El núcleo de la Tierra está cambiando: Los científicos creen haber hallado la causa de un fenómeno casi invisible
Un equipo del ETH de Zúrich afirma que el hierro líquido en movimiento dentro del núcleo terrestre estaría actuando como un “freno” para la rotación del planeta. El efecto apenas se mide en milisegundos cada mil años, pero podría influir en el clima y en la dinámica global
Durante siglos, el núcleo de la Tierra ha sido un misterio rodeado de hipótesis. Ahora, nuevas investigaciones sugieren que algo está modificando su comportamiento. Con ayuda de modelos avanzados y el análisis de registros geológicos e históricos, los geofísicos han comenzado a desentrañar qué ocurre en ese abismo incandescente que sostiene el campo magnético y el ritmo de rotación del planeta.
El núcleo como escenario de fuerzas ocultas
El núcleo terrestre se extiende desde los 3.000 hasta los 6.350 kilómetros bajo nuestros pies. Allí, hierro y níquel forman una esfera sólida y líquida que, pese a ser inaccesible, ha sido estudiada gracias a las ondas sísmicas y su interacción con las capas geológicas.
Esa región, vital para la estabilidad del campo magnético, no es estática. Los investigadores del ETH de Zúrich sostienen que parte del hierro fundido está desplazándose de manera que actúa como un freno sutil para la rotación de la Tierra. El resultado es casi imperceptible: días más largos por apenas milisegundos cada mil años, pero suficientes para alterar la dinámica de un planeta que depende de su delicado equilibrio interno.
Un hallazgo con consecuencias globales
La teoría de un “freno” interno no es nueva: fue planteada hace dos décadas, pero hasta ahora no había herramientas suficientes para confirmarla. El equipo recurrió a datos magnéticos de diferentes épocas, sedimentos terrestres y registros de eclipses antiguos, interpretados con redes neuronales.
El análisis reveló que agua y hielo influyen menos en la dinámica global de lo que se creía. En cambio, los flujos internos de hierro líquido parecen tener un peso mayor en la velocidad de rotación y, en consecuencia, en fenómenos climáticos. Aunque los efectos no son inmediatos, el hallazgo obliga a replantear cómo entendemos la interacción entre el núcleo y la superficie del planeta.
El núcleo como narrador del tiempo
El estudio no estuvo exento de complejidad. Fue necesario descartar influencias externas conocidas —como la atracción de la Luna o las variaciones en el hielo polar— hasta aislar la señal atribuida al núcleo. Lo que queda es una historia de fluidos que, comprimidos a temperaturas y presiones extremas, reconfiguran el pulso interno de la Tierra.
La conclusión es clara: nuestro planeta no solo respira y se transforma en la superficie, también late en su interior. Y ese latido, aunque imperceptible, nos recuerda que incluso los cimientos más profundos de la Tierra están en constante cambio.
Fuente: es.gizmodo.com