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Descubren un cofre de piedra con ofrendas en el Templo Mayor de Ciudad de México

Los investigadores creen que cuando los mexicas sometieron a los pueblos de la sierra norte del actual estado de Guerrero, algunas de estas figurillas ya podrían tener más de mil años de antigüedad y haberse utilizado en ceremonias religiosas

en el marco del Proyecto Templo Mayor, un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), dirigido por Leonardo López Luján, ha desenterrado un cofre de piedra con ofrendas (denominada ofrenda 186) en la plataforma de la fachada trasera del Huei Teocalli o Templo Mayor, el principal santuario de Tenochtitlán. Según los investigadores, la ofrenda está asociada con la etapa IVa del Templo Mayor, la cual correspondería a la época del tlatoani Moctezuma Ilhuicamina, que gobernó entre los años 1440 y 1469 d.C.

Pero ¿qué esconde la ofrenda 186? Sus descubridores, los arqueólogos Alejandra Aguirre Molina y Antonio Marín Calvo, han desvelado que en el interior del contenedor se ocultaban 14 esculturas antropomorfas masculinas y una figurilla femenina en miniatura. La más grande mide unos treinta centímetros de alto, todas ellas están talladas en piedra metamórfica verde y presentan rasgos esquemáticos muy característicos del estilo de la conocida como «cultura del Mezcala», que se desarrolló en la sierra norte del actual estado de Guerrero.

Verdaderas reliquias

Si bien es sabido que los pueblos cohuixca y chontal, que vivían en esa región, fueron conquistados en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina, lo que resulta más llamativo es que otro grupo de figurillas Mezcala que fueron descubiertas por un equipo de arqueólogos en la zona de Guerrero han proporcionado una datación que abarca desde el período Preclásico Medio (1200-400 a.C.) hasta el Epiclásico (650-900 d.C.).

«Esto sugiere que cuando los mexicas sometieron a esos pueblos, las figurillas ya eran verdaderas reliquias, algunas de ellas de más de mil años de antigüedad, y es de suponer que sirvieron como estatuas de culto, de las que se apropiaron como botín de guerra», explica López Luján.

Según López Luján, «Es de suponer que las figurillas Mezcala sirvieron como estatuas de culto y los mexicas se apropiaron de ellas como botín de guerra».

Los arqueólogos Aguirre y Marín, los cuales han trabajado con la restauradora Sofía Benítez Villalobos y el profesor e investigador Juan Ruiz Hernández, han concluido que, una vez traídas a Tenochtitlán, las figurillas Mezcala fueron objeto de una «resignificación» religiosa. Han llegado a esta conclusión al observar los restos de pintura alusivos al dios de la lluvia, Tláloc, que una de las figurillas conserva en su rostro.

Patrones de ofrendas

Además de las figurillas, la ofrenda 186 contenía dos pendientes en forma de serpientes de cascabel y 137 cuentas elaboradas con distintas piedras metamórficas verdes. Asimismo, en el cofre también se guardó arena marina y 1.942 elementos de material calcáreo, entre conchas, caracoles y corales.

Es importante resaltar que este hallazgo ha tenido lugar principalmente gracias al interés de los arqueólogos del INAH en corroborar un patrón observado en las ofrendas 18, 19 y 97, también halladas en el Templo Mayor. Todas ellas se componían de cofres de piedra que habían sido sepultados como ofrendas dedicatorias bajo las cabezas monumentales de serpientes que decoran la plataforma del Templo Mayor, correspondiente precisamente a la etapa IVa.

La ofrenda 186 contenía dos pendientes en forma de serpientes de cascabel y 137 cuentas de distintas piedras metamórficas verdes.

«En náhuatl clásico, estos cofres eran conocidos como tepetlacalli (de tetl, piedra, y petlacalli, caja de petate). En sus hogares, los mexicas acostumbraban guardar en cofres de petate (hechos con fibras vegetales) sus más preciadas pertenencias, como plumas finas, joyas o prendas de algodón», continúa explicando López Luján.

«Si lo vemos desde el Templo Mayor, que representa la Montaña sagrada de los Mantenimientos (un lugar mítico donde se guardan todos los granos o dones y que está custodiados por los tlaloques, ayudantes de Tlátloc), podemos imaginar a los sacerdotes almacenando en estos ‘petates de piedra’ los símbolos por excelencia del agua y la fertilidad: esculturas de los dioses de la lluvia, cuentas de piedra verde, conchas y caracoles», concluye López Luján.

Fuente: nationalgeographic.com.es