El proyecto busca reducir el consumo de PET, por lo que en febrero estarían colocados los primeros despachadores en el campus
Investigadores de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) desarrollan un filtro para captar el manganeso del agua que llega a las cisternas con la intención de que en febrero estén colocados los primeros despachadores en cinco o seis edificios del plantel, adelantó Delia Montero Contreras.
Al participar en la apertura del Congreso Metropolitano por el Agua y la Vida, organizado por la Red Nacional de Estudiantes de Sociología, comentó que se trata de un proyecto importante porque “queremos llegar al cero PET, entonces toda la comunidad universitaria podrá acercarse al depósito de agua previamente filtrada que le dará líquido de calidad”.
La investigadora del Departamento de Economía mencionó que en una primera etapa estarían funcionando los primeros despachadores en estos edificios, aunque la idea es colocarlos en todos los inmuebles del campus, previa colocación de los filtros y sensores.
“La intención es que en toda la unidad podamos beber agua de Iztapalapa, lo que me pone muy contenta porque este principio de saneamiento del agua se podría llevar a unidades habitacionales y a otros lugares y la gente podría ahorrarse el garrafón y, posiblemente muchas enfermedades”, dijo.
En el libro Transnacionales, gobierno corporativo y agua embotellada “explicó que el hábito es muy difícil de cambiar después de 30 años de tomar agua de botella; empresas como Nestlé, Bonafont y Pepsico –Electropura– encontraron en nuestro país un paraíso y se colocó como el principal consumidor de ésta a nivel mundial.
“Se tiene que revertir este hábito porque nadie ha dicho que el agua del grifo no es bebible, razón por la que tenemos que exigir información a las autoridades, quienes tienen la obligación de rendirnos cuentas, así como en las escuelas enseñar que el agua que llega a las casas es potable, sólo hay que lavar las cisternas y los tinacos y colocar algún ozonificador”, enfatizó.
En el Teatro del Fuego Nuevo, Delia Montero reconoció la iniciativa de los estudiantes por reunir a investigadores y a organizaciones civiles en un tema tan importante, pues fue a raíz del terremoto de 1985 que empezó a masificarse la venta de agua embotellada, primero en la ciudad y después se expandió a todo el país por la influencia de la publicidad, incrustando el hábito, que se vio reforzado con el crecimiento de las purificadoras cerca del año 2010, con casi tres mil en la Ciudad de México, muchas de ellas en la zona oriente”.
De acuerdo con una encuesta aplicada en la capital, el consumo de agua embotellada es de 390 litros por persona al año, mientras que en la alcaldía Iztapalapa llega a 590 litros debido a que la usan para dar el último enjuague a la ropa para que no quede con el color naranja del manganeso.
“Llama la atención que después de la pandemia el garrafón que venden las purificadoras pasó de entre diez y 15 a 18 pesos, sin que esto valide la purificación del líquido que impacta en mayor medida en el gasto familiar de las personas de escasos recursos”, sostuvo la investigadora.
Gilberto Conde, académico de El Colegio de México, aplaudió la realización del encuentro organizado por las y los estudiantes, “quienes muestran el entusiasmo por hacer algo frente a la crisis civilizatoria que estamos viviendo como humanidad”.
El también militante de la Coordinadora Socialista Revolucionaria sostuvo que el agua es un recurso que tiene que ver con la idea de “un recurso económico, político, y otras que van más allá y lo ven como un elemento natural de vida y necesidades”.
Así, hablar de geopolítica va más allá de los grandes planes globales o de la idea de los Estados, “es una práctica social en la que se conciben los territorios y espacios de manera estratégica en función de los intereses de poder y económicos, mientras las poblaciones tienen sus propias geopolíticas frente a esas prácticas estatales o de grandes empresas a partir de las necesidades de los pueblos”.
Desde un punto de vista marxista “el agua es utilizada como un recurso de poder y económico de acumulación de capital y en el país se les ha dado prioridad a las grandes empresas en sitios donde están los grandes afluentes, lo cual ha traducido en un gran negocio desde los años 80 del siglo pasado a partir del neoliberalismo”.
Integrantes de Pueblos Unidos Cholultecas refirieron el caso reciente de San Gregorio Atlapulco, en la alcaldía Xochimilco, que llevó al despido de Elena Burns, subsecretaria de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), que salió en defensa de los intereses populares, luego de que los pobladores fueron brutalmente reprimidos por defender el agua y la tierra.
También el proyecto hidráulico presa La Parota, que responde a un esquema desarrollista que afecta a la población más desprotegida: los campesinos y particularmente los indígenas, apuntó Rodolfo Chávez, integrante del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a este plan.
Un estudiante de la Unidad Iztapalapa originario de Oaxaca recomendó, como método de presión social para exigir el abasto del líquido, que más allá de cerrar calles sería mejor incorporarse a los movimientos sociales.
El Frente Popular Francisco Villa independiente y la UPREZ-Vida también estuvieron presentes para escuchar las exposiciones de los investigadores al tiempo de levantar la voz para denunciar la falta o mala calidad del agua en sus hogares.
Mauricio y Brenda Banda Gómez, estudiantes de Sociología de la Unidad Azcapotzalco y de Ingeniería Hidrológica, campus Iztapalapa, respectivamente, mencionaron que el congreso es un “intento por tomar la universidad como plataforma para intervenir en los movimientos de un modo profundo y fundamentado”.
Fuente: milenio.com