En la ruta del Tren Maya, investigadores descubren un plato milenario con la representación de una entidad sobrenatural

Investigadores del INAH hallan un plato polícromo y milenario en Cansacbé, Campeche. El plato contiene la representación de un jaguar parado sobre una banqueta

En la ruta del Tren Maya, un equipo de investigadores ha descubierto, en Cansacbé, Campeche, un plato milenario y polícromo con la imagen muy desgastada de un jaguar encima de una banqueta rodeado de recuadros que representan caparazones de tortugas. Este tipo de representaciones son comunes en la cerámica del periodo Clasico tardio (600-900 d.C.) de la gran civilización maya, que en ocasiones se refieren a seres wahyis, entidades sobre naturales auxiliares de los miembros de élite.

La palabra “way” es la raíz de “soñar” en las lenguas mayas, y derivados de ella existen una gran diversidad de significados relacionados con el sueño, la brujería, la transformación y los espíritus compañeros. Los espíritus wahyis en la esfera sobrenatural eran en muchos casos las personificaciones de enfermedades específicas. Los investigadores Christophe Helmke y Jesper Nielsen, en una reciente investigación, argumentan que los wahyis son encarnaciones o personificaciones de enfermedades provenientes del inframundo que pueden ser controladas y proyectadas a los demás.

El equipo multidisciplinario que realiza el salvamento arqueológico, coordinado por el arqueólogo Manuel Eduardo Pérez Rivas, lo encontró en el Tramo 2 del Tren Maya a modo de ofrenda funeraria. El plato milenario de multitud de colores, que tiene la representación de un wahyis, fue localizado en el sitio Cansacbé, a 12 kilómetros de la ciudad de Campeche. “Se trata de la más grande investigación arqueológica que se haya podido realizar en el área maya mesoamericana”, dijo hoy Diego Prieto Hernández, el Director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), al exponer sobre la aplicación del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) en los sitios campechanos de Edzná y Xcalumkín.

Por la ruta del Tren Maya — que recorrerá la península de Yucatán de punta a punta a través de 1.554 kilómetros por los Estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo — se han ubicado, hasta este lunes 21 de agosto y según el INAH, 4,410 bienes inmuebles (cimientos, albarradas, basamentos); 171 bienes muebles (metales, cerámica, lítica, fragmentos arquitectónicos); 281 entierros humanos con ofrendas, 165 elementos naturales asociados al contexto arqueológico (cuevas y cenotes), pinturas rupestres, templos en cuevas, una canoa casi intacta de más de 1.000 años de antigüedad y 310,465 tiestos cerámicos analizados.

Cansacbé, cuyo poblado más cercano es Hampolol, nunca había sido objeto de estudios sistemáticos. Aunque el Instituto Carnegie de Washington llevó a cabo su registro en la década de 1930, en la primera mitad del siglo XX, varios de sus montículos fueron usados como banco de material para la construcción de la vía que conecta a Campeche con Mérida.

Fue en los años noventa, durante la ampliación de esa carretera, que se excavaron dos edificaciones tipo palacio, reubicándolos en una de las glorietas de la actual autopista, donde pueden verse. Ahora, gracias a las labores de prospección y salvamento del Tramo 2 del Tren Maya, se realizó un mapeo detallado del sitio y se protegieron los edificios intervenidos. Como resultado de estas tareas fue que se descubrió el plato polícromo.

La pieza cerámica recubría la parte media del entierro de un individuo, posiblemente un miembro de la elite local, como hace suponer su manufactura y el mensaje de su ornamentación, originalmente cubierta de sales y carbonatos. Tras su cuidadosa limpieza en el Laboratorio de Conservación del proyecto, y pese a los desgastes propios del paso del tiempo, en el fondo del recipiente surgió la representación de un jaguar o un hombre vestido con la piel de un jaguar, parado sobre una banqueta. La escena está enmarcada por pequeños recuadros que aluden a los caparazones de una tortuga.

“La investigación tiene que ver con el salvamento arqueológico, la recuperación de valiosa información y materiales que nos permiten entender de mejor manera las características de los grupos humanos, la cultura, las civilizaciones que habitaron este territorio en los diferentes momentos de su devenir. En este salvamento arqueológico están participando cientos de arqueólogos, antropólogos físicos, geomatas, resutauradores y antropólogos, de 10 diferentes instituciones universitarias”, dijo Diego Prieto.

Los hallazgos han sido ubicados gracias al proyecto de salvamento arqueológico bautizado como ‘U lu’umil maaya wíiniko’ob: Un análisis regional del sureste mesoamericano’, donde unos 292 arqueólogos, antropólogos, etnólogos, biólogos, geógrafos, topógrafos y restauradores; y más de 1.000 trabajadores de la región realizan recorridos en superficie con herramientas como la geolocalización mediante GPS, la topografía con tecnología satelital y el uso de sensores LiDAR — una sistema de detección por luz y distancia que desvelar ruinas ocultas por la basta vegetación o enterradas bajo tierra — lo que ha permitido identificar y valorar áreas donde se concentran elementos arqueológicos de forma panorámica. Debido a la concentración de estos vestigios en el camino del tren, el INAH definió áreas críticas donde habrá de establecerse medidas específicas para evitar la destrucción de los basamentos piramidales, plazas o cuadrángulos y terrazas.

Wahyis como personificaciones de enfermedades

Los espíritus wahyis en la esfera sobrenatural eran en muchos casos las personificaciones de enfermedades específicas. Los investigadores Christophe Helmke y Jesper Nielsen, en una reciente investigación, argumentan que lo que en las vasijas pintadas, como en este plato milenario, parecen ser aves en realidad son en realidad las personificaciones de enfermedades relacionadas con el asma, los centípedos son úlceras, mientras venados y monos son calambres.

Las pruebas más contundentes para identificar a los wahyis con enfermedades personificadas las encontramos en El Ritual de los Bacabes, un manuscrito colonial yukateko de finales del siglo XVIII que posiblemente sea copia de un códice más antiguo. El Ritual de los Bacabes contiene 68 textos sobre conjuros, plegarias y recetas médicas para la curación de enfermedades. Las enfermedades ahí referidas adquieren formas de animales u hombres que gozan de un entendimiento propio y son, por tanto, susceptibles a las órdenes del curador, quien trata de expulsarlas del cuerpo del paciente. El nombre de la enfermedad es indicativo de la forma que se cree que toma, ya sea mono, venado, jaguar, aves, insectos o serpientes.

Los nombres de estas entidades provocadoras de enfermedad derivan en muchos casos de la raíz “uay”, haciendo de ese modo explícita la conexión lingüística entre estos entes sobrenaturales del Yucatán colonial y los wahyis del periodo Clásico que eran concebidos como algún tipo de viento o “malos aires” y que, como habían intuído diversos investigadores, estaban directamente relacionados con las enfermedades.

Esta nueva interpretación abre las puertas para la identificación de wahyis en 95 documentos coloniales y contemporáneos en el sentido de “malos aires” y “atacantes oníricos” en comparación con las coesencias o naguales (hombres transformados en animales) con los que antes habían estado ligados. Los wahyis del periodo Clásico eran una parte constitutiva del cuerpo de los k’uhul ajaw, por lo que además de personificación de enfermedades específicas eran a la vez entidades anímicas de los mandatarios.

Sobre las ofrendas realizadas a los wahyis, como en la que se ofreció este plato polícromo, parece que este tipo de espíritus se alimentaban de humo. Se sabe que los brujos se reúnen para celebrar banquetes de las almas y cuerpos físicos de sus víctimas; pueden comer tanto el cuerpo fresco de alguien que acaba de morir, como a las coesencias de sus víctimas en el plano sobrenatural. Jaime Page informa que los lab’etik están organizados en una especie de cofraternidad donde cada miembro tiene la obligación de aportar periódicamente”una víctima sacrificial”. Sin miramientos, el lab’ debe cumplir su obligación, incluso ofreciendo a alguien de su propia familia o hasta a él mismo si no hay otra opción, resultando en la muerte de la persona de quien forma parte. Estos lab’ “se sientan alrededor de una mesa a comer lo que han preparado las mujeres, de quienes también se dice que son “chupa huesos”. En Chenalhó, las personas que sueñan que comen carne o alguna cosa sabrosa es señal de que ellos son “comedores de personas”.

Fuente: wired.com