Hallan ‘entrada al inframundo zapoteco’ en las ruinas de Mitla en Oaxaca

Arqueólogos encuentran un sistema de cuevas y pasadizos debajo del sitio arqueológico. Los misioneros españoles consideraron que Lyobaa era una ‘puerta trasera al infierno’ y sellaron todas las entradas

En 1674, un sacerdote llamado Francisco de Burgoa publicó el relato de su visita a las ruinas de la ciudad zapoteca de Mitla, en el actual estado de Oaxaca, al sur de México. Describió un vasto templo subterráneo con cuatro cámaras interconectadas, la última de las cuales tenía una puerta de piedra que conducía a una profunda caverna. Los zapotecos creían que era la entrada al inframundo, conocido como Lyobaa, el ‘lugar de descanso’. Burgoa afirmaba que los misioneros españoles que exploraron las ruinas sellaron todas las entradas al templo, y la tradición local sostiene desde hace tiempo que el acceso se encuentra bajo el altar mayor de una iglesia católica construida sobre las ruinas.

Un equipo internacional de arqueólogos anunció recientemente que había hallado pruebas de la existencia de este legendario laberinto subterráneo bajo las ruinas, justo donde las leyendas contaban que debía estar, tras realizar exploraciones del yacimiento mediante tres distintas metodologías geofísicas: georradar o radar de penetración en el suelo (GPR), tomografía de resistividad eléctrica (ERT) y tomografía de ruido sísmico (SNT). El equipo también descubrió evidencias de una fase de construcción más antigua de un palacio situado en otra parte del yacimiento.

El descubrimiento de Lyobaa, la “puerta al infierno” en Oaxaca

Mitla es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del valle de Oaxaca. Fue un importante centro religioso que servía como lugar sagrado de entierro, de ahí su nombre, que deriva de Mictlan, que significa ‘lugar de los muertos’ o ‘inframundo’. Las singulares estructuras de Mitla presentan mosaicos y diseños geométricos impresionantemente complejos en todas las tumbas, paneles, frisos y muros, elaborados con pequeñas piezas de piedra pulida, ensambladas sin utilizar argamasa.

Los soldados españoles y los misioneros cristianos empezaron a llegar al valle en la década de 1520, y varios mencionaron las ruinas de Mitla en sus relatos. Naturalmente, interpretaron el templo subterráneo como un lugar para un “espíritu maligno” y sus “sirvientes demoníacos”. El escrito de Burgoa es el más descriptivo, pues detalla el modo en que el sumo sacerdote zapoteco utilizaba el palacio de los vivos y los muertos. Se maravilló ante los mosaicos y la destreza en la construcción del lugar. Y se refiere específicamente a cuatro cámaras sobre el suelo y cuatro más debajo de este.

Según Burgoa, la primera cámara subterránea servía de capilla; la segunda era donde se enterraba a los sumos sacerdotes; la tercera se destinaba al sepelio de los reyes, junto con sus lujosos bienes mundanos; y la cuarta presentaba una puerta en la parte trasera que supuestamente conducía a “una habitación oscura y horripilante”. Una losa de piedra cubría la entrada. “Por esta puerta arrojaban los cuerpos de las víctimas de los grandes señores y caciques caídos en batalla”, escribió Burgoa. Al parecer, algunos “celosos prelados (superiores eclesiásticos)” decidieron explorar las estructuras subterráneas, llevando antorchas encendidas y utilizando cuerdas como guías para no perderse. Encontraron “putrefacción”, malos olores y “reptiles venenosos”, entre otros horrores.

Una vez en la superficie, los exploradores levantaron un muro en lo que consideraban una “puerta trasera al infierno”. Un arzobispo ordenó destruir Mitla en 1553, y los bloques de piedra y otros escombros se aprovecharon para construir diversas iglesias católicas españolas, entre las que destaca la Iglesia de San Pablo, edificada justo encima de una parte de las ruinas. Posteriormente, varios exploradores modernos llegaron a las ruinas de Mitla entre 1834 y 1960. En esas excavaciones y en otras posteriores se descubrieron algunas pequeñas cámaras subterráneas, pero nada que coincidiera con la descripción de Burgoa de una vasta red laberíntica de grandes cámaras conectadas entre sí. Aun así, la leyenda perduró.

Los responsables del Proyecto de Investigación y Exploración Arqueológica (ARX, por sus siglas en inglés) iniciaron una colaboración denominada Proyecto Lyobaa con el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para aplicar al yacimiento métodos geofísicos no destructivos empleados normalmente en la investigación y la conservación arqueológicas, con la esperanza de descubrir pruebas de las cámaras subterráneas perdidas. Los tres procedimientos miden diferentes propiedades de reflexión de distintos tipos de ondas electromagnéticas y sísmicas a través de diversas capas y materiales del subsuelo. Entre otros usos, esto permite detectar cavidades subterráneas, como las que, según se dice, utilizaban los zapotecos en rituales relacionados con el culto a los muertos, u objetos y/o estructuras arqueológicas enterrados.

El yacimiento actual cuenta con cinco grupos distintos de construcciones: el Sur, el Calvario o Adobe, el Arroyo, las Columnas o Palacio y el Grupo de Iglesias o Norte. Se excavaron los dos últimos completamente y fueron restaurados, quedando abiertos al público; ambos presentan edificaciones rectangulares de una sola planta que rodean patios rectangulares. El equipo decidió que el Grupo de la Iglesia era el que más se ajustaba a la descripción de Burgoa del siglo XVII, sobre todo porque esa zona aún no se ha explorado a fondo, ya que la Iglesia de San Pablo sigue en pie sobre las ruinas.

Por ejemplo, el Grupo de la Iglesia tiene tres patios de tamaño decreciente que se comunican entre sí, rodeados de habitaciones por los cuatro costados, y es muy posible que existiera un cuarto patio al norte o al sur. Esto coincide con la descripción de Burgoa de cuatro cámaras (o patios) interconectados en la superficie y cuatro en el subsuelo. El Grupo de la Iglesia se asienta sobre un lecho de roca natural en una zona conocida por sus cavernas también naturales. El equipo pensó que construir una iglesia católica sobre las ruinas era una forma de ‘cristianizar’ un yacimiento dedicado a los rituales. Además, San Pablo es un santo asociado a las cuevas y otros espacios subterráneos.

Así que colocaron varios conjuntos de electrodos y geófonos alrededor de la iglesia. Una vez combinados todos los datos e imágenes obtenidos con GPR, ERT y SNT, el equipo elaboró un modelo 3D del lugar. Los datos de GPR y ERT confirmaron la existencia de un gran vacío bajo el altar mayor de la Iglesia de San Pablo, que parecía conectar con otra anomalía al norte de la misma. También hay dos pasadizos que desembocan en el vacío principal desde el este, a una profundidad de entre cinco y ocho metros. El equipo también identificó una posible entrada bloqueada bajo el altar mayor.

Además, se encontraron pruebas de una fase de construcción más antigua del Palacio de las Columnas (en el Grupo de las Columnas), en forma de una escalera que conduce a un pórtico con dos puertas, así como evidencias de una zanja profunda que los arqueólogos o buscadores de tesoros pudieron haber excavado en algún momento del siglo pasado. El mismo equipo regresará a Mitla a finales de este año para continuar su investigación geofísica, esta vez enfocándose en abarcar mayor extensión para incorporar grupos de estructuras al oeste y al sur del sitio. También están solicitando permiso para realizar más exploraciones de la Iglesia de San Pablo para obtener imágenes con mejor resolución.

Fuente: wired.com