Tragarse un chicle, o goma de mascar, no es tan malo como suena
Si alguna vez has masticado un chicle, o goma de mascar, es muy probable que también te hayas tragado uno, sobre todo cuando eras niño.
Tal vez entonces alguien te dijo que tuvieras mucho cuidado de no tragar la goma de mascar, pues esta se quedaría 7 años en tu estómago. Pero no te preocupes, eso no es así.
En realidad es muy raro que la ingesta accidental de la goma de mascar traiga consecuencias a tu salud.
Historia pegajosa
Parece que a los seres humanos siempre nos ha gustado masticar cosas que no son para tragar.
Se tienen evidencias milenarias de que hace unos 6000 años las personas en escandinavia masticaban resina de corteza de abedul.
Además de que en “La historia natural” de Plino el Viejo, se registra que los griegos masticaban almáciga, una resina que se obtenía de la corteza de un tipo de árbol, el lentisco.
La goma de mascar que se hizo popular en el mundo moderno, vino del árbol mesomericano, Manilkara zapota, o chicozapote.
Los mayas y los aztecas usaban la resina gomosa, de este que también se llamaba árbol del chicle, para pegar cosas, pero también para masticarla.
Esa resina, el chicle, fue la que conoció el inventor estadounidense Thomas Adams Jr., aunque su idea inicial fue usarla como un sustituto del caucho natural o látex, que por cierto también es una resina, que se obtiene de los árboles del género Hevea.
Adams, pronto se dio cuenta que la utilidad del chicle no era igual que la del caucho, pero vio la oportunidad de producir goma de mascar, que para entonces ya se hacía en EE. UU., a partir de otros productos naturales.
La goma de mascar que produjo Adams con la resina del chicozapote pronto se volvió tan popular, que en 1880 su fábrica producía 5 toneladas al día.
Goma de mascar, pero no chicle
No todas las gomas de mascar modernas se producen a partir de la resina del chicle, aunque en muchos países sigamos llamando así a este producto.
Obtener un producto de la naturaleza muchas veces es más costoso que sintetizarlo en un laboratorio.
Lo que se llama base de goma de mascar, es el ingrediente principal: contiene resinas que pueden ser artificiales o naturales, y que incluso ya no siempre vienen del árbol del chicle.
Para que la goma de mascar sea más flexible, se le añaden otro tipo de polímeros: los elastómeros.
Estos pueden también tener origen natural, pues muchas gomas de mascar contienen caucho, pero también pueden ser artificiales.
Por supuesto, la experiencia de masticar un chicle no sería igual si no le añadieran edulcorantes, saborizantes y colorantes.
Un viaje al sistema digestivo
La goma de mascar es una combinación de polímeros orgánicos: compuestos que tienen moléculas muy grandes.
Los polímeros están presentes en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, es lo que llamamos de manera común “plásticos”.
Así que cuando masticamos chicle, es un poco como si hiciéramos lo mismo con un pedazo de plástico: uno que sabe dulce y está suave, pero a fin de cuenta es casi lo mismo.
Esto podría alarmarnos un poco, ¿a quién le gustaría comer plástico? A nadie por supuesto, pero si lo haces, no te pasará nada grave.
Los plásticos de cualquier tipo, incluso los de una goma de mascar, son compuestos que nuestro estómago no puede digerir: ni nuestras enzimas digestivas, ni el ácido estomacal pueden romper esas moléculas tan grandes, que forman a ese tipo de polímeros.
Pero eso no quiere decir que como no puedes digerirlo si te tragas un chicle, este va a permanecer para siempre en tu estómago
Si te tragas un chicle este se incorporará al bolo alimenticio y se paseará por tu sistema digestivo: esófago, estómago, intestino delgado, colon.
Al final, desalojará tu sistema digestivo por la vía de salida habitual.
Existen casos de obstrucciones intestinales por tragar goma de mascar, pero son muy raros y tendrías que tragar muchos chicles, para que te pasara algo así.
Entonces no te preocupes más por ese chicle que te tragaste hace siete años, hace mucho que ya no está contigo.
Fuente: fayerwayer.com