Desde el espacio, México cuidará especies marinas

Un nuevo proyecto que suma el trabajo de cinco universidades mexicanas, busca desarrollar una tecnología satelital más eficiente para rastrear desde el espacio la trayectoria de diversas especies marinas

Desde que salen del cascarón, las tortugas marinas fácilmente se pueden convertir en el bocado de una gaviota o sucumbir enredadas en desperdicios plásticos durante sus primeros intentos de nado. Estas especies tienen una de las tasas de supervivencia más bajas del reino animal. Se considera que sólo una de cada mil recién nacidas sobrevive y alcanza la edad adulta, pero si son afortunadas podrán formar parte de algunas de las más largas migraciones que las han mantenido en los océanos durante más de 100 millones de años.

Justo el monitoreo de las especies marinas es una herramienta fundamental para aumentar sus posibilidades de supervivencia. El seguimiento de sus hábitos, se convierte en una bitácora de los peligros que enfrentan. Un nuevo proyecto que suma el trabajo de cinco universidades mexicanas, busca desarrollar una tecnología satelital más eficiente para rastrear desde el espacio la trayectoria de diversas especies marinas.

El proyecto Constelación AztechSat integrará el trabajo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Popular Autónoma de Puebla, la Universidad Panamericana, la Universidad Aeronáutica de Querétaro y la Universidad Politécnica, también de Querétaro. El doctor José Francisco Valdés Galicia, coordinador del Programa Espacial Universitario (PEU-UNAM), afirma que esta colaboración vino directamente de la NASA para elaborar un mejor monitoreo de las especies marinas grandes. “Actualmente estas especies marinas son monitoreadas por satélites que están localizados en órbitas muy altas y con una tecnología que no es de última generación, de hace más de una década, es así que la idea es poder tener un mejor monitoreo de estos animales”.

La órbita baja, también denominada órbita LEO, es una amplia franja que se sitúa entre los 160 y los 2 mil kilómetros de altura. Los objetos situados en este lugar se mueven a gran velocidad respecto de la superficie terrestre, por lo que alcanzan a cubrir una órbita completa en poco tiempo. Aquí se sitúan la Estación Espacial Internacional, la mayoría de los satélites meteorológicos de observación y varios satélites de comunicaciones.

La órbita MEO u órbita circular intermedia se halla entre los 2 mil y 36 mil kilómetros y posee un periodo orbital con un promedio de 12 horas. Se sitúan aquí los satélites de observación, defensa y posicionamiento, así como las redes satelitales de GPS. La órbita geoestacionaria o GEO se sitúa a 35 mil 786 kilómetros de la superficie terrestre. Su periodo orbital es de 24 horas y se ubican la mayoría de los satélites que proveen Internet y televisión, telefonía a diferentes regiones del planeta. Más allá de los 36 mil kilómetros de altura está la órbita HEO o alta con un periodo orbital de más de 24 horas.

A la mínima expresión

La propuesta para la creación de esta constelación de nuevos satélites se recibió a través del Buró para la Energía Oceánica (BOEM), que se encarga del monitoreo y explotación responsable de los recursos energéticos, minerales y marinos de la plataforma continental exterior de EU. El BOEM se asoció con la Agencia Espacial Mexicana (AEM) para este proyecto. El plan consiste en crear una constelación de cuatro nanosatélites, cuya estructura se diseña en cubos de 10 centímetros y una masa inferior al kilo y medio.

“Se trata de cuatro satélites porque el seguimiento de las especies puede ser mucho más cercano de esta forma. La idea es que con estos satélites pequeños hay más posibilidades de seguir a los animales en órbitas bajas, lo que además brinda la posibilidad de que no se pierdan con facilidad las trayectorias y se pueda realizar un mejor rastreo”, dice Valdés y acota que este esfuerzo además permitirá desarrollar tecnología innovadora y poner a prueba el esfuerzo colectivo de las universidades.

En el caso de la UNAM, también se trata de una colaboración al interior de la institución que integra el trabajo de diversas instancias, como el Instituto de Astronomía, la Unidad de Alta Tecnología de la Facultad de Ingeniería (FI), los laboratorios nacionales de Ingeniería Espacial y Automotriz, (adscrito a la FI) y de Observación de la Tierra (dependiente del Instituto de Geografía), además de especialistas de Geofísica.

El proyecto apenas arranca y las universidades organizan sus responsabilidades específicas. El lanzamiento estaría programado para finales de 2024 y se probaría en órbita durante seis meses. “Esto es lo que se llama prueba de concepto, se trata de probar que realmente se puede realizar la propuesta teórica para después implementarla en otro tipo de campos, por ejemplo en el proyecto lunar de la NASA, Artemisa”.

Valdés Galicia señala que este proyecto de constelación de nano satélites podría funcionar como una herramienta para seguir a los astronautas en la Luna. Antes de llegar a servir de apoyo para otros proyectos espaciales en la Luna o Marte, se debe probar su eficacia en su primera meta sobre los océanos terrestres. El monitoreo de especies marinas sería a nivel global y las orbitas serían polares, tratando de seguir la trayectoria de grandes especies marinas desde el Ecuador hasta los polos. “La idea es seguir sus costumbres a través de las regiones que atraviesan, atestiguando también peligros potenciales, como extracciones petroleras y algunos otros riesgos”.

Tras la huella marina

Entre las especies contempladas hay tortugas, ballenas, leones marinos, tiburones y diferentes especies de aves migratorias. Cinco de las seis especies de tortugas marinas que existen en el mundo, habitan en México: carey, caguama, lora, golfina y blanca. Todas estas especies son migratorias, con una distribución mundial en aguas tropicales y templadas. Emprenden espectaculares migraciones desde, por ejemplo, las costas de Baja California, en México, hasta Japón. Su monitoreo puede ayudar a crear esquemas de conservación más efectivos mediante algoritmos de control que den cuenta, incluso, en las implicaciones del cambio climático en sus hábitos y comportamiento.

Los sensores colocados en algunos individuos son los que ayudan a generar el registro de datos de las comunidades de especies. Una de las características del proyecto es que se pretende utilizar un software libre y a disposición de quien lo quiera aprovechar. “También la idea es crear bases de datos que también van a estar abiertas y accesibles”, dice el investigador.

A los satélites se les tienen que realizar una serie de pruebas para que puedan certificarse, pruebas que tienen que ver tanto con su estructura mecánica como su impacto ambiental. Estas pruebas se pueden realizar en nuestro país, pero aún no se cuenta con la certificación. “Es una oportunidad para lograr la certificación espacial con investigadores de diferentes universidades nacionales”.

Los pequeños satélites se han convertido en una nueva tendencia de monitoreo por su capacidad para mayor cobertura geográfica a menor costo. Se calcula que el costo de un cubesat es de 10 mdp, una fracción del gasto para la producción de un satélite tradicional.

Fuente: heraldodecoatzacoalcos.com.mx