Fumar es, sin ninguna duda, nocivo para la salud. No en vano, el número de evidencias que muestran que el tabaquismo es el principal factor de riesgo de muerte prematura no para de crecer. Además, el tabaco compromete no solo la salud del fumador, sino también la de todos los que le rodean, ya sea por una exposición al humo del tabaco inmediata –como sucede con los fumadores pasivos– o a medio plazo –el denominado ‘humo de tercera mano’–. Pero aún hay más; fumar también puede empeorar, y mucho, la salud de los futuros descendientes. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Bergen (Noruega), los hijos de los varones que, aun habiendo dejado el tabaco, fumaron durante su adolescencia tienen un riesgo triplicado de desarrollar asma en la infancia.
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