El mexicano que soñó con domar huracanes

Más allá del desafío y la incertidumbre general sobre la reconstrucción en la costa guerrerense tras el devastador paso de “Otis”, quizás una de las grandes dudas alrededor de este desastre sea: ¿Podía evitarse?

No sólo en el sentido de los factores antropogénicos o de una adecuada cultura de la prevención, sino de verdaderamente contar con la capacidad para menoscabar un fenómeno que en un lapso menor a 12 horas se convirtió en huracán categoría 5, y cuyas violentas ráfagas arrasaron por igual con inmuebles e infraestructura urbana que con decenas de vidas.

Ya hace una década, curiosamente, un ingeniero civil buscaba quién le ayudara a probar su patentada idea, gestada a lo largo de 24 años, de un sistema para domar a los huracanes. Era José Cherem Haber, constructor y académico formado en la UNAM.

“Hizo cuanto intento pudo por que alguna universidad o algún Gobierno se interesara por probarlo para ver si se podían desviar y disminuir los huracanes”, cuenta en entrevista telefónica la escritora y periodista Silvia Cherem, hija del ingeniero mexicano de raíces sirias fallecido hace un lustro.

“Fue una idea que lo tuvo rondando muchísimos años hasta que, convaleciente -porque él estuvo muy enfermo del corazón-, en la cama del hospital vio algún programa donde hablaban del GPS, y dijo: ‘Aquí está el eslabón que me faltaba'”, comparte la autora.

El propio Cherem Haber, a finales de 2012, en una de las habituales reuniones con sus compañeros de generación de la carrera -la de 1951, de la que fueron parte personajes como Cuauhtémoc Cárdenas o Vicente Leñero-, describía su método como una barrera, una “pantalla flotante compuesta de cables y losas” que, colocada sobre la superficie del mar, rompería la sinergia entre el agua y el aire que propicia el fenómeno.

Dicho de otra manera, aquellas losas, hechas de un material ligero como caucho o plástico para mantenerse suspendidas, formarían una kilométrica barrera parcial entre el océano y la atmósfera para interferir con la mecánica crítica; es decir, el ascenso de aire cálido y húmedo que es clave en la formación de huracanes.

“Teniendo el huracán ese estorbo, pienso yo que puede desviarse o puede aminorarse su fuerza”, expuso el ingeniero en tal encuentro, cuyo audio su hija registró y aún preserva.

“La velocidad que había aquí, que es de 200 kilómetros por hora, pasa a ser cero automáticamente; en 1 minuto, ya prácticamente de tener un viento de 200 kilómetros por hora (los de “Otis” alcanzaron los 270) vamos a tener un viento cero”, remarcaba Cherem Haber, confesando haberse inspirado en los agujeros que se hacen en los anuncios espectaculares para aminorar el efecto de las corrientes.

Y precisaba: “La pantalla, desde luego, va a recibir fuerzas muy irregulares; alguna le pega por abajo, sube la pantalla, pero la gravedad va a aventarla de nuevo al mar, y entonces va a ser una lucha continua. (Las losas) serán de un material tal que en conjunto los cables y la pantalla sean insumergibles, que estén prácticamente en la superficie del mar, la superficie de contacto entre aire y agua, que es donde se producen las velocidades mayores del viento”.

La importancia del GPS en todo esto radica en la posibilidad de monitorear satelitalmente este tipo de fenómenos, lo cual permitiría que la pantalla flotante sea desplegada y sostenida por barcazas en el mar con un importante margen de oportunidad, días antes de que el huracán cobre fuerza y se aproxime a la costa.

“Esta patente yo siento que hace 30 años el cerebro más grandioso de la humanidad no lo hubiera podido hacer porque no había lo que le llaman el GPS, no había los satélites, no había muchos de los adelantos. Quiero decir, esto creo yo que se adapta perfectamente a los tiempos que estamos viviendo”, sostuvo el ingeniero civil, quien incluso imaginaba posibilidades más ambiciosas.

“Se podría desviar el huracán hacia zonas secas, porque también los beneficios que trae, como las lluvias, pues son magníficos; es decir, probablemente se pudiera controlar el clima con esto, yo no sé”, diría Cherem Haber, consciente de su propia ignorancia ante el especializado tema, pero aplaudido por sus colegas por su ingenio.

Sobre todo, aquel constructor que gustaba resolver problemas matemáticos como pasatiempo hablaba con evidente alegría y orgullo por haber conseguido, luego de varios años intentándolo, registrar su idea ante la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos, donde sigue vigente al día de hoy bajo el número 8256988 y el título “Hurricane Taming Apparatus and Method of Use”.

“Tardó ocho años en que me la entregaran, y me la negaban por multitud de factores. Cada rato me decían: ‘Le estás copiando a éste, le estás copiando a lo otro’, y no había prácticamente manera de que saliera. Pero hace como 40 días, el 4 de septiembre, me la otorgaron”, celebraba el ingeniero en aquel 2012.

“Para él era como el gran logro de su vida haber conseguido la patente de algo en lo que creyó”, comenta ahora su hija, recordando además la reserva que tuvo para finalmente hacerlo público.

“No quería y no quería porque decía: ‘Me van a robar mi invento’, y todos nos reíamos un poco; de hecho, había cierto escepticismo de que de verdad sirviera para algo. Pero había un reconocimiento a su genialidad de estar inventando cosas, o cuando menos cuestionarse problemas y tratar de resolverlos”, apunta. “Nos reíamos y nosotros le decíamos que era el ‘Señor Huracanes’, vacilándolo”.

El reto de llevarlo a buen puerto

Una vez patentado su método para domar huracanes, Cherem Haber emprendió la búsqueda de las personas e instituciones capaces de hacerlo una realidad.

En mayo de 2013 solicitó apoyo al entonces Embajador de Estados Unidos en México, Earl Anthony Wayne, a través de una carta en la cual enfatizaba los estragos del huracán “Katrina”, en 2005, “uno de los más devastadores registrados en la historia con su cuota de casi 2 mil muertos, y con daños materiales de más de 108 mil millones de dólares (…) el mayor desastre de ingeniería civil en la historia de EU”.

“Hoy, con la patente en mis manos, sé que debemos probarla. Sólo un Gobierno como el suyo podría invertir para combatir estas fuerzas naturales y comprobar, una vez más, que la inteligencia del hombre puede contrarrestar los efectos devastadores de la naturaleza”, se lee en la misiva dirigida al diplomático.

“Y mi yerno lo acompañó con Mario Molina (Premio Nobel de Química mexicano), que se mostró sumamente interesado”, recuerda su hija.

“Pero como que no logramos llegar a lugar adecuado para que alguien se interesara en probarlo porque era un asunto de dinero, de mucho dinero; había que invertir una cantidad muy grande para poder realmente probarlo. No hubo cómo motivar a algún Gobierno a gastar tanto dinero”.

Incluso Cherem Haber admitió tal dificultad al presentar su patente ante sus colegas.

“Es algo para lo que se necesitan muchos técnicos, muchos estudios, mucho dinero y muchas ganas de entrarle al asunto (…) Veo en chino probarlo, y la única forma que siento que hay es hacerlo. Hacerlo, y a lo mejor que sea un fracaso”, dijo entonces, con una sutil risa ante la complejidad.

A poco más de una década de ello, con una catástrofe como la de “Otis” en Guerrero, y la advertencia de los expertos acerca de que estos fenómenos serán cada vez más frecuentes y más intensos, quizá no esté de más reconsiderar lo planteado por el “Señor Huracanes”.

No es fortuito, pues, que ahora una dependencia como el Conahcyt instruyera la creación de un grupo interinstitucional de especialistas en huracanes, el cual “aportará conocimientos actualizados a la realidad que posibiliten sumar capacidad técnica a las instancias gubernamentales que se encargan del pronóstico y monitoreo de huracanes para su atención y alerta inmediata”, de acuerdo con un comunicado.

Sin embargo, que el Gobierno de México sea capaz de poner en marcha la visión de Cherem Haber no parece, cuando menos a los ojos de su hija, algo que pudiera suceder.

“Se necesita mucho dinero y tiene que haber la intención verdaderamente de invertir en ello, y sabemos cuál es la situación de nuestro País como para pensar en invertir grandes millones de dólares en un experimento que ve tú a saber si sirva o no.

“Pero él (mi padre) juraba que servía, ¿eh? Él estaba totalmente convencido de que esto servía, y que él iba a poder realmente hacer un beneficio para la humanidad entera”, subraya la periodista y escritora, parte de quienes ahora han tomado la estafeta de buscar cómo llevar a la práctica tan ambicioso plan.

“Yo lo que creo es que es algo trascendente, no sé qué tan urgente, pero es posible”, confiaba el ingeniero.

Agradecido con la UNAM

Hijo de David Cherem Cherem, quien emigró de Siria a México en 1909, Cherem Haber fue el noveno de 10 hijos.

Su madre, de hecho, aún seguía embarazada del décimo de ellos cuando tan numerosa descendencia quedó huérfana de padre, en 1933, por septicemia a consecuencia de una herida provocada en un accidente automovilístico.

“Es muy sorprendente que uno de mis tíos y mi papá lograron llegar a hacer estudios universitarios”, externa, admirada, la hija de Cherem Haber.

Así, pese a tal orfandad y a las dificultades de una viuda menor de 40 años “responsable de sacar adelante a una escalerita de 10 hijos”, el joven José consiguió convertirse en un destacado constructor de fábricas, bodegas, pisos industriales, casas y edificios para los más grandes hombres de negocios en México.

“Mi papá siempre agradecía a la UNAM y decía que si se lograba (hacer realidad) su patente, gran parte de los beneficios que esto acarreara iban a ser para la UNAM”, refiere la escritora sobre quien además llegara a impartir clases en la Máxima Casa de Estudios.

“Él le tenía una gratitud eterna porque fue el lugar que le dio una formación, un futuro y un sentido a su vida siendo un niño huérfano”, prosigue. “La UNAM era para él, realmente, casi como el papá que no tuvo”.

Cherem Haber falleció el 31 de marzo de 2018, a los 86 años, acompañado de su familia, lúcido, y entre poesía española y música clásica. Pero, sobre todo, científico e inventor hasta sus últimos instantes.

“En aquellos días agónicos en que se manifestó la congestión cardiaca congestiva que derivó en falla multiorgánica, taladraba tu mente un invento con el que asumías que la humanidad podría producir energía eléctrica limpia, a bajo costo, en zonas de alta pobreza”, plasmó tras su fallecimiento su hija, quien no deja de atesorar la cercanía que los unió.

“Lo llevo en el corazón, me siento en mi estudio y ahí está él conmigo”.

La patente

El método de Cherem Haber para domar huracanes puede resumirse así:

  1. Formar una pantalla, cuya kilométrica extensión dependerá de la magnitud del huracán, con losas de 5 por 5 metros cuadrados interconectadas por cables.
  2. Esta barrera flotante permanecerá doblada como abanico en una serie de barcazas que podrán desplegarla y posicionarla en contra del fenómeno natural con días de anticipación gracias al monitoreo satelital.
  3. El dispositivo, posicionado y maniobrado el tiempo que sea necesario, obstaculizará la interacción entre el océano y la atmósfera por la cual adquiere forma y fuerza el huracán.

Fuente: planoinformativo.com