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¿Extinción masiva? La ciencia dice que todavía no hemos cruzado esa línea

Los autores revisaron datos de más de 22.000 géneros de plantas y animales evaluados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza

Durante años, la narrativa de una inminente sexta extinción masiva ha calado hondo en los medios y en parte de la comunidad científica. Cifras alarmantes y titulares rotundos han planteado la idea de que la desaparición de especies está alcanzando proporciones catastróficas, comparables a las grandes extinciones del pasado geológico.

Sin embargo, una reciente investigación liderada por la Universidad de Harvard ha sembrado dudas razonadas sobre este planteamiento, desmontando algunas de sus bases empíricas y poniendo en relieve lo que realmente está ocurriendo con la biodiversidad en el planeta.

En este estudio, los autores revisaron datos de más de 22.000 géneros de plantas y animales evaluados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. El análisis identificó 102 extinciones de género conocidas desde el año 1500, lo que representa menos del 0,5% de los géneros evaluados.

El estudio, que amplía el foco más allá de los vertebrados terrestres, sugiere que las extinciones de taxones superiores (géneros, familias, órdenes) no han alcanzado los niveles que justificarían hablar de una extinción masiva en curso.

Según sus hallazgos, las extinciones de géneros han sido relativamente raras en los últimos 500 años y, contrariamente a lo que se ha proclamado en estudios previos, no muestran una tendencia de aceleración reciente, sino más bien un descenso progresivo desde su punto máximo hace más de un siglo.

John Wiens, de la Universidad de Arizona, ha declarado al respecto: «Nunca hubo evidencia de que estas extinciones, que alcanzaron su punto máximo hace unos 100 años y ocurrieron principalmente en islas aisladas, pongan en peligro la supervivencia humana. Argumentamos que la razón por la que deben detenerse las extinciones futuras no es porque amenacen a los humanos, sino porque es moralmente incorrecto que los humanos provoquen la extinción de otras especies».

22.000 géneros evaluados

Este contraste se hace aún más evidente cuando se amplía la mirada al conjunto de la vida en la Tierra. De las más de 22.000 géneros evaluados por la UICN, solo el 0,45% ha desaparecido, y si se considera el total de géneros conocidos (más de 209.000), la cifra cae a un ínfimo 0,05%. Además, el 76% de estos géneros extintos eran endemismos insulares, es decir, se encontraban confinados a islas aisladas, lo que sugiere que su desaparición tuvo causas muy específicas —principalmente especies invasoras— y efectos limitados sobre los ecosistemas continentales o globales.

En lugar de una ola reciente de extinciones que arrasa con clados enteros de la vida, lo que emerge es un patrón históricamente localizado y taxonómicamente sesgado. La mayoría de las pérdidas a nivel de género ocurrieron en aves (37) y mamíferos (21), ambos grupos que representan una pequeña fracción de la biodiversidad global.

Por el contrario, en grupos vastamente más diversos como los artrópodos, los peces óseos o las plantas, las extinciones documentadas de géneros son excepcionalmente escasas. Los rayados peces óseos, por ejemplo, con decenas de miles de especies, han perdido tan solo cuatro géneros (0,08%).

A esto se suma que la mayoría de los géneros extintos eran monoespecíficos, es decir, contenían una sola especie. Su pérdida, aunque lamentable desde una perspectiva ética o de patrimonio evolutivo, no representa necesariamente un colapso funcional a escala de ecosistemas. De hecho, el estudio señala que incluso los pocos casos de extinción a nivel de familia u orden (todos ellos en aves y mamíferos) correspondieron también a endemismos isleños. Este detalle subraya aún más la idea de que estamos ante un fenómeno limitado y no generalizado.

Un aspecto particularmente revelador del estudio es el análisis temporal. Mientras algunos trabajos anteriores señalaban un crecimiento exponencial en la tasa de extinciones, los datos de Harvard revelan que las décadas más letales fueron la de 1870, 1890 y 1900. Desde entonces, las tasas han tendido a estabilizarse o incluso a disminuir, contradiciendo la tesis de una aceleración sin freno.

Causas en la disminución de las Extinciones

Esta disminución podría tener múltiples causas: desde la eficacia creciente de los programas de conservación en especies carismáticas como aves y mamíferos, hasta la posibilidad de que las especies y géneros más vulnerables ya hayan desaparecido, dejando un “remanente” más resiliente.

También cabe considerar posibles retrasos en la incorporación de nuevos datos en las listas de la UICN, aunque el patrón observado se extiende por más de un siglo, lo que descarta que se trate solo de un desfase administrativo.

Como subraya el equipo de Harvard, no necesitamos un apocalipsis ecológico para justificar la conservación: “Cada extinción causada por el ser humano es un acto de violencia irreparable contra la historia natural del planeta, más allá de sus efectos sobre nosotros. Nuestro deber es proteger la vida no solo por lo que nos aporta, sino por lo que representa”.

Fuente: nationalgeographic.com.es

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