacían cosas maravillosas. Fue impactante el darme cuenta lo que la ciencia médica hace por la salud de los seres humanos”, relata.

Los médicos lograron adormecer, intubar, operar y reanimar al paciente sin complicaciones. Maravillas que salvan vidas, pero habilidades cotidianas para ellos.

Parecía que el destino profesional de Alejandra sería la medicina —dado que su papá también era doctor— pero en esa profesión, dice, “había mucha sangre” y eso no le gustaba, además, le apasionaban las matemáticas y la química.

Su camino no se alejó del todo, pues desde la biotecnología busca mejorar la calidad de vida de los mexicanos al encontrar compuestos activos en los alimentos que nos ayuden a prevenir enfermedades como el cáncer.

Descubrir el mundo con la mirada de una niña

El famoso astrofísico estadunidense Neil deGrasse Tyson dice que “todos los niños nacen siendo científicos”, porque siempre están mirando debajo de las rocas, explorando el mundo y preguntándose el porqué de las cosas.

La curiosidad de los pequeños, sin embargo, se topa con la mente de muchos adultos quienes limitan sus exploraciones y descubrimientos.

Se dice que los científicos son niños que lograron conservar la capacidad de asombro ante aspectos básicos de la naturaleza. Es el caso de Alejandra Chávez y, quizás, mucho se debe a que en su familia siempre estimularon su curiosidad.

En sus cumpleaños y Navidades, los regalos eran kits de química y microscopios y sus papás dejaban que sus hijos armaran y desarmaran las cosas de la casa para ver cómo eran por dentro y que, por sí mismos, encontraran las respuestas.

“Siempre tuve una estructura de pensamiento muy analítica, siempre me pregunté el porqué de las cosas, me gustaba mucho indagar y llegar a la respuesta”, dice la biotecnóloga líder del Laboratorio Nacional de Secuenciación Genómica TecBASE.

Desde pequeña, estuvo familiarizada con la salud humana y en su casa siempre se hablaba de investigación.

Brillar con luz propia

Rocío Alejandra Chávez Santoscoy nació en Guadalajara en 1987 pero cuando cuatro años, su familia se mudó a Ciudad Obregón, Sonora. Por un minuto de diferencia, es mayor que su hermana gemela, además de tener otro hermano cuatro años menor.

La investigadora cuenta que ella y sus hermanos estudiaron la educación básica en escuelas públicas, pero, en una charla, les hablaron de la prepa del Tec y su hermana y ella quedaron enamoradas con la idea de estudiar ahí.

Pero no todo fue tan sencillo. “Me enamoré del Tec, quería estudiar ahí, pero era muy difícil para mi familia. Mi mamá un día me dijo: ‘a ver cómo le haces, porque no puedo pagar eso’”.

Chávez Santoscoy comenzó a tocar puertas y buscar apoyos. Encontró a una familia de empresarios que la apoyaron a través de la asociación civil Estoy Contigo que –de hecho– ayuda a personas con cáncer.

Esta organización la marcó en muchos sentidos, pues ser testigo de los sufrimientos por los que pasan los pacientes con cáncer fue un parteaguas en su vida y se propuso que, de alguna forma, ayudaría a prevenir y aminorar los síntomas y la mala calidad de vida de las personas con la enfermedad.

Con mucha dedicación en sus estudios, tanto Alejandra como su hermana lograron que, semestre a semestre, el Tec siguiera dándoles una beca para seguir estudiando.

A la hora de decidir carrera, se decidió por la biotecnología, pues es una profesión que combina el pensamiento lógico de las ingenierías con biología y salud.

En ese periodo estudiantil, Chávez Santoscoy fue la autora principal de un estudio que analiza los compuestos activos del jugo de nueve variedades de la tuna para evaluar sus propiedades antioxidantes y anticancerígenas.

Ese primer artículo científico publicado en Plant Foods for Human Nutrition en 2009 es el más citado en su trayectoria científica y más que eso: le abrió las puertas para estudiar el doctorado con beca del Conacyt.

Transformar vidas desde la ciencia

Uno de sus grandes orgullos es haber obtenido en 2017 el reconocimiento Investigadores Innovadores menores de 35 años Región Latinoamérica por el MIT Technology Review.

Esta distinción le fue otorgada por haber incorporado a tortillas y totopos moléculas activas para tener efectos benéficos en contra de la obesidad y la diabetes, lo cual va en contra de la lógica de muchas personas (es lo primero que dejan de comer cuando se ponen a dieta).

Otro logro para ella es haber contribuido a crear el Laboratorio Nacional de Secuenciación Genómica TecBASE con tecnología genómica de punta que revoluciona la forma de hacer ciencia en el país.

Somos lo que comemos

“Somos lo que comemos. Muchas veces creemos que los medicamentos van a cambiar nuestra calidad de vida, pero esta se construye día a día. Es una variable que tiene efecto en nuestra salud y se debe estudiar más”.

Chávez Santoscoy y otros investigadores estudian cómo es que ciertos alimentos influyen positivamente en la expresión de nuestros genes y nos ayudan a prevenir enfermedades.

Uno de sus proyectos de investigación es con el pez Totoaba macdonaldi, que se encuentra en peligro de extinción debido a su extracción ilegal en el mar del Golfo de California.

Alimentar a la especie es caro, porque su dieta es a base de carne; pero en el laboratorio han experimentado con dietas basadas en proteínas vegetales, como maíz y frijol, con el objetivo de que alcance buen tamaño y se pueda vender a buen precio en la industria acuícola del país.

Otro proyecto es la nanoencapsulación de flavonoides fenólicos, presentes en muchos alimentos vegetales, que tienen efectos benéficos en nuestra salud como antiinflamatorios, anticancerígenos y antioxidantes.

“Lo que hacemos es enriquecer esos alimentos y estabilizar moléculas para que, verdaderamente, podamos ver efectos en un corto plazo”.

Le gustaría influir positivamente en la nutrigenómica, un área que propone intervenciones dietarias, tanto en seres humanos como en otros organismos, con base en su información genética y expresión de genes.

Hoy, Alejandra Chávez es madre de dos niñas a quienes trata de transmitirles el deseo de lograr sus sueños y que no se sientan limitadas por nada ni por nadie.

“A pesar de los obstáculos y los días difíciles es importante saber levantarnos y perseverar. Buscar el cómo sí para lograr nuestras metas”.

Fuente: tecreview.tec.mx