Un grupo de científicos ha advertido sobre una posible “invasión extraterrestre”, pero el riesgo no proviene de alienígenas que llegan en sus naves espaciales, sino de bacterias que viajan de polizones en las nuestras.
Anthony Ricciardi, investigador de la Universidad McGill, y sus colegas advierten que nuestra creciente actividad más allá de los límites de la atmósfera terrestre conlleva el riesgo de contaminación microbacteriana. En un artículo publicado en la revista Bioscience, los autores abordan el riesgo de contaminación biológica proveniente del espacio y destacan la necesidad de medidas de bioseguridad para limitar la amenaza.
El equipo señala que, a pesar de la considerable precaución microbiana entre las agencias aeroespaciales, se han descubierto “cepas de bacterias que muestran una resistencia extrema a la radiación ionizante, a la desecación y a los desinfectantes” en las salas de descontaminación de la NASA que se utilizan para el montaje de naves espaciales.
Los científicos ya advertían desde 2013 que los microorganismos resistentes a las radiaciones extremas y capaces de sobrevivir a las condiciones extremas del espacio podrían poner en riesgo las misiones de envío de muestras a la Tierra, y que incluso podrían arruinar nuestras oportunidades de detectar vida en otras partes del sistema solar.
Dado que aún no descubrimos vida extraterrestre, ni siquiera de tipo bacteriano, el riesgo podría parecer insignificante. Sin embargo, los investigadores han descubierto en el espacio cepas de bacterias completamente desconocidas en la Tierra. Estas han evolucionado a partir de las bacterias terrestres en la Estación Espacial Internacional, que constituye un ambiente único y aislado.
La posibilidad de introducir bacterias en ambientes espaciales de esta manera y después traer de regreso a su descendencia evolutiva significa que la preocupación de los científicos no tiene que ver solo con la Tierra. También advierten que las bacterias podrían ser transportadas a otros mundos, como Marte, y prosperar en ellos.
“Por ejemplo, en una misión a Marte, se piensa que el riesgo de supervivencia y proliferación de organismos terrestres introducidos en ese entorno es bajo, y se puede atribuir un riesgo aún más insignificante a una situación en la que un organismo vivo de Marte sea transportado a la Tierra, sea liberado posteriormente y pueda colonizar su nuevo entorno”, añaden.
Los autores indican que tales invasiones biológicas podrían compararse con desastres naturales o tecnológicos extremos como grandes terremotos o catástrofes nucleares. Esto se debe a que, aunque son muy infrecuentes, tales “invasiones” podrían tener consecuencias peligrosas.
Esto significa, escriben los autores, que los riesgos ameritan salvaguardas únicas. Explican que “los protocolos para la detección temprana, evaluación de riesgos, respuesta rápida y procedimientos de contención que se emplean actualmente con las especies invasivas de la Tierra podrían adaptarse para hacer frente a posibles contaminantes extraterrestres”.
Los autores señalan que esas invasiones de organismos “extraños” no son excepcionales, ya que varias regiones vírgenes de nuestro planeta han sido contaminadas por incursiones provenientes de otras regiones.
“Las invasiones biológicas, es decir, la propagación asistida por los humanos de organismos en nuevos ambientes, en los que tales especies suelen considerarse “invasoras”, son una amenaza para la sostenibilidad del ecosistema y para el bienestar de los seres humanos”, escribieron. “Debido a las actividades humanas, el índice de propagación de microorganismos, invertebrados, vertebrados y plantas en todo el planeta es extraordinariamente alto y no muestra signos de saturación”.
Los autores señalan que incluso las regiones alpinas, polares u oceánicas más remotas de la Tierra han sido invadidas, y hay pruebas recientes que muestran que los seres humanos han introducido inadvertidamente bacterias entéricas resistentes a los medicamentos en el ecosistema de la Antártida, las cuales han infectado a la vida silvestre, como las aves marinas y las focas.
Y los seres humanos también han comenzado a contaminar el espacio.
Un ejemplo impactante de una “invasión interplanetaria” en otros mundos realizada por los seres humanos, aunque en forma inadvertida, ocurrió en 2019, cuando la misión israelí Beresheet se estrelló en la Luna. En la nave viajaban varios tardigrados, que son animales microscópicos conocidos por su capacidad de sobrevivir en condiciones extremas. Estas incluyen el calor y el frío extremos, así como el vacío del espacio y altas dosis de radiación.
En pruebas realizadas tras el accidente, se expuso a esos animales, también conocidos como “ositos de agua”, al tipo de velocidades extremas que habrían experimentado al caer la nave. Las pruebas mostraron que, a pesar de su resistencia, es poco probable que las criaturas hayan sobrevivido al impacto en la superficie lunar.
Para concluir el artículo, los autores hacen énfasis en la necesidad de una mayor colaboración entre los biólogos de invasión y los astrobiólogos.
“[Esto] mejoraría Los protocolos internacionales existentes para la bioseguridad planetaria, tanto para la Tierra como para los cuerpos extraterrestres que podrían albergar vida”, escribieron.
Fuente: newsweekespanol.com