Un nuevo estudio de la Universidad de Ciencia y Salud de Oregón revela como las células neuronales de los pájaros cantores tienen un parecido con las del cerebro humano
Todos en algún momento de nuestra vida hemos soñado con tener una voz capaz de engatusar a cientos de personas al cantar, aunque muchas personas lo han conseguido otras tantas simplemente se han quedado en el intento, pero eso se acabó. Según un estudio revelado por la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón (EEUU), en la revista Nature Communications, se ha descubierto que, las células especializadas en los circuitos neuronales que desencadenan el aprendizaje complejo de los pájaros cantores tienen un sorprendente parecido con un tipo de célula neuronal asociada al desarrollo de los habilidades motoras final en la corteza del cerebro humano.
El doctor Benjamin Zemel, becario postdoctoral de la OHSU, es el autor principal de la investigación, y dirigió a mayor parte del difícil trabajo de electrofisiología que supuso el uso de finos cortes de cerebro y el registro de células individuales.
El estudio reveló que un grupo concreto de neuronas expresa un conjunto de genes que modulan las proteínas de los canales iónicos de sonido. Estos canales generan señales eléctricas utilizadas para la comunicación entre las células del sistema nervioso. En este caso, el conjunto permite a las células disparar picos repetitivos, conocidos como potenciales de acción, a velocidades y frecuencias extremadamente altas mientras el pájaro canta.
Los investigadores a cargo del estudio afirmaron que el conjunto de neuronas y canales iónicos que intervienen en el canto del pinzón cebra macho se parece mucho a un conjunto similar de neuronas conocidas como células de Betz en la corteza motora primaria del cerebro humano.
Las células de Betz, localizadas entre las mayores células cerebrales conocidas en los seres humanos, tienen axones largos y gruesos que pueden propagar picos a velocidades y frecuencias muy altas, por ello se cree que son importantes para la motricidad fina de manos, pies, dedos y muñecas.
Aunque todo el proceso sea de gran complejidad, su origen no lo fue tanto, el estudio surgió de una conversación informal que se produjo durante el almuerzo en el Mackenzie Hall Café del campus Marquam Hill de la OHSU. El neurocientífico Mello abrió su ordenador portátil y mostró una imagen del cerebro de un joven pinzón cebra macho a una edad que le faltaba para poder cantar, seguida de una segunda imagen que revelaba una subunidad de proteínas reveladoras que se habían materializado después de que el pájaro tuviera la edad suficiente para empezar a cantar.
Tras ello Mello destacó que el nuevo estudio profundiza en la comprensión científica del mecanismo implicado en el aprendizaje de la motricidad fina, siendo un modelo muy importante, ya que se cree que este nuevo estudio tiene un amplio potencial.
Fuente: cordobabn.com