Descubren que el manuscrito ‘clave’ en los hallazgos de Galileo es falso
Se cree que una de las posesiones más preciadas de la Biblioteca de la Universidad de Michigan, que parecía ser un escrito de Galileo, es obra de un falsificador del siglo XX
En 1610 Galileo Galilei miraba a través de un flamante telescopio cuando observó algo extraño: varios objetos brillantes que giraban alrededor del planeta Júpiter y parecían cambiar de posición cada noche. Su descubrimiento de las lunas que orbitan alrededor de Júpiter supuso una importante grieta en la idea, muy extendida desde la antigüedad, de que todo en el universo giraba alrededor de la Tierra.
El hallazgo, que fue condenado por la Iglesia Católica, ayudó a demostrar la teoría de un sistema solar centrado en el Sol.
Durante décadas, la Biblioteca de la Universidad de Michigan conservó un manuscrito relacionado con el descubrimiento al que describía como “uno de los grandes tesoros” de su colección. En la parte superior de la hoja se encuentra el borrador de una carta firmada por Galileo en la que describe el nuevo telescopio, y en la parte inferior hay bocetos en los que se trazan las posiciones de las lunas alrededor de Júpiter: “los primeros datos de observación que muestran objetos que orbitan alrededor de un cuerpo distinto de la Tierra”, según la descripción de la biblioteca.
Eso serían si al menos fuesen auténticos. Después de que Nick Wilding, historiador de la Universidad Estatal de Georgia, descubriera pruebas que indicaban que el manuscrito era falso, la biblioteca investigó y determinó que Wilding tenía razón: la universidad declaró el pasado miércoles 17 que había llegado a la conclusión de que su preciado manuscrito “es en realidad una falsificación del siglo XX”.
“Cuando nos enteramos de que nuestro Galileo no era un Galileo, se nos revolvió el estómago”, dijo al ser entrevistada Donna L. Hayward, decana interina de las bibliotecas de la universidad. Pero como el propósito de cualquier biblioteca es ampliar el conocimiento, agregó, la universidad decidió ser directa con sus hallazgos y anunciar públicamente la falsificación.
“Barrerlo bajo la alfombra es contrario a lo que defendemos”. Nick Wilding, que está escribiendo una biografía de Galileo, ha descubierto antes obras falsificadas de Galileo: encontró pruebas de que un ejemplar del tratado de Galileo de 1610 Sidereus Nuncius (Mensajero sideral), con varias acuarelas, era falso.
Las sospechas
En mayo empezó a sospechar del manuscrito de Michigan al examinar una imagen de éste en línea. Algunas de las formas de las letras y la elección de las palabras le parecieron extrañas y aunque se supone que la parte superior y la inferior fueron escritas con meses de diferencia, la tinta parecía notablemente similar.
“Es algo que salta a la vista como una cosa extraña”, comentó Wilding. “Supuestamente se trata de dos documentos diferentes que casualmente están en una hoja de papel. ¿Por qué todo es exactamente del mismo color marrón?”.
El especialista, que imparte un curso de verano sobre falsificación en la Escuela de Libros Raros de la Universidad de Virginia, empezó a investigar el documento de Michigan y averiguó que no había constancia de él en los archivos italianos.
Apareció por primera vez en una subasta en 1934, cuando lo adquirió un empresario de Detroit, y fue legado a la universidad en 1938 luego de su muerte. Wilding envió un correo electrónico a la biblioteca en mayo para pedir más información sobre la procedencia y solicitar una imagen de la marca de agua o filigrana del documento, una insignia visible a trasluz que puede indicar dónde y cuándo se fabricó el papel.
Pablo Álvarez, conservador del Centro de Investigación de Colecciones Especiales de la biblioteca, recordó la sensación de hundimiento que tuvo cuando vio el nombre de Wilding en el correo electrónico, conociendo su reputación de desenmascarar falsificaciones. Recuperó el documento del depósito y fotografió su marca de agua, un círculo con un trébol de tres hojas y el monograma “AS/BMO”.
La información sobre la procedencia encendió las alarmas: el catálogo de la subasta decía que había sido autentificado por el cardenal Pietro Maffi, arzobispo de Pisa, Italia, fallecido en 1931, quien lo había comparado con dos documentos autógrafos de Galileo de su colección propia. Esos documentos, descubrió Wilding, se los había dado Tobia Nicotra, notorio falsificador del siglo XX en Milán. “En cuanto escuché la palabra ‘Nicotra’, se puso en marcha mi pequeño ‘sexto sentido'”, recordó Wilding.
Álvarez trasladó el documento al laboratorio de conservación de Michigan, donde Amy Crist, conservadora de libros y papel de la biblioteca, comprobó que la tinta y el papel eran coherentes con la época, lo que a Álvarez le dio un atisbo de esperanza en que la pieza fuese auténtica.
La investigación
La búsqueda del monograma por parte de Nick Wilding proporcionó como resultado la aparición de otro documento de Galileo en la Morgan Library & Museum de Nueva York, que tenía una filigrana ligeramente diferente con el mismo monograma.
Este documento, una carta de 1607 dirigida a un destinatario desconocido, coincidía casi exactamente con otra carta que Wilding había descubierto en archivos italianos, lo cual despertó sus sospechas. También se puso en contacto con ellos para transmitirles sus preocupaciones.
A principios de junio, Wilding había determinado que “BMO” se utilizaba como abreviatura de la ciudad italiana de Bérgamo, y halló una obra de referencia titulada The Ancient Paper-Mills of the Former Austro-Hungarian Empire and Their Watermarks (aproximadamente, Antiguas fábricas de papel del imperio austrohúngaro y sus filigranas) con información sobre el papel de la ciudad.
Resultó que tanto la biblioteca de Michigan como la de Morgan tenían ejemplares. Wilding se puso en contacto con Álvarez y con Philip S. Palmer, conservador jefe del departamento de manuscritos literarios e históricos de la Morgan, y les dijo que la respuesta estaba allí.
Tras lanzarse a examinar el libro, Álvarez descubrió la marca de agua de la carta de la biblioteca Morgan, que coincidía con documentos del libro de referencia que databan de 1790. No pudo hallar el tipo exacto de marca de agua encontrado en el manuscrito de Michigan, pero tampoco apareció ningún otro documento con filigrana “AS/BMO” antes de alrededor de 1770, cuestión que hace muy improbable que Galileo pudiera haber utilizado el papel más de 150 años atrás.
Álvarez quedó abatido. “Ya está”, pensó. “Jaque mate”. Aunque el documento de Michigan había sido autentificado por estudiosos de Galileo en el pasado, el conservador se sentía responsable por no haberse dado cuenta antes. “La base de la ciencia es la observación”, reflexionó, lamentando no haber “hecho realmente lo que hacía Galileo”.
Philip Palmer, de la Biblioteca Morgan, sostuvo en una entrevista que aceptaba las conclusiones de Wilding en cuanto a que la carta de 1607 no era un documento de Galileo genuino y que la biblioteca actualizaría su catálogo para destacar que había sido “anteriormente atribuida a Galileo”.
Sin cambios
La revelación de las falsificaciones no cambia en lo fundamental el descubrimiento de Galileo, que está ampliamente documentado. Sin embargo, elimina lo que aparentaba ser un fascinante primer borrador del descubrimiento que parecía mostrar al científico luchando en tiempo real con sus observaciones.
Algunos investigadores venían esforzándose por comprender qué estaba esbozando exactamente Galileo en el documento de Michigan; ahora que se ha declarado que es una falsificación, parece que cualquier misterio puede provenir de la confusión del falsificador, no del científico. “Nos queda un relato más simple y sencillo”, señaló Wilding.
“No persiste ninguna distracción de tener que explicar este argumento que no encaja del todo”. Ahora el personal de la biblioteca de Michigan está estudiando la forma de utilizar la pieza para examinar los métodos y motivaciones que hay detrás de las falsificaciones, convirtiéndola potencialmente en parte central de una futura exposición o un simposio.
“La falsificación es realmente buena”, aseguró Donna Hayward. “El descubrimiento, en cierto modo, hace de esto un ítem más apasionante”. En su investigación sobre Nicotra, Wilding descubrió que el italiano supuestamente había empezado a vender cartas y manuscritos musicales falsos para mantener a siete amantes.
En 1934 una investigación sobre un manuscrito de Mozart dudoso llevó a la policía a allanar su departamento de Milán, donde encontraron una virtual “fábrica de falsificaciones”, por lo que contó Wilding, con tapas arrancadas de libros antiguos y falsificaciones de Lorenzo de Medici, Cristóbal Colón y otras figuras históricas.
Los expertos advierten de que es probable que haya otros documentos falsos en distintas colecciones a la espera de ser descubiertos.
“Definitivamente hay más falsificaciones dando vueltas”, expresa Hannah Marcus, profesora adjunta del departamento de historia de la ciencia de la Universidad de Harvard, que está escribiendo un libro junto a Paula Findlen, de la Universidad de Stanford, sobre la correspondencia de Galileo. Findlen elogia a Wilding por el trabajo que ha realizado para desenmascarar las falsificaciones. “No todo tiene que leerse con un aire de sospecha”, opina, “pero todo tiene que leerse con una mirada atenta”.
Fuente: clarin.com