Henrietta Lacks, la mujer de origen humilde cuyas células inmortales salvaron millones de vidas
Su nombre es reconocido en el campo de las ciencias biológicas, pero ella no era una investigadora o académica, sino una mujer común de pocos recursos, cuyas células aún viven y ayudan a salvar a millones de personas alrededor del mundo.
Se trata de Henrietta Lacks, la humilde tabacalera afroestadounidense cuyo material genético fue extraído sin su consentimiento en 1951 y sirvió como base para miles de estudios que generan millones a la industria de la biotecnología.
A Lacks le aquejaba un tumor tan extraño que los médicos del hospital John Hopkins de Maryland decidieron enviar una muestra a un laboratorio, y descubrieron que sus células podían ser cultivadas indefinidamente.
Ese avance histórico abrió el camino a incontables tratamientos médicos, así como al desarrollo de productos que desde entonces pueden ser probados en células humanas.
Su familia nunca fue indemnizada, y la contribución de Lacks a la ciencia fue muy poco conocida hasta hace unos años.
Este lunes, luego de una batalla legal en las cortes de EE.UU. que comenzó en 2021, los descendientes de la mujer lograron un acuerdo con la empresa Thermo Fisher Scientific.
Acusaban a la firma con base en Massachusetts de haberse beneficiado de sus células durante décadas. Los términos del acuerdo, según los abogados de ambas partes, son privados.
Pero el nombre de Lacks está nuevamente en los titulares de diversos medios del mundo, por lo trascendental que es para la ciencia, y por el dilema ético que representa la extracción de su material genético.
Por eso en esta nota te contamos su historia.
El cáncer
Muy cerca de donde vivía Lacks en Baltimore junto a su esposo e hijos, a unos 10 kilómetros, se encontraba el laboratorio del doctor George Grey.
Allí el científico, obsesionado con curar el cáncer, trató durante 30 años de cultivar células. Mezclaba tejidos cancerosos con sangre de corazones de gallinas vivas, con la esperanza de que esas células enfermas vivieran y se reprodujeran para poder estudiarlas fuera del cuerpo.
Pero siempre morían.
El 1 de febrero de 1951, Lacks fue llevada al hospital con dolor abdominal y sangrado. En un principio los médicos pensaban que era un problema menstrual, pero cuando la examinaron se llevaron una sorpresa.
«Nunca había visto algo similar, ni lo he vuelto a ver jamás», le dijo en 1997 Howard Jones, el ginecólogo que la examinó, a Adam Curtis de la BBC.
«Era un tipo muy especial de lo que resultó ser un tumor», agregó.
El cáncer que tenía en la cérvix, de acuerdo con el médico, era “púrpura y sangraba con facilidad al tocarlo”.
El tumor no respondió bien al tratamiento y la mujer murió en octubre de 1951.
Su cuerpo fue enterrado cerca de las ruinas de la casa en donde nació. Mientras que parte de su cáncer fue destinado a los estudios que realizaba Grey.
La familia nunca se enteró.
Las células inmortales
Grey descubrió que, a diferencia de las células cancerosas que había estudiado durante décadas, las extraídas de Lacks no morían.
Era lo que había buscado por tantos años y hasta les dio un nombre: la línea celular HeLa, por las dos iniciales y el nombre de la fallecida.
Las HeLa se reproducían una generación entera en 24 horas, y nunca dejaban de hacerlo.
Fueron las primeras células humanas inmortales que crecieron en un laboratorio. Por primera vez cualquier cosa podía probarse en células humanas vivas.
«El ejemplo más clásico es la vacuna de polio. Para desarrollarla era necesario que el virus creciera en el laboratorio y para eso se requerían células humanas», explicó en 2017 a la BBC John Burn, profesor de Genética de la Universidad de Newcastle, Reino Unido.
Las células HeLa resultaron ser perfectas para ese experimento y la vacuna salvó a millones de personas.
También permitieron el desarrollo de otros tratamientos médicos. E incluso viajaron al espacio y se usaron para probar qué pasaría en el cuerpo humano en la gravedad 0 y se utilizaron en experimentos atómicos.
Además, fueron las primeras células en ser compradas, vendidas, empacadas y enviadas a millones de laboratorios de todo el mundo, algunos de ellos dedicados a experimentar con cosméticos, para asegurarse de que sus productos no causaban efectos secundarios indeseados.
«En los años 40 y 50 se consideraba a los tumores o tejidos que se retiraban en una operación como ‘abandonados’, así que no estaba claro que era necesario pedir permiso para usarlos en investigación que fuera más allá del cuidado de su dueño», sostuvo Burn.
La familia
No fue sino hasta 1973 que la familia Lacks se enteró por primera vez de que las células todavía estaban vivas.
Un equipo de genetistas los buscó para examinar su ADN, pues habían surgido la teoría de que la cura del cáncer podía estar en la manipulación de los genes.
«Tomaron muestras de sangre de todos los hijos de mi madre y nos dijeron que querían ver si lo que mi mamá tenía era hereditario», le dijo David Lacks a la BBC en 1997.
Cuando la familia se dio cuenta de lo que estaban haciendo con las células de su madre, decidió consultar abogados para averiguar si tenían derecho a recibir dinero de la industria de biotecnología.
Y desde entonces, comenzaron una batalla legal en la que han tenido victorias y derrotas.
“El racismo médico”
El abogado de derechos civiles Ben Crump, quien representó a la familia en las negociaciones con Thermo Fisher, dijo que el procedimiento realizado por los médicos la dejó con dolor al final de su vida.
Argumentó también que el maltrato que recibió es similar a las experiencias sufridas por otros estadounidenses negros en manos de médicos.
“La explotación de Henrietta Lacks representa la batalla desafortunadamente común de los negros a lo largo de la historia”, según la demanda que condujo al acuerdo anunciado este lunes.
«Con demasiada frecuencia, la historia de la experimentación médica en Estados Unidos ha sido la historia del racismo médico», continuó.
En una conferencia de prensa el martes, en lo que habría sido el cumpleaños número 103 de Lacks, Crump agregó que ambas partes estaban «satisfechas» con el acuerdo.
«No puedo pensar en un mejor regalo… que darle a su familia algo de respeto para Henrietta Lacks, algo de dignidad para Henrietta Lacks y, sobre todo, algo de justicia para Henrietta Lacks», dijo el abogado.
Thermo Fisher intentó varias veces que se desestimara el caso argumentando que los reclamos habían prescrito.
Pero, para los abogados de la familia el plazo no estaba vencido, porque las células aún se siguen replicando.
«Las células HeLa no solo se derivaron de Henrietta Lacks, las células HeLa son Henrietta Lacks», dijo el abogado.
Los reconocimientos póstumos
En 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebró una ceremonia para conmemorar los numerosos avances científicos que las células de Lack hicieron posible.
«Lo que le pasó a Henrietta estuvo mal», dijo el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una ceremonia especial en Ginebra, Suiza.
«Henrietta Lacks fue explotada. Es una de las muchas mujeres de color cuyos cuerpos han sido mal utilizados por la ciencia», añadió.
Y la semana pasada, la delegación de Maryland ante el Senado de EE.UU. presentó un proyecto de ley para otorgarle póstumamente la Medalla de Oro del Congreso.
«Henrietta Lacks cambió el curso de la medicina moderna», dijo el senador Chris Van Hollen en un comunicado.
«Ya es hora de que reconozcamos sus contribuciones para salvar vidas en el mundo».
Fuente: bbc.com