El gran enigma de Akenatón: el faraón ‘pederasta’ borrado de la historia durante siglos

Mientras su hijo Tutankamón se ha convertido en el Rey más famoso del Antiguo Egipto, la vida de Amenofis IV sigue rodeada de misterio y ha sido objeto de todo tipo de malinterpretaciones

El arqueólogo Howard Carter contó la noticia a ABC a finales de 1922: «El próspero suceso aconteció el 4 de noviembre. La novedad la advertí al ir hacia las obras, sorprendido, por un silencio de interrupción. Mis hombres habían descubierto el primer peldaño de la escalera y aguardaban mis órdenes. Animadamente los mandé continuar. Yo mismo desescombré febrilmente con el pico. Ya eran cuatro, seis, los escalones descubiertos. Trabajamos sin descanso, con ese ardor especial de los que quieren disputar a la tierra avara un secreto o un tesoro. La jornada de trabajo no oyó al anochecer ni la hora de la comida, ni la voz de descanso».

Fue confirmada finalmente por la revista ‘Blanco y Negro’ en enero del año siguiente: «Cuando escribimos estas líneas, puede decirse que la atención de toda Inglaterra está concentrada en un acontecimiento interesantísimo: la exploración de la tumba de Tutankamón». Sin embargo, aunque el descubrimiento del sarcófago convirtió a este faraón de la decimoctava dinastía en el más famoso del Antigüo Egipto, lo cierto es que su gobierno de nueve años resulta insignificante en comparación con el reinado revolucionario de sus padres: Akenatón y Nefertiti, que estuvieron 17 años en el poder y se autoproclamaron dioses en la Tierra.

¿Por qué, entonces, Akenatón es mucho menos conocido que su hijo? ¿Por qué es una de las figuras más enigmáticas y controvertidas de la historia de Egipto? Y, sobre todo, ¿cuáles son las extrañas razones por las que sus sucesores borraron su vida y obras durante siglos y solo se volvieron a interesar para rebautizarle como el «faraón hereje»? Desde entonces, la biografía de este personaje ha sido objeto de usos y abusos en el mundo moderno. Los libros que se han publicado sobre él a lo largo del último siglo, a menudo se contradicen mutuamente, pues encontramos en ellos interpretaciones extremas.

En algunos, las enseñanzas de par y amor de Akenatón se encuentran más cerca de las de Jesús que las de cualquier doctrina pagana, mientras que en otros, sus actos son la expresión de una corrupción física y mental inigualable. Para unos, fue el padre perfecto de Tutankamón y sus demás hijos y para otros, un pederasta incestuoso. Y así, podríamos reseñar una lista interminable de atributos opuestos que nunca se han confirmado y que permanecen en el misterio: ¿era un profeta mesiánico del monoteísmo o un tirano siempre dispuesto a eliminar todo elemento a restringir su poder?

Freud y Jung

Cuando por fin despertó el interés de los estudiosos, Akenatón provocó desacuerdos, incluso, en el mundo de la psiquiatría. Figuras tan importantes como Sigmund Freud y Carl Jung, que se reunieron en Munich en 1912 para examinar la posibilidad de crear, junto a otros colegas, una nueva publicación. Durante un descanso, mientras tomaban un refrigerio, centraron su atención en este faraón, cuyo reinado acaba de abordar una investigación de Karl Abraham, miembro destacado del círculo del padre del psicoanálisis, quien tenía a dicho gobernando como un neurótico.

Freud, aunque disentía del diagnóstico de su discípulo, según cuentan el manitronio de egiptólogos John y Colleen Danell en su último libro, ‘Dioses en la Tierra: Nefertiti y Akenatón, la pareja dorada de Egipto’ (Shackleton Books, 2023), no pudo menos que entusiasmarse ante la aplicación de su nueva disciplina a los problemas de la historia del país del Nilo. Coincidía con él, eso sí, en que la animosidad del soberano con su padre, Amenofis III, había influido en la supresión y destrucción de un número considerable de inscripciones, entre las que se encontraban las del mismísimo progenitor del Rey.

Por su parte, Jung, joven colega a quien Freud se sentía estrechamente ligado, se opuso a la concepción que este y Abraham tenían de Akenatón. Como puede ver, el interés por el Monarca fue tardío y con muchas sombras, pero generó debate en los campos más insospechados. Según este último, la iconoclastia del heredero no apuntaba al nombre de su padre en sí mismo, sino a la presencia en su nombre del nombre de un dios. «El Rey egipcio no profesaba ninguna inquina a su padre, pero a Freud le entusiasmaba tanto la idea de que el psicoanálisis hubieses ayudado a interpretar un enigma de la historia antiguo, que la discusión se le hizo tan insoportable que se desplomó víctima de un desmayo», explican los Darnell.

Poder internacional

Si Akenaton ha sido calificado de hereje, falso profeta y tirano incestuoso por unos y de precursor cariñoso, compasivo y pacífico de Moisés y de Jesús por otros, lo cierto es que Nefertiti permanece sumida en un misterio aún mayor, pues «su realidad histórica está condenada a vivir a la sombra de la belleza y la fama del busto policromado que se conserva hoy en Berlín», añaden los egiptólogos. Hay una probabilidad dentro de este gran enigma de que Akenatón fuese, de veras, un megalómano y su esposa la mujer más hermosa del mundo, pero «sin pruebas que lo demuestren, tales suposiciones no hacen sino alejarnos más aún de las vidas reales».

¿Y qué sabemos de estas? Akenatón y Nefertiti vivieron durante la XVIII dinastía, la primera de las tres que correspondieron al periodo del Imperio Nuevo (1550-1069 a. C.). Les precedían dos mil años de historia egipcia y aún estaban por erigirse un buen número de monumentos gloriosos. Antes de su llegada al poder, Egipto se había convertido en una potencia internacional durante el reinado de otros soberanos anteriores de la dinastía y los predecesores inmediatos del matrimonio habían heredado un imperio estable y en expansión. Al noreste, su autoridad se extendía hasta los márgenes del río Éufrates, mientras que al sur, abarcaba buena parte de Nubia. Además, todas las ciudades se embellecían con espléndidos templos nuevos.

Tras ascender al trono en torno al 1390 a. C., el padre de Akenatón, Amenofis III, llevó a su pueblo a una época dorada en la que el poder de Egipto no conoció rival en el extranjero. Las riquezas abundaron dentro de sus confines. Tiye, su esposa, había sido una reina sobresaliente, y la pareja real elevó el boato de la Corte a cotas sin precedentes. Como testigo de todo ello se encontraba el joven Akenatón, que subió al trono después de 38 años de espléndido reinado de su padre.

Amenofis IV

Desde el primer año de su reinado como Amenofis IV, abrió una senda nueva que lo llevó a sustituir la adoración a las numerosas divinidades de Egipto por la devoción a una única deidad solar: Atón. En realidad, fue en este momento cuando asumió el nombre con el que pasó a la historia, Akenatón, que significaba «el que es eficaz para Atón». Y reinando a su lado, Nefertiti, una Reina que rápidamente eclipsó a casi todas las esposas de los demás faraones. Juntos, siguiendo la senda abierta por Amenofis III y Tiye, transformaron el Antiguo Egipto para siempre, aunque de su periodo haya todavía muchas sombras.

De hecho, hace solo una década, durante una excavación en Egipto, se hallaron cuatro columnas de piedra caliza, enfrentadas de dos a dos en el interior de la tumba del visir Amen-Hotep Huy, con información muy relevante. En sus relieves, se podían leer los nombres de dos faraones que compartieron el poder: Amenofis III y Akenatón, padre e hijo mano a mano. No se trataba de un hallazgo arqueológico más, ya que, según sus descubridores, incitaba a revisar la historia de la XVIII dinastía en la que Akenatón instauró por primera vez en el mundo el monoteísmo.

El hallazgo era español, pues el equipo estaba encabezado por el egiptólogo Francisco José Martín Valentín, que se había pasado los últimos 14 años dirigiendo una excavación en Asasif, una de las necrópolis de la antigua Tebas, en la orilla occidental del Nilo en Luxor. Este descubrimiento suponía una «prueba irrefutable», declararon durante su presentación en rueda de prensa, de una corregencia entre Amenofis III y IV, zanjando una vieja y enconada polémica entre los investigadores acerca del asunto. Es más, el equipo especuló con que su hallazgo demostraba, también, que padre e hijo no solo reinaron juntos, sino que concibieron entre los dos la revolución monoteísta que se centraría únicamente en el dios solar Atón.

En 2002, otras investigaciones colocaron a Akenatón, tenido hasta ese momento como un místico pacifista, a la altura de criminales y genocidas como Hitler y Stalin. Un poco de luz más sobre los problemas y enigmas que plantea este reinado, y que fue proyectada por Nicholas Reeves en su obra divulgativa ‘Akenatón: el falso profeta de Egipto’ (Anaya, 2002). Para el prestigioso egiptólogo británico, este Monarca fue un ‘falso profeta’, un tipo manipulador que actuó en su propio provecho, para mantener y aumentar su despótico poder. Para lograrlo, desplegó medios absolutamente tiránicos y sembró el terror hasta límites insospechados.

Fuente: abc.es