Descubren un simio extinto en la tumba de la abuela del primer emperador chino

Hace más de 2.000 años, los gibones, unos exóticos y diminutos simios que habitan en los bosques tropicales del sudeste asiático, lanzaban al aire sus llamadas sonoras mientras saltaban de árbol en árbol cerca de las gargantas del río Yangtze, en China. Hoy ya no se encuentran en el centro del país, pero los científicos saben de su presencia pasada por las múltiples referencias a estos animales en poemas, canciones y otras representaciones artísticas antiguas. Curiosamente, en las pinturas clásicas aparecen con patrones de piel diferentes a los ejemplares modernos.

Ahora, un equipo internacional de investigadores ha dado con uno de esos gibones desaparecidos en un lugar inesperado: la tumba de la dama Xia, la abuela del primer emperador de China, hace casi 2.300 años. El cráneo y la mandíbula descubiertos son tan distintivos que los científicos concluyen que pertenecían a un miembro de un género de gibones ahora extinto.

El cráneo “es realmente un hallazgo fantástico”, dice Thomas Geissmann, un experto en gibones de la Universidad de Zurich (Suiza) que no participó en la investigación. “Yo no dudo ni por un segundo que es una especie nueva, y probablemente un nuevo género. Podemos suponer que esta vasta área del centro de China tuvo muchas otras especies de gibones”, añade en un artículo publicado junto al estudio en la revista “Science”.

El responsable del hallazgo, Samuel Turvey, es un biólogo conservacionista de la Sociedad Zoológica de Londres. Interesado por las extinciones causadas por los humanos, revisa las colecciones de museos para conocer mejor la biodiversidad antigua. En 2011, en el Instituto Provincial de Arqueología de Shaanxi en Xi’an, China, se interesó por una extraordinaria tumba descubierta en 2004 a las afueras de la ciudad, capital de trece dinastías imperiales.

Por su ubicación y los artefactos que contenía, la tumba está fechada en el período de los Reinos Combatientes, hace unos 2.250 años. Los arqueólogos creen que pudo haber sido construida para Xia Ji, la abuela del primer emperador de China, Qin Shi Huang. Qin gobernó desde 256 a.C. hasta 210 a.C., unió gran parte del país y fue enterrado cerca de Xi’an en un espectacular mausoleo con su famosísimo ejército de terracota con rasgos personalizados. Se dice de él que exterminó a miles de intelectuales y quemó numerosos libros para eliminar cualquier oposición.

En compañía de su mascota

Pero lo que llamó la atención de Turvey fueron unos huesos de primate en la tumba. “Históricamente se sabe que había gibones en el centro de China -explica-, pero está muy, muy lejos de cualquier población de gibones en la actualidad”. La tumba también contenía esqueletos de leopardos, linces, osos negros, grullas y una variedad de animales domésticos. Los animales salvajes eran todos de la región, por lo que el gibón probablemente también vivía cerca. Los gibones eran considerados animales domésticos de alto estatus, y las cámaras funerarias a menudo se organizaban para que los fallecidos “pudieran continuar disfrutando de la vida que conocían cuando todavía estaban vivos”, explica el arqueólogo Hu Songmei, del instituto Shaanxi. Debido a que el emperador probablemente estuvo involucrado en los preparativos del funeral de su abuela, Turvey cree que no es “una fantasía total pensar que él podría haber enviado este gibón en concreto”.
Las autoridades chinas no permitieron que el equipo analizara los huesos en busca de ADN, lo que podría haber ayudado a determinar el parentesco del animal con los gibones actuales. Pero los científicos pudieron medir puntos clave en el cráneo y los dientes y comparar las dimensiones con las de los cuatro géneros vivos de gibones. El análisis concluyó que tanto el cráneo como los molares eran tan distintos de todos los gibones actuales que el fósil pertenecía a un género separado.

El sabio y noble “Junzi”

El equipo nombró a la nueva especie Junzi imperialis. “Junzi” es una palabra china para los eruditos, que a menudo estaban relacionados con gibones porque estos animales eran considerados más sabios y más nobles que los monos traviesos. Se pensaba que sus brazos les ayudaban a canalizar el chi, “un poco como los maestros Jedi”, bromea Helen Chatterjee, del University College de Londres y coautora de la investigación.

Saber cuál era el aspecto real de “Junzi” no es fácil, ya que las pinturas clásicas chinas representan a los gibones con una amplia variedad de colores y marcas faciales, frecuentemente diferentes de cualquiera de las especies actuales. Según Turvey, es posible que esta criatura no sea la única, y que haya unas cuantas más que eran comunes en toda China y que ahora ya se han extinguido.

Por desgracia, la destrucción de los bosques para la agricultura en los últimos siglos, y tal vez el inicio de un clima más fresco y seco en el centro de China, pudieron acabar con el J. imperialis. David Chivers, primatólogo retirado de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), considera que lo mismo pasa hoy en día. En la isla china de Hainan, existe una especie formada tan solo por dos docenas de individuos, y otras pueden correr la misma o peor suerte debido a la desaparición de sus bosques. “La única forma de salvarlos -explica Chivers-, es detener la tala de bosques”.

Turvey cree que el nuevo descubrimiento puede impulsar la motivación para proteger a los gibones, ya que pone de manifiesto lo que ya se ha perdido. Además, estos restos constituyen la primera evidencia documentada de extinción de simios después de la última edad de hielo y también podría ser el primer simio desaparecido como resultado directo de la actividad humana. Los hallazgos, dicen sus autores, desafían la idea de que los humanos no han causado extinciones de simios a lo largo del tiempo.

Fuente: SINC