Científicos de la UNAM descubren larvas que identifican plásticos y reducen microplásticos
Científicos de la Coordinación de Ingeniería Ambiental del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) descubrieron un nuevo método para identificar plásticos biodegradables y compostables, así como reducir los plásticos y microplásticos por medio de dos especies de larvas.
El proyecto se desarrolla con dos especies de larvas de coleópteros de la familia Tenebrionidae, también conocidas como gorgojos, que, a diferencia de las lombrices, ingieren el plástico sin la necesidad de que estén envueltos en materia orgánica y sus heces se pueden empelar para composta o alimento para aves.
María Neftalí Rojas Valencia, científica a cargo del proyecto, explicó que las larvas ayudarán a que los fabricantes de bolsas tengan resultados mucho más rápido de si sus bolsas se degradan o compostan, pues arrojarán los resultados en máximo tres meses, mientras que otros procedimientos pueden tardar más de un año.
Anteriormente, las larvas o gorgojos se utilizaban para hacer pruebas en unicel; sin embargo, tras dos años de análisis se comprobó que hay un mejor resultado si se utilizan en plásticos. “Nadie había reportado el trabajo con bolsas ni con las técnicas y resultados que hemos obtenido”, comentó la experta.
Además, los científicos descubrieron un nuevo hongo que se alimenta de material biodegradable (como bolsas de plástico) y es un organismo que se puede desarrollar fácilmente en las condiciones de temperatura y clima que alberga nuestro país. Alberto López, alumno de la UNAM, comentó que el hongo todavía no tiene nombre.
Bolsas biodegradables y compostables
“La degradación es un proceso gradual, y puede ser el resultado de fenómenos simultáneos. Su velocidad depende del material y entorno, y no existe una escala universal para evaluarla”, indicó Rojas Valencia y compartió que la diferencia entre bolsas biodegradables y compostables es que la primera tiene un aditivo y la segunda una resina.
Las bolsas biodegradables se desintegran por medio de un proceso en el que intervienen aspectos del entorno y condiciones climáticas y el proceso puede tardar muchos años; por otro lado, las bolsas compostables se fabrican de almidón de maíz, papa, trigo, arroz, cereales o restos de vegetales y se pueden deshacer en una composta.
Ambos tipos de bolsas, que son las que permite la norma mexicana, deben pasar un proceso de análisis y demostrar que cumplen con su función; sin embargo, no es tan fácil ese proceso, pues se deben tener climas, temperaturas y pruebas especiales, y el tiempo suele ser tardado. Las larvas acelerarán el tiempo de pruebas.
Es muy común que en mercados sobre ruedas y sitios de ese tipo se repartan bolsas biodegradables y compostables, que hasta tienen un sello de validación, pero en muchos casos eso es falso y esas bolsas no han sido estudiadas ni aprobadas para su distribución.
Bolsas de plástico promueven la generación de microplásticos
Las bolsas de polietileno o bolsas de plástico aparecieron en 1970 y enseguida se extendió su uso por el mundo, tras una década de su invención, se consideraron un problema y hoy, cinco décadas después, ese material es el protagonista de una de las problemáticas más graves en el mundo, el exceso de plásticos y microplásticos.
Aunque ha habido esfuerzos para erradicar el uso de las bolsas de plástico, no se ha logrado por completo, pues según María Neftalí Rojas, hay 500 mil millones de bolsas plásticas circulando; al minuto de su uso, un millón de ellas se tiran a la basura y cerca del uno por ciento se envía al reciclaje. Su tiempo estimado de vida son 15 minutos y no suelen usarse más de dos veces.
Rojas Valencia compartió que por su composición de carbono e hidrógeno, los plásticos son biodegradables, pero el problema es que tardan hasta 150 años en descomponerse y lo que se ha hecho para acelerar ese proceso es agregar un aditivo, que “ayudan” a la bolsa a descomponerse, pero también a fraccionarse, creando microplásticos.
Estudios recientes han demostrado que los microplásticos se han extendido por todo el mundo y se han encontrado en el agua, en diversos ecosistemas y en sitios tan lejanos como lo es la Antártida. Pero no es el único problema, pues también se han descubierto microplásticos en la placenta y sangre humana, lo que es una gran amenaza para la salud.
Fuente: yoinfluyo.com